Relatos de ficción "Captar en lo que se ha escrito es síntoma de lo que se ha callado" (Nietzsche)
viernes, 1 de diciembre de 2023
Uniforme marrón
miércoles, 22 de noviembre de 2023
Alicante y sus farmacias
jueves, 16 de noviembre de 2023
El Libro Guiness de los Records
Me miré las manos y las giré para verlas bien. De pronto, en mi campo visual apareció una cara familiar: Era mi amigo David. "Bienvenido" me dijo. Nos sentamos en nuestras sillas minúsculas para ver los hermanos Marx en el Oeste. Sin saberlo, acababa de tomar conciencia de mí mismo. David y yo eramos los gigantes de la clase, sacábamos una cabeza al resto, teníamos que ver las películas desde atrás. Algo extraño cambió ese día de otoño de 1982, porque el programa de repente cambió y empezaron a enseñarnos cartulinas con dibujos de objetos. Ambos pronunciamos las palabras de manera seguida: "Manzana, Elefante.." mientras el resto leía sílaba a sílaba. David y yo nos mirábamos orgullosos, como si hubiéramos descifrado el código de un tesoro. A los que leíamos más rápido nos apartaron a otra sala de la guardería. No era porque fuéramos más inteligentes, sino porque los que leían más lento a menudo reaccionaban de manera violenta. Nadie daba por aquel entonces importancia al comportamiento de un niño de cuatro años ni a su tolerancia a la frustración, consecuencias que de manera empírica se demostraron años después, sino de controlar que los niños no se pegaran entre sí. Cuando un niño de esa edad tiene un juguete y otro lo quiere no hay negociación posible: El cerebro primitivo está activado y hay una lucha por posición, gana el más fuerte. Pero la naturaleza no nos preparó para una frustración por intelecto, y eso provoca rabietas por incomprensión que derivan en violencia. Años después, David y yo nos encontrábamos en segundo de primaria, en clases de entonces 40 niños y siendo odiados por el grupo de energúmenos correspondiente. Se repitió la situación: Nos atacaban a la mínima ocasión. Por la misma razón nos marginaban en los partidos de fútbol del recreo, así que creamos juegos entre nosotros, con canicas o clics de famobil que traíamos escondidas en la mochila. Jugábamos a sumar y a restar y a la telepatía: Uno pensaba un número y otro tenía que acercarse lo máximo a ese número. Un día, con el patio impracticable por el tiempo, nos obligaron a pasar el recreo en el aula, así que intentamos jugar al ajedrez. El cabecilla de los acosadores (hoy en la cárcel por asesinato: Se chocó en la entrada de una calle y, al ver el estado de su coche, mató al conductor contrario. Su segundo llegó a política, no es broma) nos tiró todas las fichas y empujó a David, tirándolo al suelo. Intentaron pegarme a mí, y mi respuesta de defensa fue darle con un libro en la cara. Era un libro grande e ilustrado a todo color de los record Guiness, y esa era la señal que aquel simio estúpido necesitaba para atacar. Gritó un "A por él" así que empecé a parar golpes de su media docena de palmeros mientras me acorralaban en una esquina, hasta que volvió la profesora. A los alborotadores les cayeron 15 días en su casa (demasiados testigos) y a David y a mí nos cambiaron de clase. Mi padre como respuesta me apuntó a extraescolares de Kárate, con la máxima de no usarlo sino me atacaban primero. Todo se solucionó antes, pues meses después nos hicieron los test de inteligencia y a ambos nos adelantaron un curso. No tuve que usar nunca las artes marciales para defenderme, pero siempre es bueno saber hacerlo. Por eso cuando años después ley a Maquiavelo no dejaba de asentir con la cabeza: Pocos han vivido la maldad tan de cerca y sabe de que son capaces los hombres.
jueves, 2 de noviembre de 2023
Celestino sin querer, el matrimonio como destino
"...Y por eso te quería preguntar a tí, a ver que opinas" Y esta frase me sonó a lo de siempre, a ponerme en medio de dos personas que se aman pero no se atreven a mostrar sus sentimientos, a ejercer de celestino una vez más. La soledad es un castillo oscuro y lúgubre, un lugar horrible, y hay gente que con tal de evitarla espera con las personas equivocadas hasta que aparece la correcta. Al menos ella había dejado claro a su actual pareja que no lo quería. El, argentino y quince años mayor que ella, ya le había hablado de sentimientos. Pobre hombre. La mujer te tiene que admirar primero para quererte, y eso va por no mostrar tus cartas nunca. "Pues yo que sé" Contesté "Amar es un estado de imbecilidad transitoria, ya lo decía Ortega y Gasset, es algo que no tiene no ha de tener sentido para tener sentido. Mientras le ames de verdad y no porque es una fruta prohibida -porque él esta casado y eso son palabras mayores- todo irá bien"
A lo largo de mi vida, Sin querer he ayudado en la creación de varias parejas que luego han acabado en matrimonio: La más sonada provoco un divorcio y un matrimonio años después. Cómico y ridículo. Y esta iba por el mismo camino: Dos amigos míos que dejan a sus parejas para estar juntos. No es lo mismo enamorarse con 17 que con 47, hay gente que no evoluciona de la misma manera y que no quiere las mismas cosas, o, simplemente ha aprendido que la pareja funciona mientras la mujer sienta que hay más sexo que discusiones. Y para eso el hombre ha de mostrar que desea. Eso entre otras mil cosas, porque las relaciones humanas son más complejas que una declaración de hacienda. Me muestran como se hacen promesas de amor de madrugada, a dos mil kilómetros de distancia uno del otro. Quizás me equivoque pero no le veo mucho recorrido, ella tan arraigada a su tierra -pues nunca vivió en otro sitio- y el tan Bruselense, que es como decir de todos y de ninguno. Pero se amaban, sin duda, porque se halagaban sin confesar amor. He ahí la clave: El tirando del sedal y ella picando o al revés, pero sin entrar al trapo de las palabras.
lunes, 23 de octubre de 2023
Panadería, política y animales
Era la cola del pan de las doce del mediodía del sábado 13 de marzo de 2004. La panadería era la única en kilómetros a la redonda y la cola daba literalmente la vuelta al edificio. El producto no era especialmente de buena calidad, pero era pan al fin y al cabo, y los madrileños hacemos los domingos las mismas cosas a la misma hora, que diría Larra: Comprar el periódico, envolver la barra con el mismo y al vermut. La única diferencia es que era sábado electoral, y los ánimos estaban alterados. A varios nos llegó un SMS al móvil a la vez: "¿Aznar de rositas? ¿Lo llaman jornada de reflexión y Urdaci trabajando? Hoy 13M, a las 18h. Sede PP, c/Génova 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!" El efecto fue inmediato, la cola se movió como una serpiente, algunos se fueron rápidamente, sobre todo los más jóvenes. Dentro de la panadería se empezaron a escuchar voces de enfrentamiento que fueron subiendo de tono, tanto es así la cola se fue acortando, pero sin pan. Al entrar en el local un señor mayor alzaba la voz contra otro más joven "ETA ya lo había intentado antes" y el otro respondía que no había sido ETA, una y otra vez. Yo, que días antes había vuelto a vestir uniforme de manera excepcional (y que ya no volvería a hacerlo nunca más en mi vida) me limité a decir: "Caballeros, por favor, envainen o llamo a la BESCAM". A lo que el hombre más joven respondió "Por mi como si llamas a tu puta madre. Eso, eso, llama a los cachorros de vuestra Aguirre querida, facha". Se mezclaron más voces a favor y en contra, y de repente la panadera (autónoma) pegó un chillido. "Señora, no es para tanto" respondió el energúmeno.
Un ratón, ajeno al jolgorio erótico-festivo estaba intentando salir por la puerta automática con un mendrugo de pan aproximadamente del mismo tamaño que su cabeza. El enfrentamiento político se frenó en seco, entre expresiones de asco y gritos ahogados de miedo. El señor mayor pidió una escoba para matarlo, pero el ratón ya había huido. Todo el mundo abandonó el local salvo los dos enfrentados, un servidor y la autónoma, que llevaba desde las 4 de la mañana haciendo pan e iba a perder la caja del día. Su miedo se transformó en angustia, se volvió roja mientras lloraba y acabó desmayándose. La BESCAM llegó al momento exacto para pedir una ambulancia -que ya estaba pedida- y sacar la libreta.
martes, 17 de octubre de 2023
Israel, el planeta distinto
Mi primer viaje a Israel fue un descubrimiento personal que me cambió para siempre, a la par que un desastre, porque era una Luna de Miel con la persona equivocada y porque no había nada planificado absolutamente nada, dado que nunca pensé que me fuera a casar de verdad. El vuelo lo compré el día después de la celebración, y no había hecho reserva alguna en ningún Hotel al lugar de llegada, Eilat, el mar rojo, el paraíso, El Ibiza de Oriente Medio. Al montar el en Taxi vi una publicidad del Dan Hotel y le pedí que nos llevara hasta allí. Eran las 6 de la mañana y llevábamos varias horas de vuelo en dos escalas, así que no resultó difícil convencer a mi acompañante que esperara en los sofas de la entrada hasta que hiciera el check-in y así no notara nada extraño. Recuerdo -el cansancio amplifica y graba aún más fuerza los recuerdos- como la recepcionista arqueó una ceja cuando le indiqué que no tenía reserva. Obviamente sólo me ofreció Suites con vistas al mar por un lado (donde delfines libres pero amaestrados saltaban al atardecer y al amanecer para el deleite de los turistas) y a Jordania por otro. Por mi perfecto. El espectáculo comenzó a la hora de la cena. La alarma sonó mientras degustaba una sepia exquisita aderezada con especias. "Tzeva Adom" decía una voz mecánica a través de los altavoces, mientras las luces del restaurante se encendían y apagaban. "Tenemos quince segundos" le dije "¿Quince segundos para qué?" me respondió ella.
Para sobrevivir.
Todos se levantaron como zombies de sus asientos y, despacio y de manera ordenada -sin un sólo grito, sin entrar en pánico- salieron al Hall camino del teatro del hotel, que servía a la vez de refugio y cuyo actor principal -John Malkovich- se estaba preparando para la función de la noche. Fue más al oír su voz que al verle envuelto en una túnica lo que hizo que aquello pareciera una comedia. Se cerraron las puertas, y a los pocos segundos se escucharon varias explosiones: La cúpula de hierro haciendo su trabajo. Poco después se abrieron las puertas del teatro de nuevo, y todos salieron de la misma manera que entraron: Sin ruido, sin síntoma alguno de preocupación. Volvimos a nuestros asientos, a nuestra cena fría, desorientados por el jet lag y por la situación. De repente, se nos acercó un un hombre gigante y calvo y nos preguntó si éramos españoles. Asentimos y se llevó nuestros platos sin preguntar para recalentarlos. Al parecer el misil había sido lanzado desde la frontera con Egipto y pretendía alcanzar el complejo turístico. Nada cambió: Van Buren tenía previsto concierto horas más tarde y el evento no se canceló, su música se mezcló momentos antes del amanecer con el canto a la oración que se escuchaba desde Jordania y desde Egipto a la vez pero en ritmos distintos. Cada cual adorando a su Dios.
martes, 26 de septiembre de 2023
Navarra y los Trastámara
Navarra nunca defrauda, ya sea por su huerta, por sus intrigas palaciegas o porque el frío unido al cierzo aragonés se te mete en los huesos y se graba en tu memoria. La huerta de Tudela, que hace las delicias de cualquier amante de unas exquisitas alcachofas con foie, como el recuerdo de un reino que tuvo mucho de francés, pero sin perder su esencia española. El frío y la ausencia de Sol de un lugar cuyo verano dura un instante. En Olite habitó y murió uno de los personajes más controvertidos de la monarquía española: Leonor de Trastámara, una aragonesa que fue nombrada reina, una lianta que iba y venía entre las cortes de Castilla y Navarra formando alianzas, aburrida y desconfiada. Los Trastámara eran básicamente unos trepas, en el sentido más castellano del término, y Leonor no iba a ser menos. No disfrutó sino a final de su vida la tranquilidad de aquel palacio y sus modernidades, Lleno de puertas falsas, trisqueles y una torre para que jugaran los niños. Probablemente paseó poco por Las Bárdenas y su bello paisaje semidesértico mientras sus vasallos plantaban espárragos.
sábado, 19 de agosto de 2023
La virginidad de la Sierra
La complejidad del alma de las mujeres es algo que sólo se descubre en la edad adulta. Mientras somos niños sabemos, intuimos que son distintas a nosotros, que por esas cabezas discurren ideas muy distintas, pero no llegamos a comprender la complejidad de sus personalidades hasta que hacemos el amor por primera vez. Es en ese momento cuando nos damos cuenta que las mujeres son las que dominan el mundo haciéndonos creer que somos los hombres los que lo dominamos. Que son ellas y sus cuerpos desnudos las dueñas y señoras. Perdí mi virginidad con miedo, sin saber siquiera que iba a suceder, diría que incluso con dolor y angustia. Yo era un adolescente que había crecido demasiado, que me enamoraba siempre de quien no debía, y ella era una de las monitoras de aquella convivencia en la Sierra, en aquella residencia de monjas gigante que cedían a grupos parroquiales para retiros espirituales o para grupos de confirmación, como era nuestro caso. Sé que estábamos cuarenta y ocho personas en ese edificio aquella noche. Sé que tres de nosotros éramos hombres (uno de ellos era el párroco, que debía de estar más experimentado en controlar los placeres de la carne que nosotros dos) y que se nos hizo de noche hablando en varios grupos bajo el crujir de las maderas en la chimenea, en una atmósfera de luz tenue y Enya de fondo, como si nuestras conversaciones fueran una confesión o un ejercicio espiritual continuo. De alguna manera acabamos solos en su habitación de madrugada, que compartía con otra monitora. Ella sabía lo que quería hacer y lo hizo con la sabiduría natural de quien ha repetido el mismo acto un centenar de veces: Me puso el preservativo, se puso a horcajadas encima mío, me dijo todo lo que tenía que hacer como si fuera una receta de pollo al chilindrón y cuando llegó al climax se retiró, se metió entre las sábanas y me pidió que me fuera. La última imagen antes de salir fue ver como tiraba el condón atado a la papelera, metáfora del sexo que acabábamos de tener. Me fuí a dormir envuelto en la tristeza postcoital (omne animal triste post coitum) y horas después me despertaron sobresaltados mis compañeros de habitación, pues la noticia había corrido -y nunca mejor dicho- por toda la casa: Algunos decían haber visto el preservativo, otros hablaban de si era delito al ser ella mayor de edad, otros comentaban el tamaño y la forma de los genitales respectivos entre risas. A la mañana siguiente, tras el desayuno, el parroco me llamó aparte y me preguntó sin preguntarme. Yo relaté los hechos angustiado y en confesión, y aunque no dije nombres el Pater debía saber algo, porque ese día ya no volvimos a ver a la chiquilla, aunque varios años después supimos que se había casado virgen con un oficial (así nos lo relataron) y que iba ya por el cuarto retoño. Es la magia de la fe y la inteligencia de las mujeres, que pueden hacer creer a los hombres cualquier cosa. El parroco ante esto se limitó a repetir el eclesiástico: "Cualquier maldad, pero no maldad de mujer".
viernes, 21 de julio de 2023
Roja Burdeos
Mary cayó dormida entre lágrimas en el sofá, puse sus pies en alto, le quité las botas, la tapé con un edredón. La calefacción se apagaba cada noche a las 23.30h, pero todavía mantenía la temperatura de la habitación, y al día siguiente era sábado. Le dí un beso en la frente y musitó un "te quiero" de exaltación de la amistad. Me fui a la cama e intenté dormir. Soñé con mi primera noche en Burdeos, ella abrazada a mi, su cabeza en mi pecho, llorando por el mismo hombre, borracha de cerveza en vez de vino. Aquel fin de semana puede describirse como uno de los más surrealistas de mi vida, sobre todo visto en perspectiva, porque ya no creo en la amistad entre hombre y mujer, y porque los amigos que allí me presentó -muy activos políticamente- luego se fueron a vivir a chalets con jardín, nada que ver con el pueblo. Gente que compraba la edición internacional de El País en un quiosco para pasear por la Rue de San Catherine en una bicicleta de titanio cuyo valor superaba los mil Euros y dárselas de modernos. En Francia tienen un termino para ellos: Rojos caviar.
Y a Mary le encantó: Le encantó la decadencia del colegio mayor, que literalmente se caía a pedazos, le encantó la biblioteca Blaise Pascal, que estaba enfrente, donde se codeaba con los futuros mejores científicos del mundo. Le encantó montar en bici, mientras su viejo Citröen se oxidaba y llenaba de bollos por culpa del granizo en el aparcamiento. Le encantó besar a otras mujeres (tunecinas y embarazadas) en los labios, simplemente por complicidad, no por sexo. Y sobre todo, le encanto ser popular: Todo el mundo la buscaba para mil actividades que nada tenían que ver con el doctorado. Por fín estaba siendo universitaria de verdad, se estaba divirtiendo, estaba experimentando, aunque fuera con casi veintisiete años. Estaba descubriendo la libertad sin padres, y una vez la probó no quiso volver a su casa. El domingo siguiente sus amigos tenían planeada una excursión al campo con sorpresa: Setas. Así que mientras Mary y yo comíamos unas lentejas cocinadas con mimo por un servidor, sus amigos corrían colina arriba y abajo como si estuvieran reviviendo un fin de semana de los sesenta, la diversión no duró mucho: Uno de sus amigos tropezó con una piedra ladera abajo y se abrió la cabeza, en el sentido más literal del término. Fue una premonición de su muerte, pocos años después, en un accidente de tráfico.
Pero suele pasar, que ese tipo de amistades (Campamentos, Servicio Militar, Verano) sacadas de su contexto resultaban imposibles de gestionar: Hay amistades que van unidas a un momento y a un lugar, sobre todo donde nadie te conoce y puedes aparentar ser quien no eres. Al volver a Madrid Mary intentó quedar con ellos algún sábado por la noche: Esta vez ya vistiendo con estilo, maquillada, con tacones. Yo la acompañé, fuimos a la Isla del Tesoro y pusieron cara de asco, pero nada como ver la cara de la chica de la puerta del Fortuny, que los miró como si fueran extraterrestres (más por la falta de higiene que por la vestimenta) ellos no entendieron lo de pagar la entrada y el de seguridad los acompañó amablemente a la puerta. Mary me miró, los miró y dijo "Os llamo, a ver si quedamos otro día" acompañando sus palabras de un gesto con la mano, por si no quedaba claro a la vez que me ponía su brazo en mi cintura y entrábamos donde nos llamaban por nuestro nombre. Se río, me dió un beso pijo en la mejilla -sólo uno- y me dijo "Te quiero". Yo asentí con la cabeza. Era un te quiero de complicidad, un te quiero de ellos allí y nosotros aquí. Como decía mi padre: Cada uno en su casa y Dios en la de todos.
martes, 18 de julio de 2023
Mary y Burdeos
jueves, 13 de julio de 2023
Silencios no deseados
Nunca entendí la ausencia de palabras. El silencio ha aparecido en momentos muy concretos de mi vida que necesitaba quietud, desconexión, pero el funeral de Dani no era uno de ellos. Lo más duro de morir siempre es para los que te quieren, eso puso mi padre en la carta de despedida: Su billete sólo llegaba hasta ahí. Y ahí estábamos, en el Tanatorio, donde habitan la tristeza, la inquietud, la zozobra, la angustia. Siempre que he venido a este edificio ha sido por muertes repentinas por diversas causas, donde la gente acaba llorando en el suelo pegada a la pared porque nos resulta muy difícil comprender que la vida y la muerte están entrelazadas, siempre situaciones inesperadas. A todo esto había que sumar la autopsia judicial, el calvario de no saber quien había matado a Dani. El silencio se había apoderado de aquella sala, en la que estábamos pocos, sentados, en silencio. Salí y miré llegar la limusina. Rápidamente un señor alto, compacto y uniformado de negro salió a abrirle la puerta. La acompañó hasta donde nos encontrábamos. Era La Mamma. Porque las madres argentinas son Mammas italianas, en abrazo, en intensidad. Nos fue abrazando uno a uno y a cada uno nos dijo unas palabras. "Fuiste muy bueno con el, te quería mucho" asentí con la cabeza. La amistad de verdad es la adulta, y uno no entiende la fuerza de la misma que reside en una camaradería escrita en otro tiempo: Dani y yo podíamos pasar meses sin vernos y retomar la conversación como si nos hubiéramos visto ayer. Llegaron Raúl y Gema, su mujer. Más abrazos. Vaya, Aquí es donde mi madre...Sí, Raúl, aquí es donde velamos a tu madre, es lo que tiene Madrid, es tan grande que los lugares comunes son siempre los mismos , todos nos conocemos y terminando velando distintos cuerpos en el mismo velatorio. Recuerdo aquel día, ya terminando la adolescencia, cuando me llamaron para darme la noticia que tarde varios minutos en comprender. Por la mañana la vi feliz, avergonzando a su hijo en un abrazo de oso fuerte por su reciente compromiso, a Gema riéndose porque le había tocado una suegra risueña, sencilla, sin muchas vueltas. Horas más tarde llegó la tragedia: Un camionero imbécil jugando con el acelerador se saltó el semáforo. Gema vivía enfrente de Raúl, separados por unos árboles, y la madre siempre le decía "cuando llegue el otoño se caerán las hojas y nos veremos por la ventana". Quizás sea lo más duro de la vida, dejar partir a personas que no lo merecen.
Dani estaba allí, pero ya no estaba. La ausencia de los muertos en la incredulidad de los vivos. Andrew me preguntaba como estaba cada quince minutos pero sin preguntar. simplemente levantando la cabeza y sonriendo levemente. La vida no es un ensayo, me dijo. Muy británico Andrew. No, hay que gozar la vida, yo no la entiendo de otra manera.
martes, 11 de julio de 2023
San Carlos de Luba
Pese a su cercanía, desde el Sofitel de Malabo hasta el Hospital La paz había unos diez minutos en coche por el tráfico, pues todo está concentrado allí: Los colegios, los hospitales, los pocos locos que han abierto negocios en el país, las embajadas. La vista del Pico Vasile, el volcán que se encuentra en el centro de la isla me recordaba bastante a Tenerife: Mucha vegetación, palmeras, todo verde, niebla matutina) sino fuera porque la humedad es cercana al cien por cien y porque si salíamos de los coches en cualquier calle fuera del barrio de San Valentín (el barrio de los blancos, lo llamaban) resultábamos una atracción turística. Los carteles y la tipografía de velocidad, de las calles y de las carreteras eran de la época española, y eso te hacía sentirte un poco como en casa. Cuando me entraba miedo por las historias que contaban mis compañeros, o simplemente echaba de menos España intentaba convencer a mi mente que estaba en Tenerife, que en cualquier momento me iba a Puerto de la Cruz a comerme unas papas con mojo. En la cafetería del hotel cercano al hospital desayunábamos pan con tomate y sal (sin aceite de ningún tipo) un café de bastante calidad (que según decían era de Gabón) y fruta cortada en una bandeja, principalmente piña, guayaba y papaya. Esta última es tan común que prácticamente la regalan. El castellano que hablan los lugareños es de una dicción cercana a la perfección, esto quiere decir que tuve que acomodar la velocidad de mi lenguaje a la suya porque los andaluces, como bien es sabido, hablamos a más revoluciones por minuto, comiéndonos sílabas y finalizaciones de palabras. De lo contrario mi interlocutor ponía cara de susto y sólo era capaz de responder "No entiendo".
Me explicaron que los emigrantes a aquel país principalmente fueron personas de Castilla la Vieja, la Rioja y del norte de Aragón. Se debieron llevar hasta los profesores. Nuestro conductor se llamaba Pepe (de apellido impronunciable), y su único trabajo ella llevarnos y traernos, trabajo por el cual cobraba diariamente. En Guinea es normal pagar diariamente porque si pagas semanal o mensual es bastante probable que no vuelvas a ver a esas personas más en la vida. Al pagarles por día lo más seguro es que al día siguiente aparezcan. Una vez instalado el software gestión de 1985 en los viejos equipos (para eso nos pagaban) generalmente volvíamos al hotel. Un día le pregunté a Pepe si podíamos ir al sur de la isla. Me dijo que podíamos ir, pero sin el. Que a San Carlos de Luba fuera su padre. Le dije que le iba a pagar el triple de lo que le pagábamos diariamente. Al final le pagamos diez veces más, todo fuera por escapar del tedio y el aburrimiento de una isla tremendamente peligrosa. Nada más cruzar el límite de con Bioko Norte nos paró un policía, o eso decía el. Supongo que intuyó que había blancos dentro del coche. Al final y tras mucho negociar con Pepe se conformó con 30.000 Francos CFA. A cambio nos escoltaba con la moto y así de paso echaba el día. Pepe balbuceó algo en fang, que evidentemente ninguno de nosotros entendimos. Por la diferencia fisionómica y el tono entiendo que eran comentarios racistas hacia los bubis. Cuando por fin llegamos a San Carlos de Luba, el mismo policía se ofreció como guía turístico, lo que hizo que Pepe empezara a gritarle y maldecirle en fang. Imagino que por la ley del más fuerte (Pepe era más alto y más musculado) el policía desistió y se fue. Si en Bioko hay poco que hacer, en San Carlos de Luba tampoco sobraban amenidades. Yo tenía curiosidad porque en tiempos de la dictadura su puerto y sus playas eran destino turístico, y así parecía: Había instalaciones hoteleras que parecían haber visto tiempos mejores, una especie como de paseo marítimo bastante descuidado y gente muy amable, que daba por supuesto que eramos americanos (porque para ellos todos los blancos eramos o somos americanos o franceses, que son los dos países que explotan los recursos naturales del país) Tras un pequeño y paseo y un tocar la estatua que conmemoraba que unos locos en 1778 llegarón allí desde Ferrol, emprendimos el viaje de vuelta al hotel.
jueves, 6 de julio de 2023
Por los hijos hay que agacharse
La máxima expresión de mi padre, la que no entendí hasta que yo mismo lo fuí fue "Por los hijos hay que agacharse". La frase no es suya: Era de un compañero padre de una amiga mía, indicando que el podía dar mucho más de lo que estaba dando, indicando que mi padre vivía muy bien en comparación con el resto de sus compañeros, pues en la mayoría de ellos entraba un sólo sueldo en casa y además había más bocas que alimentar. Y hasta que no tienes un niño en los brazos que te mira diciendo que eres su persona favorita en el mundo no lo entiendes. La reacción no va proporcionada al abrazo de tu hijo (En el caso del mío todas las mañanas viene a subirse al sofá para darme palmadas en la espalda a modo de saludo mientras disfruto del café) No, la reacción de protección es siempre desproporcionada, como si estuviéramos en una serie distópica donde el orden mundial ha desaparecido y hay miles de peligros. Ni el mundo es tan peligroso ni nuestros hijos son tan tontos. Un año más, por las mismas fechas, las fiebres se enamoran de mi hijo e impiden su correcto descanso, como si poseyeran su espíritu. Es algo que un padre detecta enseguida: Simplemente porque la criatura está quieta más de tres segundos seguidos sin hacer o planear alguna trastada. Yo lo llamo la fiebre de San Fermín. Todos los años desde pequeño lo veía por televisión junto a mi padre, en un simbolismo del comienzo del verano (los momentos más bonitos de mi infancia han sido en verano) junto a un equipo de fútbol de niños correteaba por un chalet a pie de playa que ya no existe. La foto del verano eramos todos delante de los tres coches correspondientes a las tres familias. Mi abuela tenía conejos y gallinas en la parte de atrás del chalet, y una mañana varias jaulas aparecieron roídas, con sangre, piel y plumas a partes iguales. Mi abuela lloró, y mi abuelo, que nunca hablaba, profirió unos insultos al aire. Mientras señalaba unas huellas pequeñitas, como de perrito. Siguió el rastro (no era muy difícil, la verdad) hasta que dió con la madriguera del zorro gris, escondida detrás de una vieja cerca. Lo mató con una escopeta de perdigones y lo dejó al lado de la carretera, entonces de arena. Al día siguiente llamó la Guardia Civil a la puerta. Mi abuelo sacó el carnet de alférez provisional. Los guardias se cuadraron con taconazo, pidieron disculpas y se fueron. Llevábamos más de un lustro en democracia. Era San Fermín.
lunes, 3 de julio de 2023
Madrid es capaz de lo mejor y de lo peor
Cualquier madrileño ha dicho alguna vez "Madrid me mata" porque esta ciudad es capaz de sacar lo mejor y también lo peor, nuestros aquí al lado son aproximadamente 1,5 kilómetros, tenemos el mejor metro del mundo pero justo cuando vas a trabajar un lunes alguien se tira a la vía y cortan las estaciones anterior y posterior, provocando caos, desconcierto y un efecto mariposa que nadie llega a explicar del todo que hace que media ciudad llegue tarde. Lo importante, siempre decimos, es avanzar, aunque la alternativa suponga andar un poco más o cambiar de medio de trasporte. Porque en Madrid, como te quedes quieto, date por jodido. Dani tenía una palabra favorita que usaba en todo lo referente a Madrid: "Fantástico". El veía un Madrid muy concreto, donde rara vez pasa algo, donde sólo se escuchan las risas de los turistas, los chillidos de los niños en el Parque del Retiro con sus padres desesperados detrás, los opiparos menús del Paraguas, que es básicamente pagar caro un cachopo: La felicidad. Yo le enseñé que hay otro Madrid, el que lleva por vías abandonadas de tranvía a mi universidad, donde todavía están las balas incrustadas de una guerra que parece que no acabó jamás. ¿Y por qué no las quitan? me dijo una vez. Porque si quitas algo, se olvida. Las personas tienen la memoria muy corta, sobre todo para lo que quieren. Esos proyectiles en la fachada de la facultad de Odontología, de Farmacia y de Medicina nos recuerdan que estamos aquí de paso, lo efímero de la vida. Aunque mi abuelo también decía que, como todo en España, ese frente fue un mamoneo tremendo donde por la noche se intercambiaban papel de liar y tabaco y se jugaban partidos de fútbol donde hoy está la salida del metro. La verdad es que después de una semana de combates y de pasar de letras a ciencias, literalmente, el frente llegó a ser tan estable que muchos soldados fueron destinados a otras partes de España. La guerra pillo a toda la comunidad universitaria en pleno traslado de edificios provocando situaciones ridículamente difíciles como el uso del anatómico forense para guardar viandas. Edificios enteros que antes que formar cristianos fueron usados como cubiertas.
Más adelante, detrás de Plaza de España se montó un barrio peculiar, primero de ex-combatientes y posteriormente de yonquis y personas que no saben responder a la cuarta pregunta porque su oficio es meramente existir, y que terminaron llenando alumnos que venían de todas parte de España y ahora del mundo a disfrutar de nuestras noches, incluso de nuestros atascos de madrugada, algo en lo que Madrid es verdaderamente único. Australianos que fundaron una sala de teatro donde se interpreta a Don Mendo, donde la muerte es una comedia.
miércoles, 28 de junio de 2023
La guardia de Murcia
Uno de los recuerdos más duros de mi existencia son las guardias del ejército. Veinticuatro horas seguidas que se hacen gratis por la patria. Lo curioso es que el cansancio hace que los recuerdos sean más vividos, y hacer una guardia es como ser padre: Te acuerdas de las noches de insomnio con mayor claridad que otro tipo de recuerdos, aniversarios incluidos.
Mi primera guardia fue en el cuartel de Alcantarilla en Murcia. Acababa de firmar contrato con el ejército y nunca había tocado un fusil en mi vida. Era mayo y el calor sofocante impedía respirar correctamente. Empezamos de noche, nos explicaron básicamente que la primera bala del cargador era de fogueo, el santo y seña del día y que tal y como aprendimos en las Reales Ordenanzas no nos podíamos mover del puesto hasta que terminara nuestro turno aunque viniera el mismísimo Rey a pedírnoslo. También nos recordaron las penas de arresto por quedarse dormidos en el puesto, y que podíamos escuchar la radio siempre que estuviéramos pendientes de los walkies. Nos montamos en el Nissan Patrol y nos fuimos colocando por las distintas garitas que formaban el perímetro del cuartel. En aquel momento había un atentado terrorista prácticamente cada semana (o daba esa sensación, porque era un ciclo atentado - recordar el atentado - funeral que resultaba casi interminable) así que nos indicaron que disparar a las piernas era la mejor opción para defendernos llegado el caso.
Quedaban pocos días para la final del Madrid contra la Juventus de Zidane, así que puse la radio deportiva. El locutor llevaba exactamente diez minutos hablando cuando escuché dos disparos.
- ¡A sus órdenes mi sargento he escuchado dos disparos! Cambio.
- Largo (así me llamaban) como hayas sido tú te voy a cortar los huevos. Mete el cargador y espera órdenes. Cambio.
- No mi Sargento, ha sido en la garita Sur. Cambio.
Silencio de radio. En el ejército, el silencio y la espera es lo peor que existe. El tiempo pasa inexorablemente lento sin que nadie te informe ni se preocupe. Sabes que pasa algo, pero no sabes el que. Pasaron las dos horas del puesto hasta que vinieron a relevarme.
- Menudo marrón te ha tocado chaval - me dijo el Cabo al volante.
Ni siquiera tuve que entrar al cuerpo de guardia para ver las gruesas mantas del ejército tapando el cadaver. En tan exiguo espacio estaban el Oficial de Guardia -El Capitán de mi compañía- El Coronel Jefe del Cuartel (de civil, le habían despertado) y varios suboficiales. El Coronel estaba echándole la bronca al Capitán por ordenar mover el cadaver, mientras este, cuadrado, miraba al cielo sin replicarle.
- ¡Hay un protocolo, joder, que pareces nuevo!
De pronto se escuchó entrar al Pater. Y digo se escuchó porque se hizo el silencio. Se agachó, descubrió la cara del compañero y le hizo la señal de la cruz. Empezó a rezar en voz baja.
- ¿Le va a hacer la extremaunción Pater?
- A la orden de usia mi Coronel, los muertos no reciben sacramentos.
- En tal caso, ordenaré velar el cadaver hasta que llegue el Juez, gracias Comandante.
Y así, cuatro caballeros legionarios paracaidistas velamos a nuestro compañero hasta el amanecer.
La guardia al revés
Es tarde y Dani me llama: Ha huido una vez más. Necesita un lugar donde pasar la noche, está debajo de mi casa. La lluvia de abril no para de repicar en la ventana con fuerza, pues la lluvia en España cae como su gobierno actua: Pocas veces, pero a lo bestia. Le escucho fatal y me comenta que es porque ella ha arrojado el móvil contra el suelo, le ha amenazado, le ha pegado. Pobre desgraciado. Le abro la puerta y entra tapado con una americana y con un aspecto de haber sufrido la mayor pelea de su vida: Tiene un arañazo con piel abierta en la cara, uno de los ojos con color violáceo y no habla, tartamudea. Primero de todo, buscarle un alojamiento digno, un cuatro estrellas mínimo en una zona apartada pero cercana a un centro comercial, donde tras dejar sus escasas pertenencias compra un móvil nuevo. Cerca de dicho Centro Comercial está el Cuartel de la Guardia Civil. Se nos une el abogado de su no divorcio, para ayudarle a declarar correctamente. Nos abraza, preocupado. La comandante del puesto, una sargento bellísima, toma declaración a Dani que sigue envuelto en su americana vieja con las mangas sueltas, envolviéndole como si fuera un talismán. La sargento grita "¡CABO!" y al cabo de un tiempo, el cabo, mayor que ella, con bigote y tripa de brigada sale con otros dos guardias civiles a paso ligero. Dani acaba la declaración llorando, como si su vida se estuviera apagando. Le acompaño después al Puerta de Hierro para que le den unos puntos y le hagan el parte médico. Que que hacemos ahora, que que falta. Ahora te vas a dormir al hotel y mañana Dios dirá. Como si fuera un niño pequeño me pidió que me quedara. De acuerdo, me quedo. Suena el móvil al rato. La Guardia Civil ha detenido a su mujer. La niña se ha quedado con la abuela. Respira y vuelve a llorar. "Me quiero morir, me quiero morir" dijo, como si fuese culpable de algo más que acciones moralmente reprobables. Entonces le conté que no había vendido enciclopedias puerta a puerta como yo de joven, eso si que era morirse. "Cierto, soy un tonto, perdoname". La vida es así, tienes todas las oportunidades del mundo para ser feliz Dani, pero te empeñas en ir por el camino más complicado. No pasa nada. Pasamos por la rotonda que separa Majadahonda de Las Rozas, la del Teniente Lopez Quesada, que dió la vida por la patria a 8000 kilómetros de la misma cayendo con su helicóptero sobre un campo de amapolas. Cualquier forma de morir me parece horrible.
miércoles, 21 de junio de 2023
Tienen todo el tiempo del mundo
martes, 20 de junio de 2023
N-IV, kilómetro desconocido, Cinturón Rojo
- Micaela nunca saldría con un vendedor de enciclopedias.
- Ni conmigo tampoco, Joaquín.
- Pues también es verdad.
* * *
Pasando por la carretera de Andalucía de repente vimos a tres hombres con traje, corbata y maletines cruzando un puente, como si de aves migratorias se tratara.
- Mira, ahí van los nuestros - Dijo el hombre que me contrató, señalando con el dedo.
- ¿Y como es esta zona? - Le preguntó el otro.
- Pues dura, como va a ser. Como todas.
Empecé a pensar que quizás me habían vendido la moto, pero yo necesitaba dinero y tenía que aprender a trabajar, como decía mi padre. Al menos mis compañeros parecían amables.
Aparcamos en una zona de Chalets adosados. Eran todos bastante feos y necesitaban una mano de pintura, pero todos tenían coches nuevos de alta gama alemanes en la puerta, compitiendo por tamaños. El que me vendió la moto me entregó una guía de lo que vendíamos:
- Tienes una hora para aprendértelo. Luego lo cuentas con el mayor entusiasmo posible. Niño, ¿Te gustan las chicas?
- Mucho.
- Pues lo tienes que explicar como si fuera la mujer de tus sueños. ¡Manolo!
Manolo era el otro compañero, que se había bajado del coche y se estaba yendo a la francesa, caminando despacio en dirección al bar.
- Manolo, me llevo al niño. Nos vemos luego - Manolo hizo un gesto con la mano sin volverse y siguió andando, sin decir nada. Vender a puerta fría es un trabajo surrealista, duro y poco agradecido.
"Lo bueno de nuestro trabajo" decía Andrés, el que me contrato, "Es que somos dueños de nuestro tiempo".
Tras varias puertas nos abrió un matrimonio con niños."No tengas miedo, la gente es muy amable" me susurro Andrés. El salón era gigante, con cientos de libros que se apilaban desordenados en estanterías que rodeaban el televisor, que tenía hipnotizados a todos. Media hora sentados en su salón nos permitió enseñarles todo el catálogo: Les vendimos una enciclopedia standard de 30 tomos con cubiertas de piel, otra sobre animales y plantas y un libro de medicina familiar. No tengo ni idea de donde iban a poner todo eso, pero me asombró esa capacidad de crear la necesidad en gente de clase media (al pobre le molesta el dinero en el bolsillo, decía mi abuela) Nos contaron que querían que sus hijos fuesen a la universidad, y para eso "tenían que leer mucho".
- Pues con esto destacarán entre los demás, no todo el mundo dispone de tanta información a su alcance- dije yo. Esa frase ahora resulta ridícula, pero me valió un apretón de manos de Andrés al salir y que me volviera a invitar a café.
lunes, 19 de junio de 2023
Enciclopedias
Mi primer empleo fue de vendedor de enciclopedias puerta a puerta, en el verano de mi dieciseisavo cumpleaños, como respuesta a mi pregunta sobre una ropa de marca que estaba de moda por aquel tiempo y que mi padre se negaba a comprar. El insistía en que entre las obligaciones de padre no indica en ningún lugar que haya que comprar ropa de marca a los hijos. Así que fuí a donde, desde tiempo inmemorial, los madrileños van a buscar trabajo al salir el Sol: Plaza Elíptica, a las seis y media de la mañana. Es la oficina de empleo de los muy jóvenes y de los muy viejos, de los recién llegados, de los que no saben o saben pero les faltan contactos. Hay una vieja gasolinera en la plaza que sirve café torrefacto recalentado junto caracolas más duras que el titanio y que proporciona resguardo del frío del invierno y del calor del verano, que a esas horas baja a unos cómodos treinta grados. De repente se abría la puerta y alguien gritaba "Necesito albañiles, encofradores, sin contrato, pago diario" y por alguna razón que nadie acababa de comprender levantaban la mano dos que estaban en la barra, pagaban la cuenta y se iban con el. A los diez minutos "Limpieza de una nave, sin contrato, pago diario" y se levantaban otros dos y lo mismo. Yo no tenía ni idea de como iba aquello, así que como era el primer día me dediqué a ver y escuchar. En media hora aquella gasolinera había creado más empleo que todos los gobiernos democráticos hasta 1996. Era la hora crítica, las 7 de la mañana. A mi derecha se encontraba un señor en traje y corbata, gordo, calvo, de avanzada edad que iba por su segundo desayuno y no paraba de mirarme, acompañado de otro que estaba enfrascado con el crucigrama del periódico.
- ¿Chaval, quieres trabajar?
Me encogí de hombros. Era (Y soy) tímido, utilizo las palabras como defensa.
- Mira chaval, tienes buena planta, eres guapo- No empezó muy bien- El trabajo es fácil: Llamar a la puertas y vender enciclopedias, se venden solas y la gente es muy amable. ¿Entiendes? Si vendes varias por semana te daríamos de alta en el seguro ¿Que te parece?
Me parecía bien, no tenía nada que perder: Tenía casi 4 meses de vacaciones hasta que comenzara el instituto de nuevo, necesitaba dinero y carecía de experiencia.
- Venga, vámonos. Deja deja, yo invito. - Y me pagó el café. Creo que es la primera vez que alguien me ha pagado un café en la vida.
Así terminé sentado en la parte trasera de un Peugeot 305 junto con los maletines de mis dos compañeros rumbo al llamado cinturón rojo, las ciudades dormitorio del sur de Madrid.
martes, 6 de junio de 2023
Micaela Dominatrix
Somos lo que vivimos, la vida nos forma en pequeños detalles que emocionan por dentro, que nos moldean como una obra de arte divina. Micaela no iba a ser diferente. Su apartamento ya estaba a dos calles del trabajo. Ahora quería, además, amortizarlo con los clientes. Lo había estudiado en Marketing de la carrera: Se llamaba Cross-Selling. Empezó a darle su número personal a los clientes de la línea erótica. Su jefe, que supervisaba las llamadas se reunió con ella la primera vez y le dijo que por el estupendo, pero que tenía que conseguir que volvieran a llamar. Ella les ponía las reglas bien claras: Nada de toqueteos, nada de besos, nada de cama. Ella mandaba en todo momento, y si se dejaba mandar la tarifa era el doble. Craso error: Ser dominatrix era algo que sus clientes adoraban, y estaban dispuestos a pagar verdaderas barbaridades por sentirse dominados. Siempre era el mismo perfil: Cuarentones en crisis con las madres de sus hijos, que les negaban el alimento básico para el alma, mujeres que consideraban el sexo un trámite para conseguir algo, que no amaban a sus maridos (siempre he pensado que si las mujeres supieran de verdad lo simples de satisfacer que somos los hombres el mundo cambiaría radicalmente) es increíble la cantidad de personas necesitadas de afecto, y más increíble aún las perversiones que le pedían. Pero así Micaela pasó de Embajadores al barrio de Salamanca, a ponerse una agenda a sí misma, a disfrutar de hombres adinerados, a hacer descuento a los guapos y educados sin que ellos se dieran cuenta, y a pagarse la matrícula en el ICADE mientras sus padres pensaban que trabajaba de camarera. Todo en su vida pasó a ser una actuación: desde que se levantaba tarde con su carpeta amarilla y su traje chaqueta de algodón orgánico hasta sus fines de semana desvestida con cuero y juguetes. Dani era su mejor cliente, no el más adinerado, pero sí el más generoso: Pasar de un Seat Ibiza a un Hurtan descapotable fue todo un cambio en su vida, sobre todo porque abrió un deseo añadido de ciertos hombres: Querían verla conducir por las carreteras de la Sierra. Básicamente querían sentirse jóvenes otra vez y ver a las piernas infinitas de Micaela manejar los pedales mientras miraba impasible al frente vestida con sus gafas de Sol gigantes y sus vestido blanco nuclear se estaba convirtiendo en el objeto de deseo de un grupo determinado de hombres con poder y con dinero del barrio. Y el salto de calidad se lo tenía que agredecer a Dani. Lo que estaba claro es que ella jamás hubiera acabado con su vida, pero probablemente sabía quien había sido.
lunes, 5 de junio de 2023
Micaela aprende a trabajar
- Todo comenzó porque mi mamá se quebró una gamba - Decía Dani, que sin saberlo, tenía el poder de contar historias espectaculares - La llevé al hospital de La Moraleja, vos sabes.
Claro que sabía. El Hospital de La Moraleja es un mundo feliz: Tiene escaleras mécanicas para subir a las consultas, todo el mundo sonríe porque lo pone su contrato, nadie está preocupado por obtener una oposición y hasta los celadores son guapos. En oposición al clásico ladrillo visto español, todo el edificio está recubierto de paneles plásticos blancos por dentro y por fuera, de forma que al entrar da la sensación de estar en un centro comercial del siglo XV donde no hay feos y el socialismo es considerado una enfermedad infantil fácilmente tratable. Allí Dani se encontró a sus amigos (los latinoamericanos no confían en los sistemas públicos de salud, aunque para ir a los privados luego tengan que estar varias semanas comiendo arroz) esos que posteriormente le enseñarían Madrid La Nuit, las Diosas de la noche que acompañan a hombres adinerados y ebrios. Yo como consultor he acompañado a directivos más de una vez, he visto desfilar muchas Micaelas hasta que algunos de ellos sacaba su abultada cartera de la americana y hacia un gesto para que la chica se acercase: "Te dejo que me invites a cenar, pero no me voy a acostar contigo" decían siempre.
Dani, necesitaba hablar y ser escuchado básicamente porque al no conocer las costumbres de España, los demás no le dejaban. Cuando soltaba su famosa frase, siempre preámbulo de una gran anécdota "Te voy a contar algo" ya se había iniciado el debate y había mínimo dos facciones enfrentadas entre sí, desde el consumo de la barra de pan frente a la baguette o el pan integral hasta el clásico Ribera/Rioja o Real Madrid/Barcelona, pasando por la tortilla con cebolla o sin cebolla, porque los españoles opinamos de todo lo que no sabemos y si es de comida podemos incluso opinar y contradecirnos en la misma frase.
Micaela era una experta de la escucha activa, esa que aprendió como teleoperadora nocturna en una línea erótica en embajadores.
- ¿Quieres línea erótica o tarot, cariño? - Le dijo una señora en la puerta que rozaba los mil quinientos años aproximadamente.
- Disculpe, yo venía por una oferta de auxiliar administrativo backoffice nocturno.
- Claro, claro, sí sí. Pero no. Pasa, por favor.
Eligió teleoperadora erótica porque sólo se tenía a sí misma y tenía que pagar la habitación donde vivía. El trabajo verdaderamente no era muy difícil: Los hombres la llamaban y pedían tonterías, como que bajara al chino a por tabaco, mientras ellos esperaban al otro lado de la línea haciendo manualidades. Inútiles que deseaban mandar a mujeres y sólo tenían cojones para hacerlo a través del teléfono. El Estado obligó a estas empresas a que la llamada durara un máximo de 30 minutos y eso es lo que Micaela decía que tardaba en bajar al chino. Más minutos implicaba más comisión. Cuando recibió su primer sueldo aún no lo creyó, y después de 6 meses trabajando allí se mudó a un piso ella sola.
martes, 30 de mayo de 2023
Micaela
lunes, 22 de mayo de 2023
Rescatando amigos
La primera vez que rescaté a Dani fue 7 años atrás. Me llamó:
- Estoy aquí, ven y te invito.
Era la tarde de un sábado. Degusté una carrillera magistral en La Descarada y me disponía a hacer el amor y dormir siesta de pijama sin saber si volvería al mundo de los vivos. Después si alcanzaba a ir a San Isidro bien, sino la purísima.
Tardé un rato en llegar al Hard Rock, y otro tanto en esquivar los turistas hasta llegar a la barra. Nada más verme me pidió una copa. No es mujer para mí, me dijo. Y era verdad, no lo era. Pero era la suya. Y llevaban veinte años juntos. Ayer en el hotel pensé en llamarte. Pues haberlo hecho, cenutrio, me has jodido la siesta, el polvo y la corrida. Sonaba It’s no Good, de Depeche Mode. Sin duda lo único bueno de aquel local era la música. La prueba definitiva de su estado fue que hizo un ademán de bailar. La gente rica no necesita bailar, y menos en un lugar con más japoneses que un sábado en Las Ventas.
Laura, la que no era para el, me llamó desesperada.
-No está, y estoy preocupada, tú eres un buen amigo, has de saber dónde está.
Naturalmente que sabía dónde estaba. Ella también lo sabía, pero probablemente prefería ignorarlo para así montar el drama al que era adicta. Aprendí hace muchos años que las personas que no tienen nada que hacer en la vida necesitan el caos, de tal manera que lo provocan: Vivir una telenovela en sus propias carnes, dado que no han de cuadrar cuentas, pensar que supermercado elegir o que facturas dejar de pagar para llegar a fin de mes. Tramas alternativas para no aburrirse: La trama de los cuernos, la trama del enfrentamiento entre familias, la trama de elegir el colegio para la niña.
Don't say you want me, don't say you need me, don't say you love me, it's understood
Dani ya había hecho su Tour por el foro: Primero llamó a Micaela, una bella escort egresada del ICADE del barrio de Salamanca, su confidente femenina, una amiga de pago que escuchaba mientras le dejaba sin oxígeno en su Ático. follándole sin tener sexo, hasta que pedía clemencia atado de pies y manos . Dani había regalado a Micaela un Hurtan blanco, descapotable, precioso y único. Y Quizás fue esta su mayor equivocación: Las mujeres latinoamericanas, en especial las ricas, perdonan cuernos pero no perdonan que se gasten más en la puta que en ellas. A Dios lo que es de Dios, y al Cesar lo que es del Cesar. Él había intentado justificarlo en forma de inversión en barcos tanqueros en Singapur, consejo mío que hizo que ganara aún más dinero. Joder Daniel, desde cuando se pagan tanqueros por transferencia bancaria a una cuenta en España.
don't say you're happy, out there without me, you know you can't be, cos' it's no good.
Así que al parecer Laura, tras descubrir su nexo familiar con los Mihura, había mandado a la chica con la niña al parque para comenzar una discusión sin fin con su marido, a voces y a gusto. A gusto de ella. Gritó, exigió un sofá de tres mil Euros que Dani le había negado, según el demasiado caro -Decía mi padre que los ricos eran ricos porque no gastan- Y Dani, tras aguantar un rato el rapapolvo salió corriendo por la puerta en busca de la soledad que todo hombre necesita para solucionar sus problemas, directo a los brazos de Micaela, que siempre estaba dispuesta a escuchar sus lágrimas entre látigos.
La segunda parada del Tour era este momento, el Hard Rock, ya por la tarde, después que le hubieran borrado el número de chasis: La exaltación de la amistad, el abrazarme llamándome "Il Capo".
Miré el móvil y tenia 25 llamadas perdidas de Laura.
- Tranquila, esta aquí, ven a recogerlo, mientras te lo envuelvo para regalo.
- Imbécil- respondía ella.
No me quedaba claro si el imbécil era Dani o yo.
A partir de ahí me sentía en una telenovela de bajo presupuesto: Laura nos esperaba en el Parking de Colón -probablemente uno de los más grandes de la ciudad y de los más caros- con el motor del volvo gigante encendido y visiblemente enfadada. Apagó el motor cuando nos acercábamos, bajando de un salto como carrista de un Leopard, me tiró las llaves mientras le soltaba un manotazo a Dani, que estaba en estado semiinconsciente.
- Llevalo tú, que si le llevo yo le mato, tu amigo es un hijo de mil putas, no le soporto, le mato, es un hijo de mil putas camioneras sifilíticas.
Nadie en el mundo, nadie, insulta como los argentinos.
El trayecto de vuelta lo comenzábamos siempre en silencio, con el primer disco de Héroes de fondo. Todavía no habían sido producidos por Phil Manzanera y se notaba muchísimo en los arreglos, en el sonido limpio de las guitarras. “Y no puedo recordar, la visión de nuestras almas al pecar" a partir de la segunda o tercera canción cantábamos a coro, mientras dábamos un par de vueltas por el pueblo para evitar llegar los primeros.