jueves, 19 de febrero de 2015

Careme es nombre de mujer

Mientras degustaba unas maravillosas Alcachofas gratinadas con llema de erizo en el Caréme, -Un maravilloso restaurante enfrente del Palacio de Aranjuez- El sabor de las verduras me hizo pensar "A partir de mañana" -me dije a mi mismo- "hago dieta". 
Al comenzar el segundo plato, un corazón de solomillo, recapacité. Da gusto posponer las cosas desagradables, como la dieta o la muerte. Además, proporcionaré en un futuro empleo a los cardiólogos que ahora se están formando en la universidad, entre botellones, huelgas y partidas de mus, con lo cual crearé empleo en la próxima crisis. Todo son ventajas. Win-Win, que dicen los americanos. ¿A quien puede interesarle dejar de comer? A algún amargado sin duda, de esos que quieren hacernos cambiar nuestro modo de disfrutar la vida. Porque España se disfruta entre plato y plato. Bien he podido comprobar como la tribu de amargados no gustan de comer bien, en tanto que tampoco disfrutan del amor (ni del odio, el odio a ratos puede resultar gratificante, inofensivo y divertido). Y si por alguna razón tenemos a los humanos más felices del planeta (es una teoría mía sin datos, aunque todavía no refutada por nadie) es por el Sol, la comida y el amor. Sino esto sería Stuttgart, oiga. Si encuentran algo más dulce que el  Pastel de almendra con helado de miel y mahonesa de chocolate -una razón más para olvidarse de las dietas, para aplazar el resultado de decisiones desagradables- ruego me escriban.