lunes, 14 de septiembre de 2020

Amor de pistachos





Te mostré baklava, delicia previa al sabor de tus labios. Tu desconocías el dulce de pistacho, yo desconocía tu tacto, ese que memoricé y sentí como una extensión de mi cuerpo. El amargo del te que nos acompañaba era tu si pero no, un sé que te tengo y hago contigo lo que quiero, un no quiero que te vayas pero nunca me tendrás. Eres un espíritu libre. Quizás yo también, pero quiero dejar de serlo. Tu tienes miedo al compromiso, tu cabeza te dice que pases el resto de tu vida con alguien que te quiera, tu corazón te pide viajar donde te lleven los sentimientos una y otra vez sin repetir destino. Y yo te explico en voz baja que no tienes por qué elegir, que vivas en libertad, que la senda recorrida siempre es distinta aunque pasemos por ella varias veces. Se que si aquel hombre apuesto y joven se arrodilló ante tí ofreciéndote todo lo que querías y lo rechazaste no fue por falta de amor, sino por falta de libertad. No quieres ser una mujer de su casa, no quieres que nos despierten los niños los domingos. Quizás amar para tí sea un medio para un fin. Quizás quieras los niños pero no el marido. Quieres el despertar, el desvivirte por alguien que sea creado por tí, no sentirte sola nunca más, pero sin más palabras que las tuyas. ¡Que sabrá tu cabeza diciéndote que no es lo correcto! El corazón prefiere la inmediatez del placer y la felicidad, y siempre gana en la carrera de fondo que es la vida. Al igual que es imposible luchar contra el destino, tampoco nos es posible hacerlo contra lo que sentimos, lo contrario es una vida de infelicidad, una vida sin plenitud. Por eso te hago el amor como si mañana no volviéramos a vernos, por eso cada beso te lo doy como si fuera el último, porque sé que soy uno más, llegará el día que decidas pasar al siguiente, y no me entristece, desde que empecé a amarte sabía que era así: Sustituiré tu cuerpo por el de otra, pero jamás tu alma, porque siempre amamos a la misma persona, pero en distintos cuerpos.