miércoles, 8 de noviembre de 2017

Llave de amor






Encontraste la llave. Quizás fue mi inconsciente, quizás quería que la encontraras. Que importa eso ya. Cuando te conocí eras hermosa, pero imposible. Me avisaron de tu carácter, ese inconformismo de silencios y no silencios repetitivos que pueden volver loco a un hombre. Buscabas un caballero andante, nada te valía. No comprendías que el amor puede durar toda una vida, pero que la belleza es efímera, que un día despiertas y no te reconoces en el espejo. Encontraste la llave, y empezaste a darme voces, poseída por la incomprensión de quien se cree tan hermosa como para hacer feliz a cualquier hombre. Que más da tus facciones perfectas. No, no me basta contigo. Soy hombre, quizás de los de antes, de esos que anhelan desabrocharse la camisa al llegar a casa y olvidarse del exterior. Sin reproches, sin quejas, tan sólo descanso. Pero tu no lo vas a permitir. Anhelas la preocupación diaria por pequeñas cosas sin importancia como si fuera la razón de tu existencia. Y sin ganas de vivir me dejas, después de tu enésima queja. Minutos después entramos en la sección celos. No diferencias cuando hago tonterías de cuando flirteo. Es más: No me dejas hacer mis tonterías, o al menos lo intentas sin éxito. Con tu voz de fondo pienso en mi padre, que afirmaba que se baila como se folla: Si una mujer no baila, huye. Mi sonrisa bobalicona como producto de este pensamiento es interpretado como que me estoy riendo de tí. ¡Que cojones me voy a estar riendo de tí! Hace un cuarto de hora que dejé de prestarte atención, aunque verdaderamente mi capacidad es reducida. Celos ¿De quien dices? Ni me acuerdo de quien hablas, me has presentado a tantas amigas, cada cual más fea que la anterior (y yo sólo me acuerdo de las guapas) que recordar me resulta difícil, así que te miro con cara de perro que quiere salir al parque mientras la dueña se muestra pensativa, y me sueltas que no, que no te doy pena. Vale, la comunicación gestual como que no, alabarte no va a servir de mucho y cualquier cosa que diga va a resultar contraproducente. Pero no puedo callarme, es contrario a mi forma de ser: Cariño, deberías de ir a clases de baile. Y al decírtelo, tu cara se ilumina, yo sonrío como cuando acierto una pregunta del Trivial, te olvidas de la llave y me llevas a la habitación.