miércoles, 24 de diciembre de 2014

LA NEGACIÓN DE LA CONDICIÓN HUMANA

Nos pasamos la vida negando lo evidente. Negando la condición humana. Y no hablo tan sólo del amor. Hablo de la frase del Principito: "Lo esencial es invisible a los ojos".

https://www.youtube.com/watch?v=-8l0_mzi9no


Escuché esta canción tres veces antes de poner rumbo al norte este verano. Parecía huir de mis raíces sureñas, como si un fantasma me hubiera declarado la guerra. Siempre he vivido en instantes y cuando una canción te marca el rumbo, no hay nada más que decir. El caribe Europeo. Podrías estar en Hawai, como también podrías estar rodeado de sirenas y sin embargo estás abrazado, aferrado. En esta vida cometemos errores, pero sólo son errores sino podemos disfrutar de ellos. En caso contrario, yo lo llamo vivir. Los míos, alegres, viendo como les mostraba el paraíso en la tierra.

Porque hay otros mundos, pero están en este. Y, apunto de terminar este año, Reflexiono sobre lo que quiero ser de mayor.

Quiero ser esa pareja de aviador y escritora de bellos vástagos, que con tan sólo leerme me hicieron el camino más fácil. Las alas las llevan en el corazón, ella y él. Reconocido es: Las palabras las maneja mejor ella que el. Ella parece dueña de las pócimas que devuelven la vida, él atraviesa tierras inhóspitas para traer el pan a casa. Una hace reflexionar, el otro sonreír.

Quiero ser esa mujer que cría y decora su vida con palabras cortas, que la definen y que llevan a la reflexión. Corredora de larga distancia en la vida, buscadora de las palabras exactas y definitorias. Y sonríe.

Quiero ser esa escritora que pelea por su profesión día a día, acompañada por un marido que cree en sus letras tanto como en el código fuente.

Quiero ser ese funcionario que sonríe mientras parece vivir una película de Berlanga, mientras su mujer, simpática y gruñona a la vez, le llama constantemente, pues no pueden estar ni un minuto separados.

Quiero ser cualquier persona que no renuncie a los sueños, pero sobre todo quiero ser como la persona que no me hace renunciar a los míos, la que me ha devuelto el sentido de la palabra familia
tal y como lo soñé desde mi más tierna infancia. La que sabe que necesito escapar del mundo y por eso siempre tengo una maleta debajo de la cama, para luego volver a sus brazos segundos después.

Y para eso, os seguiré pidiendo ayuda el año que viene.


Os dejo con Eddie, que la noche es muy larga. Os podría decir que escucharais esta canción como una oración, casi como un susurro. Pero podéis escucharla como os de la gana

https://www.youtube.com/watch?v=3LDy-6oFA7A







lunes, 8 de diciembre de 2014

Recuerdos de Vejer

Vejer es un pueblo blanco hermoso, que parece casi de cuento. En la playa de El Palmar alquilábamos todos los veranos una casa por todo el verano. Es decir, casi tres meses de playa. Tres meses de coger cangrejos, de ser malcriados por los abuelos, de castillos de arena. De esa clase de felicidad tan inmensa que no puede ser descrita con palabras. De comer helados y probar sangría como si fuéramos adultos. 

Desde entonces el paraíso me lo he imaginado así: Despertando con la luz del sol y con los placeres culinarios llamando a la puerta de casa: Pan recién horneado, huevos y carne de una granja cercana, aceitunas. pescado sacado del mar con anzuelo esa misma madrugada. La altura, tanto de mis primos como mía, creo que en parte se debe a que acabamos prácticamente con las reservas de acedías de Sanlúcar de Barrameda y aledaños. A eso y que durante muchos veranos seguidos no teníamos nada de preocupaciones, sólo sueños. Playa, series de televisión sobre coches que hablaban, y mucha pechuga de pollo: No hay nadie que me haya conseguido explicar científicamente porque la pechuga de pollo empanada sabe mejor en un día de playa y rodeado por los tuyos, envuelto en una toalla como si fueras un medallista olímpico. 


Cuando murió mi padre supe que había dos sitios donde quería esparcir sus cenizas: Uno era la playa de Chipiona, donde el paso sus veranos más felices, y el otro, El Palmar. Caminar por la arena es como rejuvenecer. La última vez, en el restaurante Trafalgar, degustando pescado acompañado por Manzanilla en la plaza de España, cerré los ojos por un momento y volví a oir las risas secretas de los recuerdos, esas que quedan marcadas en la piel y son nuestra denominación de origen. La felicidad es esa sensación que nos deja piel de gallina por segundos. Nunca hay que dejar de buscarla. 



miércoles, 3 de diciembre de 2014

Libertad para hacer Lentejas

Las lentejas son probablemente mi especialidad culinaria. Cociné mis primeras lentejas a los 14 años, sabedor de que mi madre se había ido la noche anterior por la puerta de mi casa para no volver nunca más. En la radio sonaba Creep de Radiohead. Me invadía una sensación terrible de soledad que desaparecería tiempo después y se convertiría en necesidad. Mi padre tomó su vuelo hacia Bruselas habitual, tras tener una charla conmigo de madrugada. ¿Que necesidad hay de vivir con alguien que no quieres? Resumió. Le di la razón. Afortunadamente, yo nunca quise a ninguno de los dos, y convertí el potaje en elemento recurrente para evitar la alternativa que ofrecia mi padre a la ausencia de "cocinera": Salchichas y Patatas. Menos mal que la alemana era mi madre. 

Cuando cumplí la mayoría de edad y salí por la misma puerta buscando mi libertad, mi dieta básica se cocinaba los domingos y me duraba una semana. Tres tuppers de lentejas y dos de Garbanzos o al revés. No cenaba prácticamente nunca. Mi desayuno se limitaba a una tostada con café. Pasé hambre durante más de tres años, temblando en invierno por la falta de lípidos en el cuerpo. 

Es curioso como la vida, a través de los años te cambia la perspectiva de las cosas, pero esa necesidad del fuego lento, de "sentir" la comida, ese instinto primitivo de cueva y calor, es como un ritual litúrgico, necesario. Nunca he pedido lentejas en un restaurante. Sería como romper con una tradición, como traicionar a mi yo superviviente y hambriento de comienzos de mi juventud.

¿Donde está la clave? ¿En las lentejas, el clavo, las zanahorias, las patatas, el chorizo picante? No. La clave es mantenerse paciente. Y sobre todo experimentar. 

Ahora, mientras disfruto de su sabor a fuego lento, pienso en los nuevos sabores a los que he dado bienvenida en mi vida, y sonrío. 

La clave está en la vida, en la libertad, en el amor. Y en mantener las decisiones tomadas. ¿Libertad para hacer lentejas? Por supuesto, y para comerlas con quien me de la gana. 


lunes, 1 de diciembre de 2014

Estrellas de martes

Es de noche, la ciudad duerme. Tan sólo se escucha el leve zumbido de la calefacción. Yace ante mi la intranquilidad, la falta de sosiego. La oscuridad envuelve todo, como una telaraña invisible. Me invaden deseos de dejar de respirar, de abandonar este mundo. Intento llorar y no puedo, tal es mi angustia. La soledad buscada es la peor aliada, un mal compañero en el viaje de la vida. Cuando las estrellas se apaguen, tarde o temprano, veré tu sonrisa y amanecerá. No hay sol si no es contigo. La ansiedad llama a nuestra puerta, con sus amigos abismo y precipicio. Respira de manera entrecortada en nuestros sueños, nos hace sentir pesadillas despiertos.

Busca a otro, yo soy feliz. Quiero serlo, y ese es el primer paso. Vete, ansiedad maldita. Llevate a tus hermanas, soledad y angustia. No quiero a nadie de tu familia. Tan solo quiero paz, pues compre felicidad de rebajas y me tiene que durar dos temporadas. Compré felicidad de oferta y me dieron 3x4, que son doce, como los meses del año. Con eso tengo para alimentar mi alma, poseedora de un apetito voraz. Nada sacia el hambre de felicidad.