jueves, 6 de julio de 2023

Por los hijos hay que agacharse

 La máxima expresión de mi padre, la que no entendí hasta que yo mismo lo fuí fue "Por los hijos hay que agacharse". La frase no es suya: Era de un compañero padre de una amiga mía, indicando que el podía dar mucho más de lo que estaba dando, indicando que mi padre vivía muy bien en comparación con el resto de sus compañeros, pues en la mayoría de ellos entraba un sólo sueldo en casa y además había más bocas que alimentar. Y hasta que no tienes un niño en los brazos que te mira diciendo que eres su persona favorita en el mundo no lo entiendes. La reacción no va proporcionada al abrazo de tu hijo (En el caso del mío todas las mañanas viene a subirse al sofá para darme palmadas en la espalda a modo de saludo mientras disfruto del café) No, la reacción de protección es siempre desproporcionada, como si estuviéramos en una serie distópica donde el orden mundial ha desaparecido y hay miles de peligros. Ni el mundo es tan peligroso ni nuestros hijos son tan tontos. Un año más, por las mismas fechas, las fiebres se enamoran de mi hijo e impiden su correcto descanso, como si poseyeran su espíritu. Es algo que un padre detecta enseguida: Simplemente porque la criatura está quieta más de tres segundos seguidos sin hacer o planear alguna trastada. Yo lo llamo la fiebre de San Fermín. Todos los años desde pequeño lo veía por televisión junto a mi padre, en un simbolismo del comienzo del verano (los momentos más bonitos de mi infancia han sido en verano) junto a un equipo de fútbol de niños correteaba por un chalet a pie de playa que ya no existe. La foto del verano eramos todos delante de los tres coches correspondientes a las tres familias. Mi abuela tenía conejos y gallinas en la parte de atrás del chalet, y una mañana varias jaulas aparecieron roídas, con sangre, piel y plumas a partes iguales. Mi abuela lloró, y mi abuelo, que nunca hablaba, profirió unos insultos al aire. Mientras señalaba unas huellas pequeñitas, como de perrito. Siguió el rastro (no era muy difícil, la verdad) hasta que dió con la madriguera del zorro gris, escondida detrás de una vieja cerca. Lo mató con una escopeta de perdigones y lo dejó al lado de la carretera, entonces de arena. Al día siguiente llamó la Guardia Civil a la puerta. Mi abuelo sacó el carnet de alférez provisional. Los guardias se cuadraron con taconazo, pidieron disculpas y se fueron. Llevábamos más de un lustro en democracia. Era San Fermín.  

2 comentarios:

  1. Caramba con tu abuela, era, literalmente, de armas tomar, lo de cuadrarse ante tu abuelo no sería solo por el carné, debía de tener una apariencia muy marcial . Espero que el pequeño se recupere bien y pronto.

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