martes, 28 de junio de 2016

Magia y Amor



Desnudos nos resulta mucho más difícil mentir, cuando la ropa no tapa las vergüenzas. Me preguntas ¿Que piensas? Como si pensar tuviese que ser algo concreto, como si cuando la mirada se nos queda fija estuviéramos viendo el pasado o el futuro. Teniéndote tan cerca me vino una curiosa imagen a la mente: Estabas sentada en un tren, abstraída por la lectura. De pronto parabas de leer, pues te había venido una imagen a la mente: Estábamos desnudos, abrazados, susurrándonos palabras de amor, y mientras te acariciaba se me quedó la mirada fija. Entonces me preguntaste ¿Que piensas? Como si pensar fuese algo concreto, como si cuando la mirada se nos queda fija estuviéramos viendo el pasado y el futuro. Ese fue el sueño que me hizo despertar, sentir la soledad de mi cama, sentir la ausencia de tu cuerpo -que hacía un instante, estaba abrazado al mío, como si fuésemos un sólo ser- y la necesidad de respirar profundamente. Me vestí y salí a correr por el bosque, huyendo de mi propia soledad, con lágrimas en los ojos. El viento parecía enfrentarse a mí y me golpeó con fuerza. Parecía decirme que volviera a mi cama, que aquella noche no era para andar corriendo de madrugada. Que no podría escapar de la angustia de tu recuerdo, del tacto de tus brazos en mi cuerpo. Avancé por la oscuridad, y de pronto te oí a lo lejos, llamándome. Al acercarte, vi que tenías alas. Dí un paso atrás, asombrado y caí por un precipicio situado en el camino por donde había venido. Desperté y te abracé fuertemente. ¿Un mal sueño? me preguntaste. Sí, te contesté, mientras te mordisqueaba con cariño la espalda, continuaba por el cuello y te besaba. Ven, soy un ángel, me dijiste, te haré olvidar la pesadilla. Y sentí que tus besos, perdidos en la oscuridad, eran un regalo del destino. Dentro de ti comenzaste a hacerme preguntas entre susurros, que yo contestaba con gemidos, disperso, sin saber que decir. Un sentimiento de felicidad inmensa que me hizo despertar, seguido de tu llamada telefónica. Tras saludarte me quedé en silencio y me preguntaste ¿Que Piensas? Como si pensar tuviese que ser algo concreto, como si cuando la mirada se nos queda fija estuviéramos viendo el pasado o el futuro.

lunes, 20 de junio de 2016

Luna de Verano, Luna de amor




Ahora que la Luna parece que va a caer a nuestros pies, ahora que, desnudos en esta noche de verano nos miramos con su sola luz, surgen en mi corazón miedos y preguntas que tu silencio no va a contestar. Juego con tu pelo mientras miras el cielo callada, y de pura quietud apenas se escucha tu respiración. ¿Me amas, o tan sólo decidiste saciar tu soledad? ¿Dejarás ese vacío en el corazón, esa cruz en mi alma, esa nota de romanticismo escrita a mano, de cuidada caligrafía? Yo te amaría hasta que la enorme montaña que nos resguarda del viento se derrumbase. Estaba antes que nosotros y estará hasta el fin de nuestros días, hasta cuando quiero mesar tus cabellos. Enamorado como estoy, de la belleza de tus facciones, de esa delicadeza que parece por tí inventada, la adrenalina se ha apoderado de mi cuerpo y me impide cerrar los ojos, me resulta imposible dejar de mirarte, y es tu gesto, tu media sonrisa, la que memorizo como si fuera un mapa del que dependiera mi vida. Adoro El norte, por la claridad de tus ideas, el este y oeste, como instrumentos del tacto lento, explorando cada milímetro de mi piel como si fuese la última noche en la tierra, como si fuésemos a morir al aparecer el sol. ¿Y el Sur? El Sur es el placer eterno, donde me adentro para dar sentido a mi existencia, donde muero un poco en cada embestida. Nada dices y comienzo a impacientarme. Observo con atención el reflejo de la luz en tus pupilas. De pronto agarras fuertemente mi mano, Y yo la hago desaparecer entre las mías y te pido lo que el corazón me dicta. Déjame mujer, por favor, déjame. Quiero dejar de pensar en tí, pues no hago otra cosa y mi existencia comienza a ser ridícula. Y entonces comienzas a llorar: Es el egoísmo del amor, pues amar es un acto hermoso pero egoísta: Amamos para que nos amen, amamos porque la persona amada nos hace sentir felices. Y cuando sabemos que nos va a hacer daño, huimos para evitar la angustia, ese vértigo en el estómago. Te abrazo mientras lloras sobre mi pecho. Tranquila, amor mío, tranquila. Encontraras a otro a quien hagan feliz tus besos. Eres hermosa, inteligente, delicada. Y por eso mismo me haces sufrir, pues tu perfección me destruye de manera tan dolorosa que no quiero seguir sintiendo, que no quiero seguir viviendo.  

jueves, 16 de junio de 2016

El Amor de los Silencios



Me dices que amas los silencios. Que el silencio está infravalorado. Que por tu boca apenas salen palabras, que tú eres de expresar con hechos. Y yo te imagino en una casa reformada en la que se escucha tráfico de fondo, sin apenas dar detalles de tu vida, sólo escuchándome, con una copa de vino en la mano. Tu tímida voz  me pregunta tiempos, curiosa, y cada anécdota amorosa parece conseguir desternillarte de risa, cuando ayer te hacía bostezar. Y yo me callo las miles de preguntas que tengo por hacerte, temeroso de que no me gusten las respuestas. Te preguntaría por qué tienes el nombre que me persigue, el por qué de ese pelo, la razón por la que estás sola.. -pues para mi resulta inimaginable que una mujer con tus virtudes esté sola: hablas poco, eres guapa e inteligente, para mí resultas muy atrayente- Y comienzo a soñar despierto con abrazos no dados, pues en los sueños creados por uno mismo el mundo es perfecto y el amor brilla con luz propia, porque el amor y la imaginación son los motores del mundo, y esa energía empieza a fluir en mí y activa mis pensamientos. Cuando era niño miraba las nubes y por cada nube pensaba una idea. Me imaginaba un futuro muy distinto al que me ha tocado vivir, distinto a las vidas que narraban los cuentos y las novelas que caían en mis manos y que terminaba leyendo con linternas. Ahora la noche es distinta. El silencio lo alcanza todo y no parece haber tiempo para nada. Las personas, presas de una agitación constante, sufren por un futuro que no pueden controlar, y para parar de pensar y sufrir, intentan evadirse de la realidad. No disfrutan el ahora, de las pequeñas cosas que nos hacen sonreír, como escuchar tu carcajada al otro lado de la línea, como descubrir mundos nuevos en los que ya estuvimos. Hablar con personas desconocidas que antes habían sido nuestros amantes. Un simple paseo basta para cambiar, un guiño que ofrecemos al destino. Y el destino nos devuelve el guiño, cambiando la percepción de nuestras propias vidas. Y yo degusto el instante como respiro, como si fuera una taza de café, a pequeños sorbos, sintiendo el valor de cada segundo y convirtiéndolo en felicidad. 

sábado, 11 de junio de 2016

Fiebre, temperatura del amor




Ahora, el comienzo del verano me recuerda a tí. Ahora cada grado que aumenta temperatura es un recuerdo imborrable que aparece en mi mente. Tu cuerpo desnudo tumbado sobre la sábana. Tus palabras de amor por la tarde. Degustar la vida mirando tan sólo a tus ojos. Sentir la plenitud dentro de tí. Se que sigues enamorada de mí, secretamente, quizás en un universo paralelo, quizás en mi imaginación. Y al pensarlo un escalofrío me recorre de la cabeza a los pies. Belleza infinita, razón de todos los poemas de amor del mundo. Pero tú no estabas enamorada de mí, sino de la idea del amor. Y por eso, el verdadero termómetro de los sentimientos daba dos medidas diferentes. Ahora estás en los brazos de otro. ¿Te quiere como te quise yo? Lo dudo, pues durante un verano fuiste la razón de mi existencia, poderosa, inalcanzable. El miedo a perderte hacía que terribles pesadillas se apoderaran de mi alma. La tierra se partía en dos, creando un abismo que nos separaba. Tu llorabas al otro lado, te sentabas en el suelo y abrazabas tus piernas sin saber que hacer. La distancia era demasiado grande para saltar y yo buscaba una manera de cruzar, pero la oscuridad te atacaba y te consumía, y tu desaparecías en un grito de locura. El mismo grito que yo reproducía al despertar a tu lado. Entonces te abrazaba y te besaba despacio hasta que conseguía que despertaras, entraba en tí para calmar mi angustia, para comprobar que no eras un espejismo. Y tus gemidos ahogaban mis penas convirtiendo mis pesadillas en sueños placenteros, de esos que odiamos despertar. Repetías mi nombre una y otra vez en el calor de la oscuridad, donde las palabras se convierten en plegarias de placer. limpiabas mis lágrimas con tus besos, con la ternura que sólo da el deseo. Me preguntabas que que te hacía, que donde había aprendido a dar placer a una mujer así. Y yo no te contestaba, entregado a tu cuerpo, porque unidos, nuestros cuerpos eran invencibles, inmortales. Tú me enseñaste princesa. Tu precioso cuerpo de guitarra está bien afinado, tan sólo hay que saber tocar la melodía. Y contigo tarareandóla es aún más fácil. Cuando nos conocimos, estaba recomponiendo las piezas de mi vida anterior y, perdido, no sabía por donde empezar, hasta que tú me atacaste por sorpresa con tus besos de madrugada. Me había llevado meses con cópulas inertes, cuerpos que no inspiraban, mujeres que entraban de mi vida buscando calmar instintos y no corazones. Conducía mi vida acelerado, al igual que ahora hago para escapar de tu recuerdo, para enterrarlo para siempre, porque no eras la mujer de mis sueños, eras la mujer de mi vida. 

viernes, 3 de junio de 2016

Tropezar entre desamores




No quiero enamorarme de tí porque luego voy a sufrir, pero después de diez años te voy a decir que te quiero. Ese era tu último mensaje, de una estupidez sublime. No me digas que me quieres joder. No me digas que me quieres, joder. Cuando te recogí me quisiste dar un beso en los labios como si fuéramos novios y me aparté. Ser tu amante es la agonía del no amor. No me atrevo a mirarte cuando te desnudas, porque tu cuerpo es tan hermoso que supera mi imaginación, porque tu cuerpo es tan hermoso que no merece desgastarlo con romanticismos. Y no es amor lo que te pido cuando te tumbas en mi cama. Llevabas un año casada con él cuando nos besamos por primera vez. Fuimos demasiado rápido, y en la autopista del amor perdimos el desvío. El que yo consideraba el amor de mi vida había muerto por amarnos demasiado hacía poco, y follarte resultaba algo fresco, pasional, irracional, una delicia. Tu cuerpo era mi paño de lágrimas y, a la vez, la razón por la que la palabra sexo fue inventada. Nunca quise nada más. Luego vino el siguiente desamor, y de nuevo nuestros encuentros en suites acristaladas donde fumabas desnuda en la terraza, con tus tetas provocando a todo Madrid. Todavía recuerdo las risas cuando le abriste la puerta a la botones que llevaba la comida a la habitación. Sonriente, no te miró a tí, pero en mí se entretuvo unos segundos. Cuando le preguntaste si le gustaba lo que veía, se puso roja hasta las orejas y tropezó al salir justo cuando le dí propina. Y eso es nuestra relación: Tropiezos entre desamores, amarnos bajo las sabanas de un hotel del extrarradio, como si en vez de una pija de Pozuelo fueses una Escort de alto standing. Diez años quejándote de tu marido, diez años diciendo que te ibas a divorciar. Llamadas a medianoche que luego se convirtieron en mensajes con el mismo contenido: Necesito verte. Otras van a la peluquería -dices- Yo prefiero tenerte dentro de mí. Y te vuelvo a despedir, te cierro la puerta, pero tu bajas la ventanilla e intentas darme un beso antes de irte. Y mi negativa enciende en tí el amor y apaga el motor de tu coche. Vuelves a arrancar e intentas apagar tus sentimientos, pero al llegar a casa, dices que me quieres. Amantes que se quieren, no me hagas reír. No es que sea arrogante. Simplemente, apareces y desapareces de mi vida como un huracán y yo quiero una relación sin reproches, sin lamentos. Una relación de amor de cuento, de esas que no existen. Y no tengo valor para reconocer delante tuya que soy un soñador, que todo es mentira. Sé que dejarle y empezar una relación conmigo sería renunciar a tu vida sencilla de paseos, charlas y compras con amigas. Ni siquiera vistes a tus hijos. 

miércoles, 1 de junio de 2016

Amor, Sol, Gatos y Maldad de suegros



Orgulloso de mi mismo, entré por la puerta de la urbanización. Era una pequeña victoria, pero victoria al fin y al cabo. Que coño. Era una Gran Victoria. ¿Aquel señor anciano, de moral judeocristiana, hijodelagrandísimaputa, exigiéndome riquezas y ser comedido en mis actos? ¿Aquel sujeto que junto con su maligna mujer, eliminaba tu verbo y te esclavizaba? Era una Gran Victoria. Me quedé quieto en la puerta del portal durante unos minutos, sin parar de sonreír. El Portero se cruzó conmigo: "¡Don Daniel, que feliz se le vé hoy!" Y efectivamente, así era. Dejé pasar un cuarto de hora. Entré y con sumo cuidado, abrí la puerta de la casa. Allí estaban los dos. El de moral judeocristiana tapándose sus partes con una sábana, transparente y mostrando que el Viagra había comenzado a hacer su efecto. Y su amante, una cuarentona más pintada que una puerta y cierta pinta de Escort, digo perdón, de puta. Saqué unas cuantas fotos y te las mandé. Por esta razón no quería tu padre que nos fuéramos a vivir juntos. Siempre dijiste que a tu padre le encantaba tu piso, que una vez jubilado se solía acercar allí por las mañanas. A mi me pareció una actitud ridícula. O bien era homosexual (algo que siempre sospeché, por razones que saltaban a la vista) o bien lo utilizaba como picadero. Los hombres somos simples, no tenemos tantas aristas como pensáis. Y ahora sabedor de haber acertado, no cabía en mi de felicidad, mientras hacía fotos a un anciano que tapaba sus sajonas vergüenzas sin decir nada. Tu gato apareció, y se subió a mi hombro con un maullido, quizás tan feliz como yo. Ronroneaba nuestra Victoria. Era una doble satisfacción, pues tu madre se merece todos los cuernos del mundo. Aquella mujer de maldad infinita, Tan fea como un aborto, que había pagado por matar a tus hijos para no tener que cuidarlos. Tu familia perdía una esclava con nuestra relación, y eso era un lujo que no se podían permitir. No podían permitirte ser libre y tomar las decisiones por ti misma. Recuerdo cuando oía tus pesadillas nocturnas, agobiada por tu falta de libertad. Voluntariamente te quedaste embarazada, pero claro, no habías preguntado a tus padres. Afortunadamente el destino se encarga de los esclavistas. Terminan enfermando de algo incurable y su agonía dura meses, a veces años. Es la venganza del universo a ancianos malignos de falsa moral que, por no saber morir a tiempo, se convierten en niños egoístas e irracionales. Y cuando el destino los encuentre, que será pronto, daré gracias al universo por haberse vengado en mi nombre, y por la sangre gitana que llevo dentro, escupiré sobre sus tumbas, para que sean malditos más allá de este mundo.