viernes, 1 de diciembre de 2023

Uniforme marrón

Mi padre tenía una máxima que yo repito: Los fines de semana son para los hijos. Esto quiere decir que allá donde iba, me llevaba, literalmente. Era un sábado por la mañana y mi padre comenzó a aparcar en la calle Fuencarral (hoy peatonal) para ir al Banco de Bilbao (hoy BBVA) a sacar Pesetas (hoy Euros) desde ventanilla y mediante cheques al portador (los tiempos cambian una barbaridad) 

De repente, nos dieron un topetazo por detrás. Así, sin más. Mi padre miró por el retrovisor sin entender nada. A mi se me erizaron todos los pelos del cuerpo, presentí el peligro. Empezó, pero no llego a terminar la frase "¿Qué cojones?" En un segundo el conductor de atrás había salido del coche, había roto el cristal y le estaba agarrando por el cuello. Mientras mi padre se ahogaba y dirigía su mirada unos instantes hacia mí, yo con mis seis años le miraba asustado y triste. Grité algo ininteligible. De alguna manera, consiguió zafarse, golpeó la puerta para salir y comenzó a darle puñetazos en la caja torácica a los que el agresor no reaccionaba, porque tenía más droga encima que sangre. La policía que estaba cercana al Tribunal de Cuentas ya había dado el aviso y aparecieron dos Talbot Horizon, separando a mi padre y al agresor. Hicieron falta varios agentes para sujetar al individuo, que debía medir metro noventa, pesar más de 100 kg. y solo gruñía. Acabamos en comisaria, yo sentado en la entrada mientras tomaban declaración a todos. Una agente me trajo un chocolate caliente, me preguntó que como estaba, me dijo que mi padre había sido muy valiente. Mi padre ya había sacado la identificación y el oficial del puesto se había puesto, valga la redundancia, a sus órdenes. Era un España distinta, donde la palabra parecía aún tener algo de valor. Sobre todo porque todos los testigos más o menos relataron lo mismo. El Oficial del puesto se rascó la cabeza y el bigote y mandó llamar a otro agente mientras mi padre seguía declarando. 

-..Sino respondo, me mata- termino de relatar mi padre. 
- Soluciónalo rapidito compañero, que quiero llegar a casa a comer- dijo el Oficial.
- A sus órdenes.  

De lejos se escucharon los chillidos del individuo mientras salíamos, y no era sólo porque se le estaba pasando la medicación. 

4 comentarios:

  1. Qué recuerdo tan duro, estas cosas pueden marcar a un niño, romper su confianza en la sociedad y sentirse inseguro en todas partes. La sociedad ha cambiado mucho pero no necesariamente a peor. Ahora ya no hace falta ir a la oficina (¿aun abren los sábados?) a sacar con un "Cheque de ventanilla" como llamaban al papel que rellenabas, y los uniformes ya no tienen ese marrón tan feo de aquellos días que dio origen a lo de "maderos".

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    1. La verdad no, esa zona sigue siendo teniendo sus cosas pero porque pasa mucha gente. Cuando era pequeño estaba llena de yonquis tirados por el suelo o que andaban como Zombies. Mi padre vivió durante años en Moncloa, un poco más arriba y los sabía manejar.

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    2. Al contrario, el método de resolución de conflictos de la policía, al menos en aquella época, parecía bastante efectivo. Ya digo mucha gente se ha quejado de ellos, pero a mí personalmente siempre me han tratado con mucha profesionalidad, respeto y diría que incluso con cariño.

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    3. Miedo a la sociedad no, pero como decía mi padre "La Liebre puede saltar en cualquier momento" Siempre es bueno saber defenderse en la vida (o saber a quien recurrir para que te defiendan) gente que quiere hacer daño a los demás siempre va a existir, no van a desaparecer mágicamente con una ley.

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