Micaela descansaba casi todo el verano. Según sus compañeras del ICADE era hija de un gran empresario que le pagaba sus caprichos ibicencos, sus bolsos de Loewe, su estancia entre algodones en La Mamounia de Marrakech. Según ella, simplemente era puta, hacía con su cuerpo lo que le daba la gana, y no se dejaba la vista corrigiendo documentos como algunas otras compañeras haciendo las prácticas revisando hojas de papel continuo con letra chiquitita hasta las dos de la mañana. Una vez fue a buscar a una a la planta 20 y tardo veinte minutos en salir, su jefe la pillaba cada rato. Habían quedado para cenar en Manolita Chen, un asiático fusión que empezó siendo un lugar de primeras citas, con velas y luz tenue y se reconvirtió en un lugar de confidencias femenino donde las amigas solían ser más que amigas. Así surgió la expresión "vámonos a comer un rollito Manolita" como frase clave para hacer cosas entre mujeres que por razones diversas o simplemente por intimidad no se quieren mostrar al público. Suelen decir que las niñas del ICADE visten todas iguales, trajes chaqueta y carpeta de plástico amarilla que sujetan con una mano y que sirve de comunicador de estado como si fuera el lenguaje del abanico. Micaela escuchó a su amiga admirando su escote sin disimular lo más mínimo, entre explicaciones de forensics, tablas dinámicas y actitudes de jefes acosadores. A ella ya le había convalidado las prácticas de la carrera un cliente, pero por supuesto eso no se lo pensaba contar a nadie.
- Entonces Micaela... ¿Tu no vas a hacer prácticas en ninguna auditoria o qué?
- No, antes me meto a puta que estar catorce horas viendo apuntes bancarios en papel continuo.
- ¡Hala Que bestia! Que no es lo único que hacemos...
Y a continuación seguía explicándole su trabajo, mientras Micaela sólo podía pensar en como trabajársela esa noche, con su capacidad innata para enamorarse de una niña pija durante unas horas y cuyo encanto desaparecía al amanecer. Pensó que ese culo y esos pechos bien merecían un arnés. La cogió de la mano y le susurro al oido "O te pides otra copa, o nos vamos"
Pidieron la cuenta.
En esas auditorias con horarios interminables y jefes insidiosos hay algo de secta destructiva.
ResponderEliminar