lunes, 19 de junio de 2023

Enciclopedias

 



Mi primer empleo fue de vendedor de enciclopedias puerta a puerta, en el verano de mi dieciseisavo cumpleaños, como respuesta a mi pregunta sobre una ropa de marca que estaba de moda por aquel tiempo y que mi padre se negaba a comprar. El insistía en que entre las obligaciones de padre no indica en ningún lugar que haya que comprar ropa de marca a los hijos. Así que fuí a donde, desde tiempo inmemorial, los madrileños van a buscar trabajo al salir el Sol: Plaza Elíptica, a las seis y media de la mañana. Es la oficina de empleo de los muy jóvenes y de los muy viejos, de los recién llegados, de los que no saben o saben pero les faltan contactos. Hay una vieja gasolinera en la plaza que sirve café torrefacto recalentado junto caracolas más duras que el titanio y que proporciona resguardo del frío del invierno y del calor del verano, que a esas horas baja a unos cómodos treinta grados. De repente se abría la puerta y alguien gritaba "Necesito albañiles, encofradores, sin contrato, pago diario" y por alguna razón que nadie acababa de comprender levantaban la mano dos que estaban en la barra, pagaban la cuenta y se iban con el. A los diez minutos "Limpieza de una nave, sin contrato, pago diario" y se levantaban otros dos y lo mismo. Yo no tenía ni idea de como iba aquello, así que como era el primer día me dediqué a ver y escuchar. En media hora aquella gasolinera había creado más empleo que todos los gobiernos democráticos hasta 1996. Era la hora crítica, las 7 de la mañana. A mi derecha se encontraba un señor en traje y corbata, gordo, calvo, de avanzada edad que iba por su segundo desayuno y no paraba de mirarme, acompañado de otro que estaba enfrascado con el crucigrama del periódico. 

- ¿Chaval, quieres trabajar? 

Me encogí de hombros. Era (Y soy) tímido, utilizo las palabras como defensa. 

- Mira chaval, tienes buena planta, eres guapo- No empezó muy bien- El trabajo es fácil: Llamar a la puertas y vender enciclopedias, se venden solas y la gente es muy amable. ¿Entiendes? Si vendes varias por semana te daríamos de alta en el seguro ¿Que te parece? 

Me parecía bien, no tenía nada que perder: Tenía casi 4 meses de vacaciones hasta que comenzara el instituto de nuevo, necesitaba dinero y carecía de experiencia. 

- Venga, vámonos. Deja deja, yo invito. - Y me pagó el café. Creo que es la primera vez que alguien me ha pagado un café en la vida. 

Así terminé sentado en la parte trasera de un Peugeot 305 junto con los maletines de mis dos compañeros rumbo al llamado cinturón rojo, las ciudades dormitorio del sur de Madrid. 

2 comentarios:

  1. Esta memoria está buenísima mi hermano. Es oro puro

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  2. A mi me dice un desconocido (nótese el masculino) que soy guapo y no me subo a su coche; parece que noto el olor a polvo del 305 y lo agobiante de la travesía al cinturon rojo. La próxima entrada será "rumbo al llamado cinturón rojo"

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