- Micaela nunca saldría con un vendedor de enciclopedias.
- Ni conmigo tampoco, Joaquín.
- Pues también es verdad.
* * *
Pasando por la carretera de Andalucía de repente vimos a tres hombres con traje, corbata y maletines cruzando un puente, como si de aves migratorias se tratara.
- Mira, ahí van los nuestros - Dijo el hombre que me contrató, señalando con el dedo.
- ¿Y como es esta zona? - Le preguntó el otro.
- Pues dura, como va a ser. Como todas.
Empecé a pensar que quizás me habían vendido la moto, pero yo necesitaba dinero y tenía que aprender a trabajar, como decía mi padre. Al menos mis compañeros parecían amables.
Aparcamos en una zona de Chalets adosados. Eran todos bastante feos y necesitaban una mano de pintura, pero todos tenían coches nuevos de alta gama alemanes en la puerta, compitiendo por tamaños. El que me vendió la moto me entregó una guía de lo que vendíamos:
- Tienes una hora para aprendértelo. Luego lo cuentas con el mayor entusiasmo posible. Niño, ¿Te gustan las chicas?
- Mucho.
- Pues lo tienes que explicar como si fuera la mujer de tus sueños. ¡Manolo!
Manolo era el otro compañero, que se había bajado del coche y se estaba yendo a la francesa, caminando despacio en dirección al bar.
- Manolo, me llevo al niño. Nos vemos luego - Manolo hizo un gesto con la mano sin volverse y siguió andando, sin decir nada. Vender a puerta fría es un trabajo surrealista, duro y poco agradecido.
"Lo bueno de nuestro trabajo" decía Andrés, el que me contrato, "Es que somos dueños de nuestro tiempo".
Tras varias puertas nos abrió un matrimonio con niños."No tengas miedo, la gente es muy amable" me susurro Andrés. El salón era gigante, con cientos de libros que se apilaban desordenados en estanterías que rodeaban el televisor, que tenía hipnotizados a todos. Media hora sentados en su salón nos permitió enseñarles todo el catálogo: Les vendimos una enciclopedia standard de 30 tomos con cubiertas de piel, otra sobre animales y plantas y un libro de medicina familiar. No tengo ni idea de donde iban a poner todo eso, pero me asombró esa capacidad de crear la necesidad en gente de clase media (al pobre le molesta el dinero en el bolsillo, decía mi abuela) Nos contaron que querían que sus hijos fuesen a la universidad, y para eso "tenían que leer mucho".
- Pues con esto destacarán entre los demás, no todo el mundo dispone de tanta información a su alcance- dije yo. Esa frase ahora resulta ridícula, pero me valió un apretón de manos de Andrés al salir y que me volviera a invitar a café.
Suma y sigue, lo importante para los hijos es el ejemplo del entorno, no tanto que lean los padres sino que vean un respeto por la cultura y un refuerzo positivo. Me gusta como enlazas esta nueva saga con la anterior, el cuádruplex en Miramadrid con el kilometro desconocido del cinturón rojo. A fin de cuentas, son dos inmersiones en las primeras experiencias laborales, la teleoperadora y el vendedor de enciclopedias.
ResponderEliminarSomos monos de repetición, como dicen los científicos, si te ven leer, leen. Es básico en el aprendizaje.
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