martes, 25 de enero de 2022

Conversaciones




De todas las conversaciones que hubiera querido tener con mi padre antes de fallecer, la principal sería sobre su estrés postraumático cuando mi madre nos abandonó teniendo yo pocos meses, y su divorcio catorce años después. Sé que sentíamos igual, y que - por muy duro que el se considerara- no podría evitar sentir la zozobra del abandono, la congoja del desamor. Para una persona educada en un ambiente tan conservador, debía resultar aún peor, se lo tomaría personal, como un fracaso. Reponerse de aquello no tuvo que ser nada fácil, aunque mi madre volviera años después. Sé que pese a su carácter, siempre hizo valer su palabra y trataba de hacer lo correcto, aunque porfiara. En eso siempre fuimos bastante parecidos y su nieto tengo el presentimiento que heredará el respeto a la palabra dada. Son quinientos años forjando carácter familiar, no vamos a cambiar ahora. 

Nunca hablamos de ello porque mi padre educado a la antigua- no hablaba sobre sentimientos nunca, y de ese hecho en concreto no supe hasta que falleció y me puse a ordenar papeles, acción esta que se asemejó a la búsqueda de un tesoro. Cuando volví a su casa de Canarias y los cientos de carpetas y archivos me convirtieron en el protagonista de Todos los Nombres, de José Saramago (al que, casualidades de la vida conocimos cuando estuvo destinado en Lanzarote) me sentí como un funcionario entre oficinas y archivos. 

La carpeta mágica se llamaba "LO MÁS IMPORTANTE DESDE 1970" y abarcaba desde el arresto de un soldado por quedarse dormido en una guardia en navidad que posteriormente se suicidó, diarios sobre nuestras acampadas padre-hijo, el informe que tuvo que presentar a los mandos cuando se casó con mi madre para demostrar que no era comunista o sus cartas de amor a una oficial de policía, canción de Sabina incluida. Documentos de abogados cuando el divorcio aún no era legal, que en mi profano conocimiento del derecho me resulta como disparar sin balas. Imagino que estará en el cielo riéndose de todo esto, habrá creado una nueva carpeta con título desconocido con separadores, temas y fechas y no pensará más en ello. Pero siempre he sido una persona curiosa sobre el comportamiento humano y en mi reflexión lo comparo con el volver de una guerra, como cuando mi abuelo volvió de Barcelona, desfiló por la Castellana y acabó en Jerez de la Frontera de mecánico. Pasar de tener hambre y matar cristianos a trabajar jornadas de ocho horas tiene que afectar, digo yo. 

domingo, 23 de enero de 2022

Amor antes de nacer


Amanecí pronto jugando con mi hijo Sebastián, que aún no ha nacido: Sostenía su patada nocturna: Respondía señalando donde su pie golpeaba. Al tocar el punto, el volvía a patear ese punto de la tripa de mi amada -en el quinto sueño- y no otro distinto. Sé que es una tontería, que probablemente sea casualidad y que ni siquiera distingue mi voz ronca de madrugada, pero fue el momento exacto en que sentí que estableció conexión conmigo. La de verdad, como el momento en el que te das cuenta que estás enamorado perdidamente de una mujer sin solución, que estás a su merced.  Sí antes no entendía a las abortistas, Ahora me resulta imposible. La vida de los inocentes -propia y ajena- es demasiado preciada.  Quizás hubo un momento en la historia reciente que todo dejó de ser como era, el amor, el compromiso, la libertad y la misma vida dejaron de tener importancia para las personas, preocupada solamente de ser parte de la mayoría, sin más. Mientras tanto sé que quiero a mi hijo, que me despierta a horas fijas como si de un entrenamiento previo al partido de mi vida se tratara.

 

martes, 18 de enero de 2022

El Bosque mágico, el tiempo y el amor



Descubrí el Hayedo de Otzarreta en un viaje de joven motivado por un amorío desmotivado, de fines de semana en autobús. El recuerdo ha venido a mi mente de repente, porque siento que me estoy muriendo. Como todos, supongo. El tiempo juega en mi contra, en eso no soy nada original. Quizás volvieron las imágenes a mi mente porque la muerte es descanso y allí encontré paz. Los pueblos de alrededor son oscuros pero amables. Con mi ascendencia guipuzcoana pasaba inadvertido entre tapas. Un parroquiano me preguntó "¿Tu qué, español?" mientras comía un pollo con arroz exquisito en una mesa gigante. Yo, distraido, le preguntaba a la dueña "¿Que le echa a este pollo jefa? ¡Está de muerte!" "maitasuna" respondía ella, emocionada, no acostumbrada a alabanzas. "Oye tú, que te hice una pregunta" insistía el parroquiano. "¿Eres español?" y yo le respondía que sí, como él. "No, hombre no, yo soy vasco" decía convencido. Entonces entendí que el nacionalismo es eso, comunicar lo que uno cree que es, sociología de primero. Es un instinto primario, tribal y, la verdad, bastante estúpido, empieza cuando comparamos los coches de nuestros padres cuando somos pequeños. Pero así somos los humanos. Siento que me estoy muriendo, a veces me asfixio en sueños, cuando era joven no me pasaba, nunca me gustó dormir, siempre tenía la sensación de estar perdiéndome algo. Una vez hice tantas veces el amor en un día que estuve varios minutos sin respirar, pensé que eran mis últimos minutos en esta vida, pero el amor siempre te hace recuperar el aliento. El parroquiano me cuenta que no sabe euskera por culpa de un tal Patxi. Que sus hijos hablan un idioma que el no entiende. Pues como todos los hijos en todas las épocas. Que el se esfuerza para madrugar e ir a una ikastola antes de ir a trabajar. Había varias mesas vacías, pero decidió sentarse a mi lado, así que le conté el origen de mi apellido, Mi cariño al País Vasco (obviando que me encanta Vitoria para evitar discusiones sobre patrias chicas) la mañana entera que he pasado entre hojas de mil colores y el canto de los pájaros. Siento que me estoy muriendo, porque ya sólo miro para atrás contando mil historias, quizás porque viví demasiado, porque el amor por vivir consume los segundos del reloj inexorablemente, por eso hay que saber ajustar la intensidad en cada momento, para disfrutar lo máximo posible. 

jueves, 13 de enero de 2022

Brújula del Amor



"Nada va a hacer que me importe, porque mi brújula ya cambió su norte" (María Becerra) 

Madrid tiene la belleza suficiente para distraerte y no darte cuenta que en algún momento has de volver a casa, que llevas horas entre amigos o caminando por sus calles. La distracción solía ser interrumpida por alguna llamada exigiendo explicaciones: Alguien te espera en alguna parte, y en Madrid todo está a una hora de distancia. Preguntas realizadas por teléfono se repiten al entrar por la puerta, como si de un doble mecanismo de seguridad se tratara. A lo largo de mi vida he visto de todo: Desde el registro de los bolsillos de los pantalones, al móvil, pero lo que de verdad muestra la propia inseguridad es el sometimiento a un tercer grado  "¿Dónde has estado?"- Preguntó "El caso es que.. Entré en la tienda"- Contesté, con más miedo que vergüenza. 

"¿A ver mis diseños, verdad?"   

La verdad es que había entrado a comprar ropa interior para mí - nada que ver con su trabajo - sin éxito. Llevo 20 años comprando allí, soy hombre de costumbres: Misma ropa, misma café, mismo equipo de fútbol. Todo en el mismo barrio donde estaba mi colegio. 

Siempre he sido pésimo mintiendo. Al igual que Dios creo me hizo inteligente, me creó despistado y el peor mentiroso de la historia, siendo este un acto vital en ciertos momentos de la vida. Se supone que aprendemos de niños, como mecanismo de defensa, pero en mi caso no fue así. Como solución alternativa aprendí de los judíos (o de los gallegos) a responder la pregunta con otra pregunta.  "¿Por qué piensas que hecho eso?" 

"Porque es lo que yo haría, somos un espejo" 

Espejos convexos - pensé yo - de esos curvos, que reflejan la luz hacia fuera y no se cruzan entre si ni en universos paralelos. Dicen de mí siempre que hablo mucho, pero no saben lo que callo. 

En ese instante comenzó mi huída, que siempre es estática, siempre en silencio, tapando el ruido de las palabras que no quiero escuchar. La magia de Madrid hizo que tiempo después cruzando la calle llegara a México, cambiando los nervios por el sosiego, los enfados por abrazos, los desayunos orgánicos por chilaquiles. 


sábado, 8 de enero de 2022

Coimbra

 



Coimbra y Figueira Da Foz parecen un matrimonio de conveniencia portugués: Una el silencio del centro del país: Flores, aromas, lugares donde leer libros gigantes entre el sonido de los pájaros. Al oeste, Figueira con sus playas infinitas hace el resto, como si una fuera un espejo de la otra, sin que tengan nada que ver: La una entre colores rojizos y verdes, la otra el de la arena, millones de rocas pulidas, como si supieran que la vida sólo merece la pena cuando se descubre el reflejo del alma en el otro, esa visión de familiaridad de los amores eternos. 




lunes, 3 de enero de 2022

Cambre, El Bosque Animado


  

"Cuando un hombre consigue llevar a la fraga de Cecebre un alma atenta se entera de muchas historias… Entonces se comprende que existe otra alma allí, infinitas almas: que está animado el bosque entero" (W. Fernández Flores)

Una amiga me recomendó un Pazo en Cambre, cerca de la Coruña. Ella encontró en Galicia la tierra prometida, la tierra de sus abuelos, a dónde huyó con una maleta pequeña de las falsas promesas del socialismo venezolano, que se comportó como el amante que jura dejar a su esposa pero nunca lo hace. La quietud del lugar, el silencio es sobrecogedor para alguien tan de ciudad como yo. Compró una pequeña casa en una aldea y la reformó por completo: Las mujeres necesitan un proyecto constantemente, y sus hijos y su marido al parecer no son suficiente: El inconformismo permanente de algunos es lo que hace que la sociedad avance. El pazo tiene una especie de cafetería que es interior y exterior a la vez, llena de espejos y flores de colores vivos. Cerca está Cecebre, el bosque animado, el Macondo de Wenceslao Fernández Flores, una obra maestra más apreciada fuera de nuestras fronteras que dentro. El sendero es breve pero mágico, casi enternecedor, un lugar de peregrinaje para ávidos lectores como yo, buscando el origen de las fantasías que la infancia convierte en recuerdos imborrables.