martes, 13 de junio de 2017

No puedo vivir mis sueños




Pienso: No puedo vivir mis sueños contigo. Has abierto la ventana y has escapado, dejándome solo en tu mundo cerrado, sin aliento. ¿Sabes? El amor por ausencia es ansiedad constante. Tanto que a menudo cuesta respirar. Lo descubrí aquella tarde en Ibiza, esa isla de amor, de sexo y de bestias. No escuchabas la música, no disfrutabas de la caída del sol, no estabas allí. Ojalá la pulsera mágica nos hiciera olvidarnos del pasado. Y de repente tu mirada se fija en mí, enérgica, loca, feliz. En verano no gusto de sorpresas, solo de descansar en algún lugar remoto en tu compañía, quizás con algún libro de fácil lectura pero largo recorrido. ¿Y a que se debe esa mirada de urgencia amatoria, sino es porque has cometido alguna equivocación? ¿Que malestar causado en mi alma quieres compensar? De pronto, sin cortarte, me dices al oído "vamos a follar" y me olvido de poner una marca entre las páginas del libro, deseoso de marcar en tu interior. Quizás sean las palabras más bonitas que un hombre puede oír, un mensaje directo que te llena de felicidad. Quizás por el egoísmo propio del amor, quizás por la búsqueda de placer.  Pero en este momento dudo, no puedo evitar acordarme del rato que llevabas pensativa, dándole vueltas a la cabeza, haciendo temblar el azul de tus ojos. Incluso parecías hacer muecas imitándome. Cuando llegamos a la habitación no me haces el amor, saltas sobre mí y te aferras a mi cuerpo como si no me fueras a ver más. Te encargas de iniciar todo, de colocar todo, de besarme todo. Como si estuviéramos en nuestro tercer polvo y no en el trescientos. Me acaricias la cabeza despacio mientras repites una y otra vez "mi niño", "guapo". No te preocupas de tu placer, sino del mío. Sientes que me debes algo. Y es tras la petit mort, tumbado en la cama, recuperando la respiración, cuando descubro que no te has levantado con prisas como siempre. Entrelazas tus dedos y me miras. Sonríes. "¿Sabes que tienes la sonrisa más bonita del mundo?" Lo sabes, por eso sigues sonriendo. Y entonces comprendo todo de golpe. Comprendo porqué has decidido cogerme de la mano con fuerza, comprendo esa lágrima que va recorriendo lentamente tu cara. Porque desaparecen unas preocupaciones, pero comienzan otras.