miércoles, 28 de junio de 2023

La guardia de Murcia

Uno de los recuerdos más duros de mi existencia son las guardias del ejército. Veinticuatro horas seguidas que se hacen gratis por la patria. Lo curioso es que el cansancio hace que los recuerdos sean más vividos, y hacer una guardia es como ser padre: Te acuerdas de las noches de insomnio con mayor claridad que otro tipo de recuerdos, aniversarios incluidos. 

Mi primera guardia fue en el cuartel de Alcantarilla en Murcia. Acababa de firmar contrato con el ejército y nunca había tocado un fusil en mi vida. Era mayo y el calor sofocante impedía respirar correctamente. Empezamos de noche, nos explicaron básicamente que la primera bala del cargador era de fogueo, el santo y seña del día y que tal y como aprendimos en las Reales Ordenanzas no nos podíamos mover del puesto hasta que terminara nuestro turno aunque viniera el mismísimo Rey a pedírnoslo. También nos recordaron las penas de arresto por quedarse dormidos en el puesto, y que podíamos escuchar la radio siempre que estuviéramos pendientes de los walkies. Nos montamos en el Nissan Patrol y nos fuimos colocando por las distintas garitas que formaban el perímetro del cuartel. En aquel momento había un atentado terrorista prácticamente cada semana (o daba esa sensación, porque era un ciclo atentado - recordar el atentado - funeral que resultaba casi interminable) así que nos indicaron que disparar a las piernas era la mejor opción para defendernos llegado el caso.  

Quedaban pocos días para la final del Madrid contra la Juventus de Zidane, así que puse la radio deportiva. El locutor llevaba exactamente diez minutos hablando cuando escuché dos disparos. 

- ¡A sus órdenes mi sargento he escuchado dos disparos!  Cambio.

- Largo (así me llamaban) como hayas sido tú te voy a cortar los huevos. Mete el cargador y espera órdenes. Cambio. 

- No mi Sargento, ha sido en la garita Sur. Cambio. 

Silencio de radio. En el ejército, el silencio y la espera es lo peor que existe. El tiempo pasa inexorablemente lento sin que nadie te informe ni se preocupe. Sabes que pasa algo, pero no sabes el que.  Pasaron las dos horas del puesto hasta que vinieron a relevarme.

- Menudo marrón te ha tocado chaval - me dijo el Cabo al volante. 

Ni siquiera tuve que entrar al cuerpo de guardia para ver las gruesas mantas del ejército tapando el cadaver. En tan exiguo espacio estaban el Oficial de Guardia -El Capitán de mi compañía- El Coronel Jefe del Cuartel (de civil, le habían despertado) y varios suboficiales. El Coronel estaba echándole la bronca al Capitán por ordenar mover el cadaver, mientras este, cuadrado, miraba al cielo sin replicarle. 

- ¡Hay un protocolo, joder, que pareces nuevo! 

De pronto se escuchó entrar al Pater. Y digo se escuchó porque se hizo el silencio. Se agachó, descubrió la cara del compañero y le hizo la señal de la cruz. Empezó a rezar en voz baja. 

- ¿Le va a hacer la extremaunción Pater? 

- A la orden de usia mi Coronel, los muertos no reciben sacramentos. 

- En tal caso, ordenaré velar el cadaver hasta que llegue el Juez, gracias Comandante. 

Y así, cuatro caballeros legionarios paracaidistas velamos a nuestro compañero hasta el amanecer.  


2 comentarios:

  1. pero ¿qué paso? ¿accidente, suicidio? Pobre muchacho. Esa sí fue una guardia mala, en un cuartel estas cosas aun se magnificarán más.

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    1. El chaval se quitó la vida. Probablemente su único objetivo al ingresar sería este, llevabamos literalmente tres días allí.

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