martes, 11 de julio de 2023

San Carlos de Luba

 



Pese a su cercanía, desde el Sofitel de Malabo hasta el Hospital La paz había unos diez minutos en coche por el tráfico, pues todo está concentrado allí: Los colegios, los hospitales, los pocos locos que han abierto negocios en el país, las embajadas. La vista del Pico Vasile, el volcán que se encuentra en el centro de la isla me recordaba bastante a Tenerife: Mucha vegetación, palmeras, todo verde, niebla matutina)  sino fuera porque la humedad es cercana al cien por cien y porque si salíamos de los coches en cualquier calle fuera del barrio de San Valentín (el barrio de los blancos, lo llamaban) resultábamos una atracción turística. Los carteles y la tipografía de velocidad, de las calles y de las carreteras eran de la época española, y eso te hacía sentirte un poco como en casa. Cuando me entraba miedo por las historias que contaban mis compañeros, o simplemente echaba de menos España intentaba convencer a mi mente que estaba en Tenerife, que en cualquier momento me iba a Puerto de la Cruz a comerme unas papas con mojo.  En la cafetería del hotel cercano al hospital desayunábamos pan con tomate y sal (sin aceite de ningún tipo) un café de bastante calidad (que según decían era de Gabón) y fruta cortada en una bandeja, principalmente piña, guayaba y papaya. Esta última es tan común que prácticamente la regalan. El castellano que hablan los lugareños es de una dicción cercana a la perfección, esto quiere decir que tuve que acomodar la velocidad de mi lenguaje a la suya porque los andaluces, como bien es sabido, hablamos a más revoluciones por minuto, comiéndonos sílabas y finalizaciones de palabras. De lo contrario mi interlocutor ponía cara de susto y sólo era capaz de responder "No entiendo".  

Me explicaron que los emigrantes a aquel país principalmente fueron personas de Castilla la Vieja, la Rioja y del norte de Aragón. Se debieron llevar hasta los profesores. Nuestro conductor se llamaba Pepe (de apellido impronunciable), y su único trabajo ella llevarnos y traernos, trabajo por el cual cobraba diariamente. En Guinea es normal pagar diariamente porque si pagas semanal o mensual es bastante probable que no vuelvas a ver a esas personas más en la vida. Al pagarles por día lo más seguro es que al día siguiente aparezcan. Una vez instalado el software gestión de 1985 en los viejos equipos (para eso nos pagaban)  generalmente volvíamos al hotel.  Un día le pregunté a Pepe si podíamos ir al sur de la isla. Me dijo que podíamos ir, pero sin el. Que a San Carlos de Luba fuera su padre. Le dije que le iba a pagar el triple de lo que le pagábamos diariamente. Al final le pagamos diez veces más, todo fuera por escapar del tedio y el aburrimiento de una isla tremendamente peligrosa. Nada más cruzar el límite de con Bioko Norte nos paró un policía, o eso decía el. Supongo que intuyó que había blancos dentro del coche. Al final y tras mucho negociar con Pepe se conformó con 30.000 Francos CFA. A cambio nos escoltaba con la moto y así de paso echaba el día. Pepe balbuceó algo en fang, que evidentemente ninguno de nosotros entendimos. Por la diferencia fisionómica y el tono entiendo que eran comentarios racistas hacia los bubis. Cuando por fin llegamos a San Carlos de Luba, el mismo policía se ofreció como guía turístico, lo que hizo que Pepe empezara a gritarle y maldecirle en fang. Imagino que por la ley del más fuerte (Pepe era más alto y más musculado) el policía desistió y se fue. Si en Bioko hay poco que hacer, en San Carlos de Luba tampoco sobraban amenidades. Yo tenía curiosidad porque en tiempos de la dictadura su puerto y sus playas eran destino turístico, y así parecía: Había instalaciones hoteleras que parecían haber visto tiempos mejores, una especie como de paseo marítimo bastante descuidado y gente muy amable, que daba por supuesto que eramos americanos (porque para ellos todos los blancos eramos o somos americanos o franceses, que son los dos países que explotan los recursos naturales del país) Tras un pequeño y paseo y un tocar la estatua que conmemoraba que unos locos en 1778 llegarón allí desde Ferrol, emprendimos el viaje de vuelta al hotel. 

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