lunes, 23 de octubre de 2023

Panadería, política y animales

Era la cola del pan de las doce del mediodía del sábado 13 de marzo de 2004. La panadería era la única en kilómetros a la redonda y la cola daba literalmente la vuelta al edificio. El producto no era especialmente de buena calidad, pero era pan al fin y al cabo, y los madrileños hacemos los domingos las mismas cosas a la misma hora, que diría Larra: Comprar el periódico, envolver la barra con el mismo y al vermut. La única diferencia es que era sábado electoral, y los ánimos estaban alterados. A varios nos llegó un SMS al móvil a la vez: "¿Aznar de rositas? ¿Lo llaman jornada de reflexión y Urdaci trabajando? Hoy 13M, a las 18h. Sede PP, c/Génova 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!" El efecto fue inmediato, la cola se movió como una serpiente, algunos se fueron rápidamente, sobre todo los más jóvenes. Dentro de la panadería se empezaron a escuchar voces de enfrentamiento que fueron subiendo de tono, tanto es así la cola se fue acortando, pero sin pan. Al entrar en el local un señor mayor alzaba la voz contra otro más joven "ETA ya lo había intentado antes" y el otro respondía que no había sido ETA, una y otra vez. Yo, que días antes había vuelto a vestir uniforme de manera excepcional (y que ya no volvería a hacerlo nunca más en mi vida) me limité a decir: "Caballeros, por favor, envainen o llamo a la BESCAM". A lo que el hombre más joven respondió "Por mi como si llamas a tu puta madre. Eso, eso, llama a los cachorros de vuestra Aguirre querida, facha". Se mezclaron más voces a favor y en contra, y de repente la panadera (autónoma) pegó un chillido. "Señora, no es para tanto" respondió el energúmeno.  

Un ratón, ajeno al jolgorio erótico-festivo estaba intentando salir por la puerta automática con un mendrugo de pan aproximadamente del mismo tamaño que su cabeza. El enfrentamiento político se frenó en seco, entre expresiones de asco y gritos ahogados de miedo.  El señor mayor pidió una escoba para matarlo, pero el ratón ya había huido. Todo el mundo abandonó el local salvo los dos enfrentados, un servidor y la autónoma, que llevaba desde las 4 de la mañana haciendo pan e iba a perder la caja del día. Su miedo se transformó en angustia, se volvió roja mientras lloraba y acabó desmayándose. La BESCAM llegó al momento exacto para pedir una ambulancia -que ya estaba pedida- y sacar la libreta. 

martes, 17 de octubre de 2023

Israel, el planeta distinto

Mi primer viaje a Israel fue un descubrimiento personal que me cambió para siempre, a la par que un desastre, porque era una Luna de Miel con la persona equivocada y porque no había nada planificado absolutamente nada, dado que nunca pensé que me fuera a casar de verdad. El vuelo lo compré el día después de la celebración, y no había hecho reserva alguna en ningún Hotel al lugar de llegada, Eilat, el mar rojo, el paraíso, El Ibiza de Oriente Medio. Al montar el en Taxi vi una publicidad del Dan Hotel y le pedí que nos llevara hasta allí. Eran las 6 de la mañana y llevábamos varias horas de vuelo en dos escalas, así que no resultó difícil convencer a mi acompañante que esperara en los sofas de la entrada hasta que hiciera el check-in y así no notara nada extraño. Recuerdo -el cansancio amplifica y graba aún más fuerza los recuerdos- como la recepcionista arqueó una ceja cuando le indiqué que no tenía reserva. Obviamente sólo me ofreció Suites con vistas al mar por un lado (donde delfines libres pero amaestrados saltaban al atardecer y al amanecer para el deleite de los turistas) y a Jordania por otro. Por mi perfecto. El espectáculo comenzó a la hora de la cena. La alarma sonó mientras degustaba una sepia exquisita aderezada con especias. "Tzeva Adom" decía una voz mecánica a través de los altavoces, mientras las luces del restaurante se encendían y apagaban. "Tenemos quince segundos" le dije "¿Quince segundos para qué?" me respondió ella.

Para sobrevivir. 

Todos se levantaron como zombies de sus asientos y, despacio y de manera ordenada -sin un sólo grito, sin entrar en pánico- salieron al Hall camino del teatro del hotel, que servía a la vez de refugio y cuyo actor principal -John Malkovich- se estaba preparando para la función de la noche. Fue más al oír su voz que al verle envuelto en una túnica lo que hizo que aquello pareciera una comedia. Se cerraron las puertas, y a los pocos segundos se escucharon varias explosiones: La cúpula de hierro haciendo su trabajo. Poco después se abrieron las puertas del teatro de nuevo, y todos salieron de la misma manera que entraron: Sin ruido, sin síntoma alguno de preocupación. Volvimos a nuestros asientos, a nuestra cena fría, desorientados por el jet lag y por la situación. De repente, se nos acercó un un hombre gigante y calvo y nos preguntó si éramos españoles. Asentimos y se llevó nuestros platos sin preguntar para recalentarlos.  Al parecer el misil había sido lanzado desde la frontera con Egipto y pretendía alcanzar el complejo turístico. Nada cambió: Van Buren tenía previsto concierto horas más tarde y el evento no se canceló, su música se mezcló momentos antes del amanecer con el canto a la oración que se escuchaba desde Jordania y desde Egipto a la vez pero en ritmos distintos. Cada cual adorando a su Dios.