domingo, 19 de julio de 2020

No te mueras nunca




Me pides que no me muera nunca. Te ha entrado la tristeza tras el amor, el vacio existencial que te hace aferrarte a mi pecho, de repente sientes que te falto y sin embargo oyes los latidos de mi corazón. Omne animal triste post coitum, decían los romanos, que algo de artes amatorias conocían. Ahora que la Luna parece que va a caer a nuestros pies, ahora que, desnudos en esta noche de verano nos miramos con su sola luz, surgen en mi corazón miedos y preguntas que tu silencio no va a contestar. Juego con tu pelo mientras miras el cielo callada, y de pura quietud apenas se escucha tu respiración. ¿Me amas, o tan sólo decidiste saciar tu soledad? ¿Dejarás ese vacío en el corazón, esa cruz en mi alma, esa nota de romanticismo escrita a mano, de cuidada caligrafía? Yo te amaría hasta que la enorme montaña que nos resguarda del viento se derrumbase. Estaba antes que nosotros y estará hasta el fin de nuestros días, que es hasta cuando quiero mesar tus cabellos. Enamorado como estoy, de la belleza de tus facciones, de esa delicadeza que parece por tí inventada, la adrenalina se ha apoderado de mi cuerpo y me impide cerrar los ojos, me resulta imposible dejar de mirarte, y es tu gesto, tu media sonrisa, la que memorizo como si fuera un mapa del que dependiera mi vida. Adoro El norte, por la claridad de tus ideas, el este y oeste, como instrumentos del tacto lento, explorando cada milímetro de mi piel como si fuese la última noche en la tierra, como si fuésemos a morir al aparecer el sol. ¿Y el Sur? El Sur es el placer eterno, donde me adentro para dar sentido a mi existencia, donde muero un poco en cada embestida. Nada dices y comienzo a impacientarme. Observo con atención el reflejo de la luz en tus pupilas. De pronto agarras fuertemente mi mano, Y yo la hago desaparecer entre las mías y te pido lo que el corazón me dicta. Déjame mujer, por favor, déjame. Quiero dejar de pensar en tí, pues no hago otra cosa y mi existencia comienza a ser ridícula. Y entonces comienzas a llorar: Es el egoísmo del amor, pues amar es un acto hermoso pero egoísta: Amamos para que nos amen, amamos porque la persona amada nos hace sentir felices. Y cuando sabemos que nos van a hacer daño, huimos para evitar la angustia, ese vértigo en el estómago. Te abrazo mientras lloras sobre mi pecho. Tranquila, amor mío, tranquila. Encontraras a otro a quien hagan feliz tus besos. Eres hermosa, inteligente, delicada. Y por eso mismo me haces sufrir, pues tu perfección me destruye de manera tan dolorosa que no quiero seguir sintiendo, que no quiero seguir viviendo. 

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