martes, 12 de abril de 2016

Olvido los bostezos que tu amor me provocó



Cuando fuí a vivir sólo, recien cumplida la mayoría de edad, tenía más libros que comida en la nevera. Aquella navidad de fin de siglo cené un plato combinado casero con carne de avestruz, que era lo único que quedaba en el supermercado del barrio. He olvidado el único día de mi vida que pasé hambre en Navidad. Fue junto a tí. He olvidado los bostezos que me provocaban los sitios deprimentes y tus muertos vivientes. Fue junto a tí. No sé lo que me hace rechazar el catetismo rancio, pero es algo que me produce sopor desde que existo. Y tú en vez de huir de el parecías querer acercarte. Te lo voy a explicar. He sido educado en Alemania. A los ocho años sabía distinguir si una sinfonía de Mozart había sido compuesta en Praga o en Viena, tan sólo al escucharla. Leí a Kierkegaard, Nietzsche, a Rand y Orwell de niño, sin entender una palabra, y al crecer, los entendí de golpe. Que Hijos de la Gran Puta. Tuve una de mis primeras erecciones al leer El amante de Lady Chatterley. El libro estaba  subido, como otros tantos, a la estantería más alta del salón, con prohibición expresa para no ser leídos. Recuerdo muchas de las sesenta y siete lunas de júpiter: Europa, Io, Calisto, Carme, Amaltea. Descubrí la física cuántica muy pronto, y, como analogía, no me cansaba de decirle a los adultos que siempre había más de un punto de vista, que vivían equivocados. "Ya está este niño diciendo tonterías" decían. El único que me escuchaba era mi abuelo, asintiendo de vez en cuando. Nunca supe si era por su mentalidad de ingeniero, porque todo aquello comparado con sobrevivir una guerra y criar a cuatro hijos le parecía distinto o sencillamente por amor de abuelo, sin entender una palabra. Poco importaba, mientras produjera el efecto pigmalión. Cuando me compraron un telescopio y acampábamos en lugares donde no había contaminación lumínica, a menudo rodeados de animales salvajes, empezó mi fascinación por la Luna, por Marte, por Alpha Centauri. ¿Que son cuatro años-luz para la imaginación de un niño? Yo quería viajar allí. Así que con personas normales -sin ánimo a ofender a nadie- comprenderas me aburro soberanamente. Pero con aquellos profesionales del catetismo rancio, negativistas, amantes de la zona de confort desde el nacimiento hasta la tumba, que se jactan de apenas haber viajado, aquellos cuya imaginación no vuela cada tres minutos y medio, aquellos me superan. Me parecen seres despreciables, decrépitos, malditos. Afortunadamente me dejaste y eso me garantiza no tener que soportar tanto retraso mental voluntario y tanta negatividad. Y por eso vivo cada día alegrándome por tu ausencia, olvidando bostezos, redescubriendo la felicidad. 

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