lunes, 21 de marzo de 2016

Tu no quieres, tu no mereces (II): Un quiero y no puedo


Eres de compromiso difícil, de comida mascada, de tumbarte mientras te hacen la cena. Tienes la piel marcada por tu nocturnidad y tu falta de criterio a la hora de manejar tu paupérrima existencia, mientras suples tu falta de sentido común con la comida de los domingos de tus padres. Eres un quiero y no puedo, viviendo en un barrio de ricos en el que no puedes poner la calefacción por no poder llegar a fin de mes. Eres un quiero y no puedo a todos los niveles, pues verdaderamente no puedes: Quieres ser madre sin sacrificios, esposa sin pagar recibos, licenciada sin aprobar exámenes. Y así llegaste a mí, a exigirme gametos a través de tu falso amor, que como todo en tí, está más allá de tus posibilidades. Luego me acusaste falsamente de querer restringirte amistades. Sólo te analicé gratuitamente -cuando te quejabas de no tener dinero-  que las amistades cuestan, y que tú, simplemente, gustabas de amistades frecuentes y caras, que no te podías permitir, sobre todo por la asiduidad. Celosa de tu intimidad, te lo tomaste por el lado del libertinaje y no por el económico, y Agobiada por la falta de esto último -provocada por tí misma, a pesar de haber vivido alimentariamente a mi costa durante meses- Y con tu silencio como complice, huiste de la realidad, parecías querer joderme la existencia, en el sentido más literal del término, demostrando tu no amor. Me imagino tus mentiras pijas -entre la invención y el victimismo, buscando el mayor dramatismo posible- ¿Que misterio había en tu casa, que escondías allí que no querías que se supiera? Ni lo sé ni lo quiero saber. Probablemente sólo querías ocultar tu propia infelicidad. O que tu familia y tus amigos ejercen tanta influencia en tí que te hacen dudar de tus sentimientos. Quienes destruyen el amor no merecen sino la maldición por siempre, tanto o más que la persona que se deja influenciar. Pero se que la fortuna sonríe a los audaces, no a los tímidos de vocación. A los que aman valientemente, no a los que dicen amar pero incumplen promesas vitales. 

Que Dios te juzgue, si existe. 

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