sábado, 19 de marzo de 2016

Tu no quieres, tu no mereces



Tu no quieres ser la madre de mis hijos. La única persona que te importa eres tu misma. Tu no quieres una vida en pareja. Tan sólo fantaseas con la idea, pero eres demasiado inmadura para llevarla a cabo: Renunciar a cosas que te divierten por obligaciones que te incomodan. Tu no quieres envejecer. Pero tu piel, por exceso de nocturnidad y rayos de sol te hace parecer diez años más vieja. O quizás sea por la negación de tu forma de ser, centrada en el yo. O por tu asqueroso egoísmo. Tú no quieres ser adulta, sigues comportándote como una cuasiadolescente, haciendo ridículos regalos a personas a las que crees importar, olvidándote de los que si te quieren de verdad, firmando cheques que no se pueden cobrar. Tu no quieres ser adulta, porque eso implica sacrificios de tiempo y de dinero que tu no estás dispuesta a entregar. Delegas tu libertad como si fueras un triste canario en una jaula de oro, que se cree feliz pero es incapaz de volar lejos. Tu no mereces mi amor, pues no te importa ni mi tiempo ni mi dinero, sólo te importa tu propia complaciencia. Tu no mereces mi amor porque no aprecias tu propia fealdad, que debería de hacerte besar el suelo por donde piso.  Y así, amargada, triste, egoísta y vieja castaña despeinada vivirás tu vida: Sola para siempre. Eso lo mereces, sin duda, y espero que si Dios existe, así te castigue. Pues tu maldad es tu egoísmo y tu comodidad, que te irá destruyendo por dentro hasta convertirte en nada. 

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