Encontraste la llave. Quizás fue mi inconsciente, quizás quería que la encontraras. Que importa eso ya. Cuando te conocí eras hermosa, pero imposible. Me avisaron de tu carácter, ese inconformismo de silencios y no silencios repetitivos que pueden volver loco a un hombre. Buscabas un caballero andante, nada te valía. No comprendías que el amor puede durar toda una vida, pero que la belleza es efímera, que un día despiertas y no te reconoces en el espejo. Encontraste la llave, y empezaste a darme voces, poseída por la incomprensión de quien se cree tan hermosa como para hacer feliz a cualquier hombre. Que más da tus facciones perfectas. No, no me basta contigo. Soy hombre, quizás de los de antes, de esos que anhelan desabrocharse la camisa al llegar a casa y olvidarse del exterior. Sin reproches, sin quejas, tan sólo descanso. Pero tu no lo vas a permitir. Anhelas la preocupación diaria por pequeñas cosas sin importancia como si fuera la razón de tu existencia. Y sin ganas de vivir me dejas, después de tu enésima queja. Minutos después entramos en la sección celos. No diferencias cuando hago tonterías de cuando flirteo. Es más: No me dejas hacer mis tonterías, o al menos lo intentas sin éxito. Con tu voz de fondo pienso en mi padre, que afirmaba que se baila como se folla: Si una mujer no baila, huye. Mi sonrisa bobalicona como producto de este pensamiento es interpretado como que me estoy riendo de tí. ¡Que cojones me voy a estar riendo de tí! Hace un cuarto de hora que dejé de prestarte atención, aunque verdaderamente mi capacidad es reducida. Celos ¿De quien dices? Ni me acuerdo de quien hablas, me has presentado a tantas amigas, cada cual más fea que la anterior (y yo sólo me acuerdo de las guapas) que recordar me resulta difícil, así que te miro con cara de perro que quiere salir al parque mientras la dueña se muestra pensativa, y me sueltas que no, que no te doy pena. Vale, la comunicación gestual como que no, alabarte no va a servir de mucho y cualquier cosa que diga va a resultar contraproducente. Pero no puedo callarme, es contrario a mi forma de ser: Cariño, deberías de ir a clases de baile. Y al decírtelo, tu cara se ilumina, yo sonrío como cuando acierto una pregunta del Trivial, te olvidas de la llave y me llevas a la habitación.
Relatos de ficción "Captar en lo que se ha escrito es síntoma de lo que se ha callado" (Nietzsche)
miércoles, 8 de noviembre de 2017
Llave de amor
Encontraste la llave. Quizás fue mi inconsciente, quizás quería que la encontraras. Que importa eso ya. Cuando te conocí eras hermosa, pero imposible. Me avisaron de tu carácter, ese inconformismo de silencios y no silencios repetitivos que pueden volver loco a un hombre. Buscabas un caballero andante, nada te valía. No comprendías que el amor puede durar toda una vida, pero que la belleza es efímera, que un día despiertas y no te reconoces en el espejo. Encontraste la llave, y empezaste a darme voces, poseída por la incomprensión de quien se cree tan hermosa como para hacer feliz a cualquier hombre. Que más da tus facciones perfectas. No, no me basta contigo. Soy hombre, quizás de los de antes, de esos que anhelan desabrocharse la camisa al llegar a casa y olvidarse del exterior. Sin reproches, sin quejas, tan sólo descanso. Pero tu no lo vas a permitir. Anhelas la preocupación diaria por pequeñas cosas sin importancia como si fuera la razón de tu existencia. Y sin ganas de vivir me dejas, después de tu enésima queja. Minutos después entramos en la sección celos. No diferencias cuando hago tonterías de cuando flirteo. Es más: No me dejas hacer mis tonterías, o al menos lo intentas sin éxito. Con tu voz de fondo pienso en mi padre, que afirmaba que se baila como se folla: Si una mujer no baila, huye. Mi sonrisa bobalicona como producto de este pensamiento es interpretado como que me estoy riendo de tí. ¡Que cojones me voy a estar riendo de tí! Hace un cuarto de hora que dejé de prestarte atención, aunque verdaderamente mi capacidad es reducida. Celos ¿De quien dices? Ni me acuerdo de quien hablas, me has presentado a tantas amigas, cada cual más fea que la anterior (y yo sólo me acuerdo de las guapas) que recordar me resulta difícil, así que te miro con cara de perro que quiere salir al parque mientras la dueña se muestra pensativa, y me sueltas que no, que no te doy pena. Vale, la comunicación gestual como que no, alabarte no va a servir de mucho y cualquier cosa que diga va a resultar contraproducente. Pero no puedo callarme, es contrario a mi forma de ser: Cariño, deberías de ir a clases de baile. Y al decírtelo, tu cara se ilumina, yo sonrío como cuando acierto una pregunta del Trivial, te olvidas de la llave y me llevas a la habitación.
lunes, 28 de agosto de 2017
Café de amor
Leí tu mensaje tarde, en la oscuridad del silencio, en el silencio de la noche, mientras se agolpaban tristes mis recuerdos, en el instante justo que toqué suelo en mi melancolía. Me dices que mañana estarás en la ciudad. Tras la sonrisa entre lágrimas, el descanso por la emoción.
Te espero en la recepción de tu hotel, demasiado tarde para una reunión de trabajo, demasiado temprano para comer, perfecto para tomar un café. Me invitas a tomarlo en tu suite. Ya en el sofá me pides que te recite la colección de palabras que te escribí la última vez que nos vimos: Me dijiste que no te irías sin tener alguna prueba por escrito de nuestro encuentro, como cuando miras fotos de antiguas parejas años después del último beso, a escondidas, sólo por su belleza. Me das la servilleta y comienzo a leer. A la mitad te quitas el sujetador con habilidad, y la habitación, gélida, endurece tus pezones bajo la camiseta. Más hermosa que nunca me abrazas antes de terminar mi lectura, y cuando mi erección alcanza el máximo deseo, comienzas a besarme. Tus besos se interrumpen para pedirme que te siga susurrando palabras al oído y yo no paro de hablarte despacio, como si fueran caricias en el alma. Después, buscas el abrigo en mi, y el silencio se convierte en el verdadero termómetro de los sentimientos, esos que se tienen libres, sin exigencias, sin posesiones: Los celos son para las parejas y tu y yo somos dos espíritus que vuelan libres, que se desean y aman cuando coinciden en el mismo aeropuerto. "¿Que estamos escuchando?" preguntas. "Träumerei, de Schumann. Soñando". "Me encanta, así estoy yo ahora, soñando despierta" y te haces la dormida en mi regazo. "La verdad es la que la compuso su mujer, Clara Schumann. se amaban con locura. Tuvieron ocho hijos, y cuando el murió tuvo que seguir tocando y componiendo para alimentarlos". Haces un ruido casi imperceptible para indicar que me estas escuchando cuando, en verdad, caíste en brazos de morfeo. Me separo de tu cuerpo con cuidado y dejo la estancia bajo una preciosa Lied de Strauss. La voz de la soprano tapa la torpeza de mi huida, que resultaría cómica a tus ojos. Y tras comprobar que la nota que te he escrito se halla en un lugar visible, vuelvo a la vida que me ha tocado vivir, hasta la próxima coincidencia.
martes, 13 de junio de 2017
No puedo vivir mis sueños
Pienso: No puedo vivir mis sueños contigo. Has abierto la ventana y has escapado, dejándome solo en tu mundo cerrado, sin aliento. ¿Sabes? El amor por ausencia es ansiedad constante. Tanto que a menudo cuesta respirar. Lo descubrí aquella tarde en Ibiza, esa isla de amor, de sexo y de bestias. No escuchabas la música, no disfrutabas de la caída del sol, no estabas allí. Ojalá la pulsera mágica nos hiciera olvidarnos del pasado. Y de repente tu mirada se fija en mí, enérgica, loca, feliz. En verano no gusto de sorpresas, solo de descansar en algún lugar remoto en tu compañía, quizás con algún libro de fácil lectura pero largo recorrido. ¿Y a que se debe esa mirada de urgencia amatoria, sino es porque has cometido alguna equivocación? ¿Que malestar causado en mi alma quieres compensar? De pronto, sin cortarte, me dices al oído "vamos a follar" y me olvido de poner una marca entre las páginas del libro, deseoso de marcar en tu interior. Quizás sean las palabras más bonitas que un hombre puede oír, un mensaje directo que te llena de felicidad. Quizás por el egoísmo propio del amor, quizás por la búsqueda de placer. Pero en este momento dudo, no puedo evitar acordarme del rato que llevabas pensativa, dándole vueltas a la cabeza, haciendo temblar el azul de tus ojos. Incluso parecías hacer muecas imitándome. Cuando llegamos a la habitación no me haces el amor, saltas sobre mí y te aferras a mi cuerpo como si no me fueras a ver más. Te encargas de iniciar todo, de colocar todo, de besarme todo. Como si estuviéramos en nuestro tercer polvo y no en el trescientos. Me acaricias la cabeza despacio mientras repites una y otra vez "mi niño", "guapo". No te preocupas de tu placer, sino del mío. Sientes que me debes algo. Y es tras la petit mort, tumbado en la cama, recuperando la respiración, cuando descubro que no te has levantado con prisas como siempre. Entrelazas tus dedos y me miras. Sonríes. "¿Sabes que tienes la sonrisa más bonita del mundo?" Lo sabes, por eso sigues sonriendo. Y entonces comprendo todo de golpe. Comprendo porqué has decidido cogerme de la mano con fuerza, comprendo esa lágrima que va recorriendo lentamente tu cara. Porque desaparecen unas preocupaciones, pero comienzan otras.
miércoles, 5 de abril de 2017
Disfrutar de la soledad
Dicen que la soledad es mala compañera. Otros dicen que te hace fuerte. Sólo sé que los momentos más felices de mis viajes por el mundo los he vivido solo, y que tras cada escapada volvía a encontrar el amor, un amor distinto al que me había hecho emprender el viaje. Ese dolor en el pecho que me producía ansiedad y me provocaba deseos de huir, se apagaba al tercer día de paseo por Playa Larga. Al tercer día de ver turistas convertidos en cangrejos de río. Al tercer día de la tristeza por ausencia. Entonces resurge la energía en mi interior, como un semidiós que ha vencido una batalla, y está listo para la siguiente. Y cada orgasmo, cada penetración y cada beso se convierte en un bello recuerdo. La soledad es paz, y siento como el calor del sol e imaginarme su cuerpo desnudo sobre las dunas me excita. Sonrío, sabedor de la imposibilidad del acto, del asco de la mayoría de las féminas al sexo dunar. Ante tal negativa siempre respondía lo mismo: ¿Para qué iba el universo a crear una extensión de tierra tan grande como hermosa, sino para llenarla de pasión? Y en ese justo momento de mis pensamientos se levanta una leve brisa que me recuerda que estoy desnudo, a miles de kilómetros de casa, que nadie me conoce, y que mi mente da importancia a cosas que aquí, en este lugar, en este momento, nada importan. Llevo veinte años solo. Ahí es nada. Cuando conviví con distintas parejas también me sentía solo. Supongo que uno se acostumbra, y a veces por equivocación termina poniendo un solo juego de cubiertos cuando no tocaba. El amor era ese hilito que unía dos momentos de pasión en el tiempo, para que no se fuera cada uno por su lado. ¿Veinte años siendo feliz? ¿Veinte años haciendo el canelo? Bueno, interrumpieron mi felicidad, pero en mi recuerdo son momentos tan nimios como granos en un reloj de arena. Sé que lo que nos hace estar acompañados no son las personas. Mucha veces la radio o un buen libro me ha dado mejor compañía. Es un sentimiento, como, que se yo, ser seguidor de un equipo de fútbol. Y claro está, no siempre el equipo de uno gana. El egoismo razonado me domina, y contra eso es muy difícil luchar. No soy de los que llaman cada tres horas para ver si mi amada me echa de menos. Supongo que porque tampoco me gusta que me llamen cada tres horas. A lo mejor es que cuando tengo pareja, la soledad se convierte en mi amante. Con todas sus ventajas y sin los gastos extraordinarios, sin hotel del extrarradio, sin condones, velas ni bombones. A lo mejor la felicidad está en las líneas de una novela histórica bajo el sol del paraíso. A lo mejor.
martes, 28 de marzo de 2017
Aquí cada cual cuenta su historia
Aquí, cada cual cuenta su historia. Es demasiado temprano y el cielo está demasiado gris para mis sueños. Busco tu cuerpo y no lo encuentro: Te levantaste temprano y no sentí ni el beso de despedida. Recuerdo unas horas atrás, cuando pasaste tus dedos por todas las cicatrices de mi cuerpo, contándolas y preguntándome la historia de cada una de ellas. Quizás por eso huiste de mí al amanecer, porque te parecieron demasiado tristes y porque, con cada relato, te estaba descubriendo parte de mí. Un alma atormentada por la guerra de la vida, por la sinrazón de los corazones rotos. Supongo que te entró miedo. Quizás vuelvas a mi cama más tarde, por la ceguera que produce el amor, para que podamos volver a hablar en voz queda, con el susurro del deseo apoderándose de nuestros cuerpos, donde cada uno de tus movimientos se convierte en felicidad máxima. Pero aquí, cada cual cuenta su historia. Me fuí temprano con los ojos cerrados y sin ganas de moverme de tu lado. Sé que no despertaste con mi beso de despedida ni con mis caricias. Verás, me resulta difícil amarte, tus historias parecen repetirse con demasiada frecuencia, y yo me prometí ser feliz. Volveré a tu lado por la profunda atracción que siento por tí, pero soy un amasijo de desastres que quizás me hagan más humana, pero también más vulnerable. Y no puedo sino desconfiar. Mi inseguridad me da miedo. Tu seguridad me da pánico. Pareces tener todo bajo control, a pesar de lo vivido, y yo siento diariamente que ando sobre un puente de tablas atadas con cuerdas, con un abismo como fondo, víctima de un vértigo constante. Con la duda como compañera en todo momento y con la cabeza sin parar de pensar. Por eso voy a volver: Porque la única manera de olvidarme de todo es verme envuelta en tus abrazados, engullida por tus besos. Quizás esa calma sea lo que llaman felicidad.
viernes, 17 de marzo de 2017
Perdí el amor que no me diste
Recuerdo: Todo era nuevo. El estar solos en una casa. El pasear desnudos. El disco con las canciones de Mecano. La enciclopedia sobre Andalucía de tus padres en ese pasillo estrecho, lleno de estanterías. Tus palabras, sonidos imperceptibles porque lo único que me importaba era tu cuerpo. No nos amábamos. O quizás sí. Nunca lo tuve claro y mejor que sea así. Eras egoísta. Sólo respondías al placer dado. El que me ofrecías en cines de medianoche mientras veíamos películas de serie B, con la excusa de tener que comprobar si todo me funcionaba correctamente. Me hablabas de un futuro inmediato como si fueras pura contradicción, desde tu atalaya, con la prepotencia de tu edad. Y yo sólo quería besarte, sólo quería hacerte el amor, mientras tu te preocupabas de hacer planes de futuro que a esa edad no me importaban lo más mínimo. Como siempre, las mujeres vais por delante, con esa inteligencia emocional que los hombres empezamos a tener en torno a los treinta. Con llegada la primavera, viste que no me podías cambiar y me dejaste como un muñeco roto. Te cansaste de probarme modelitos, de afirmar que los trajes me sentaban estupendamente. Todo envuelto en una mentira: Yo era el otro, el que te hacía disfrutar en la cama, mientras tu verdadero novio, el futuro empresario de éxito, el niño de papá, el aburrido, te acompañaba a los eventos sociales. Sólo me dejabas cogerte de la mano de madrugada, en calles perdidas por donde nunca pasa nadie. Tu belleza era mi maldición, como el no responder a mis te quieros. La oscuridad y el frío fue una constante, en un invierno que no terminaba, hasta que florecieron los almendros. Y Aquel castillo de naipes se derrumbó. Aquella mirada perdida, aquellas conversaciones que siempre terminaban en un "vámonos", en una huida. Años después nos cruzamos por la calle. Una ciudad tan grande, y sin embargo, tan pequeña. Llevabas un carrito. Les reías las bromas a un grupo de amigos. De repente, me miraste y el tiempo se paró una eternidad. Tus ojos expresaron toda la desdicha del mundo. Y es que para ser libre hay que querer huir de la jaula de oro del aburrimiento y de la normalidad. Añadir un punto de locura. Yo quizás perdí el amor que no me diste, pero tu caminaste por el camino de la tristeza y mandaste construir un adosado.
martes, 28 de febrero de 2017
Cruce de miradas
Y ahí está de nuevo. Ese maldito cruce de miradas cada mañana. Y me digo a mi mismo, eres científico, puedes superarlo esta vez. Es simplemente oxitocina liberándose. Dopamina y serotonina que se libera y tu mente retiene. Odio la dependencia emocional. Odio las fantasías que surgen en mi cabeza cada vez que te miro. Y sin embargo, están ahí, distrayéndome. Y por química termino llamándote un viernes por la noche diciéndote que me he enamorado como un gilipollas. Lo que siempre te dicen los amigos que no digas jamás a una mujer. Mientras tú, al otro lado de la línea respondes distraida, distante, defensiva, desoyendo mis palabras. Te pregunto si puedo ir a verte, porque no aguanto más. No aguanto más chillidos de la otra, mi decisión equivocada. La otra, que llevo meses sin tocar. La otra, pidiéndome amor a gritos, cuando yo quiero mimos entre susurros. Me dices que estoy loco, pero accedes. Y los diez minutos que tardo en llegar se me hacen horas, porque el amor es una maldición que ralentiza el tiempo en las ausencias. Nervioso como un adolescente, no sé que hacer cuando me abres la puerta. Tú me miras con tu sonrisa de siempre, la que hace feliz a todo aquel que te mira. Y me hundes aún más en la miseria cuando comienzas a quitarme la camisa. Has encerrado el perro y ladra nervioso. Hacemos el amor sobre el sofá del salón, improvisando movimientos y caricias. Yo no me esperaba que... Soy ya mayorcita y no estoy para tonterías, me respondes. Y me diriges, que para eso eres jefa de equipo, y tu cuerpo la hoja de cálculo a rellenar. Pero que haces, déjate de tonterías y métemela ya. Y la vida vuelve a tener sentido por ser ella un cuerpo nuevo, porque en el fondo somos adictos a la novedad. Ese nerviosismo de follar nada más verse sólo existe al principio, y hay que alargarlo lo máximo posible. Tan maravilloso como dormir de día y despertarse a la hora de comer para coger fuerzas. Me despierto y estás tumbada en el jardín, jugando con el perro, vestida con la ropa justa pero desnuda a mis ojos. Me gritas buenos días dormilón, y yo no sé donde estoy, ni quien soy, ni que estoy haciendo. Sólo recuerdo un cruce de miradas que acabaron un capítulo de mi vida y empezaron otro.
miércoles, 22 de febrero de 2017
Fábula: La emoción y la Razón
Cuando te conocí, el mundo me comenzó a dar vueltas, como si toda mi vida hubiera sido un abstemio de emociones y, de repente, decidiera emborracharme en una tarde. Intenté razonar y tu belleza me cegó, fui incapaz de pensar. Y sucedió lo que ninguno de los dos deseábamos pero nuestros cuerpos anhelaban: La emoción se folló a la razón y cuando llegó al orgasmo, prosiguió su búsqueda, como si de un guión se tratara. Una búsqueda sin fin en sí mismo, sabedora que, de tenerlo, dejaría de existir. La razón no entendió el porqué de aquello, así que decidió ir tras ella. Cabalgó día y noche sin descanso por los campos del olvido, del dolor y después, del odio. Fue ahí cuando se encontró conmigo, en el borde del abismo, y le avisé: No sigas, después del odio ya no hay más mundo, date la vuelta. Después de esta línea sólo hay dragones, se llevarán tu alma y nunca volverás a ser feliz. ¿Y la emoción? La emoción había vuelto a la casilla de salida, nunca había estado donde la razón la buscaba. Lista y pizpireta, no estaba en el frío invierno que casi mata a la razón, ni tampoco en el abrasador desierto. Y es que la razón tendrá más conocimientos, pero la emoción sabe de supervivencia. Así fue como comencé a dudar de cada palabra que pronunciaste, de tus múltiples promesas, las falsas, las de placer, las de debajo de las sábanas. Y justo en aquel momento de lucha interior apareciste caminando hacia mí. Vi tu sonrisa, tu mano agitada a modo de saludo, y una sola frase salió disparada de mis labios: "Perdona, se me han atragantado las hipocresías". Después salí corriendo calle arriba. Porque el amor es más que emoción, más que razón. El amor, generalmente, es una putada.
jueves, 16 de febrero de 2017
No tengo por qué pedirte perdón
Amo a otra mujer. No tengo por qué pedirte perdón. Disfruté de tus besos y luego emprendí la huida. Tu no me quisiste dar tu amor y a mí me daba miedo esa palabra. Siempre dudamos cuando nos aman, como si fuera una pregunta constante. Tratamos de protegernos, de no sentir, y esa cerrazón produce más dolor que el propio sentimiento. Yo aprendí a encontrar tiempo para tí y para tus locuras. Tú pasabas tanto tiempo buscándote a ti misma que no conseguías encontrarme nunca. Trabajar, visitar a tu familia, ver a tus amigos: Hacías tantas cosas que no pienso pedirte perdón. Y sabías mi regla: No preparo desayunos y no tengo amistades femeninas, mucho menos post coitum. La mantequilla es para untar en el pan, los cuerpos son como rebanadas. Y los sandwiches, una delicia. Quien le dice que no a un sandwich. Que no. Que no me convencen tus excusas. Yo amo a otra mujer, no me digas que no lo sabías. Con tu sexto sentido, seguro que te diste cuenta. Un buen día comenzamos a hacer el amor de manera mecánica y nuestros cuerpos parecían estar a kilómetros de distancia. Comenzaste a mentirme en tonterías sin importancia, quedabas con tus amistades a escondidas, como si sintieras vergüenza por mi presencia. Y entonces surgió mi desánimo, se apoderó de mí el sentimiento. Fue algo que no busqué y que no pude evitar. Amo a otra mujer, a la mujer que solías ser.
lunes, 30 de enero de 2017
La vida se nos va
La vida se nos va entre suspiros no dados y afectos no recibidos. No quiero que me empujes por el codo para hacerme avanzar, como si fuese un famoso en horas bajas. Quiero que agarres mi mano con fuerza, como si te fueras a caer por un precipicio y yo fuera tu única salvación. Y si no sientes eso cada vez que me acaricias, es mejor que no me acompañes, porque mi vida es una aventura de alegrías, desdichas e imágenes únicas, de esas que no aparecen en las postales. Amo con tanta claridad como pasión, sin preguntas. Y lo sabrás, pues mis ojos no mienten. Quizás, no sé, no soy siempre buena persona. No creo en las personas buenas o malas, sino en los momentos buenos o malos. Y si no me crees, mira mi cuerpo: Está lleno de cicatrices por amor ¿Crees que quiero más? No. Yo ansío el descanso del guerrero. La paz del sexo, una casa en orden. Lo que ninguna mujer me supo dar. Todas buscaban complejidad, de la cual gusto en debates filosóficos, matemáticos, en las fórmulas químicas, pero no en la vida. Todas pasaban tanto tiempo buscándose a sí mismas que descuidaban las artes amatorias, extrañándose luego por mi huida. Que maravilla sería amor mío vivir todos los días la vida de manera sencilla, alimentarse de manera sencilla, hacer el amor de manera sucia. Con momentos que no seríamos capaces de contar ni apuntados con una pistola. Que mi lengua, como extensión de mi cuerpo te traslade a otra dimensión una y otra vez en un día malo. Que no deseemos salir de la cama en un día bueno. Que cada conversación resulte más interesante que la anterior, hasta que nos comuniquemos sin usar las palabras, tapándote los ojos para que tu placer sea infinito, para que la inmensidad de tu felicidad no se escape en forma de lágrimas.
sábado, 21 de enero de 2017
Silencio, Belleza y Amor
Querías silencio. Ofreciste tu reino por el. Y yo te contesté: No lo puedes tener todo. No puedes ser la más bella del lugar y a la vez, verte rodeada de silencio. Tu elegiste el ruido como razón de tu existencia en el momento que me pediste poner un niña en tus entrañas. Más aún cuando repetiste dos veces mas. Un coro de voces, un despertador no solicitado los fines de semana. Pero aun así, ahora pides silencio. Como si hubieras olvidado el significado de hacer el amor. El silencio se elige antes, no después. La felicidad hace su aparición en forma de ruido sin posibilidad de pedir silencio nunca más, hasta que el nido esté vacío. Y será entonces cuando llores amargamente por el silencio y por la quietud, que llenará la estancia como niebla en invierno, hasta que vengan tus nietos de visita. Y volverá el ruido, pero esté ruido será distinto, tendrá aún más importancia que el primero, será más suave, tú no tendrás que modularlo, no criticarás sus pasos rápidos por el pasillo de la escalera y hará más feliz el fin de tus días. Quieres silencio ¿Para qué? Los gatos que rodean nuestro jardín son inaudibles. El invierno llegó y la ventana no para de repiquetear, el viento aulla como un lobo que ha perdido a su pareja de toda la vida -pues bien es sabido que son animales monógamos- Y tu pides silencio. ¿Acaso vas a volver a leer a Borges, a Neruda, a todos los poetas que se perdieron en la oscuridad del tiempo? Esas voces, una vez leídas y aprendidas, siempre estarán en tu cabeza, nunca callarán. Mejor preocúpate de los inviernos que se suceden y no dan tregua. Abriga tu corazón con los abrazos de tus hijos, pues llegará un día que los verás partir y entonces te despertarás un domingo tarde, desorientada, odiando el silencio, ofreciendo tu reino de nuevo, porque los humanos somos así de estúpidos, siempre ansiamos lo que no podemos tener.
miércoles, 11 de enero de 2017
Besos y Amor
Te besaré tan fuerte que olvidarás todo el dolor que sufriste. Te besaré tan fuerte que desaparecerán los fantasmas del pasado, esos que aún andan escondidos en las canciones de la radio. Haremos el amor sobre la encimera de la cocina y de un empujón el macabro aparato caerá al suelo, y con ella los recuerdos. Te besaré tan fuerte que perdonarás todos los orgasmos no recibidos, cuando pediste un empotrador y te trajeron un inútil con mamitis al que casi tenías que cambiar los pañales. Cuando susurraste palabras de amor y te respondieron con miradas de pánico seguidas de ronquidos. Cuando pediste más compromiso y te dijeron que estabas yendo muy rápido. Te besaré tan fuerte, amor mío, que olvidarás todas las falsas promesas que te hicieron en el amor, todos los putos caballeros andantes que más que caballeros eran rocinantes, de malos hábitos de higiene, espada pequeña y salgo corredor. Te besaré tan fuerte que olvidarás todos los te quieros por penetración, carentes de sentimiento y de mérito, porque cualquier hombre puede enamorarse falsamente durante diez minutos, pero pocos hombres lo son de verdad y se enamoran de por vida. Te besaré tan fuerte que no podrás poner como excusa nada ante tus amigas, no podrás quejarte de mis artes amatorias, ni de mi hábitos alimenticios, ni de la falta de detalles. Te besaré tan fuerte que olvidarás el desconchón en la pared recien pintada, ignorarás mis pequeños defectos y, alabando mi cocina, pregonarás a los cuatro vientos que quieres pasar conmigo el resto de tu vida. Te besaré tan fuerte que tendrás miedo a mi marcha, no por el vacio, no por la soledad, sino por puro interés. Porque el amor es egoista, nos sentimos tan maravillosamente bien porque el amado no es sino una pastilla de felicidad que tomamos diariamente, una prescripción médica que no queremos que prescriba, que nos hace olvidar la realidad en la que vivimos. Amamos y nos evadimos durante segundos del mundo, escuchando tan sólo el murmullo del tráfico, el pitido del silencio, como si fuera la antesala de la muerte.
lunes, 9 de enero de 2017
Amor Conversivo
miércoles, 4 de enero de 2017
Amor de Brujo
Siempre me han criticado por viajar mucho. Yo respondía que tan sólo buscaba la belleza, esa belleza que produce felicidad permanente, la del conocimiento, la de la razón, un paisaje distinto, resolver una adivinanza a cada paso, estar dentro de tí en la soledad de un campo infinito. Me conformo con imaginarte, escuchar tu risa, la que me conquistó el primer día que te ví. Me basta con dejar a un lado los malos pensamientos. Me basta con el hechizo de las yemas de tus dedos. Me basta con la dilatación de tus pupilas. Cuanto complicamos el amor, cuanto soñamos con lo que no tenemos cuando no lo tenemos. Y persistir en esa equivocación es lo que nos lleva a la tristeza. No sé a donde me llevaré el recuerdo de tus mordiscos. Ahora mismo estoy en un tren camino a tus besos. A la incertidumbre de todo viaje, añado tu marca. Cada caricia, cada pequeño mordisco dejó en mi una huella imborrable, que me confunde al cerrar los ojos. Y vuelvo a por más, a por la fantasía de ver como se curva tu cuerpo. A los susurros de medianoche, a las bromas privadas. Al madrugar sin tener porqué. ¿Sabes? El verde y el azul son mis colores favoritos, porque representan la libertad de perderme por bosques y montañas. Por eso tu recuerdo es belleza, y te veo allá donde voy. En mi imaginación, nuestros cuerpos siempre están a la distancia perfecta para mirarnos a los ojos y dedicarnos palabras de amor sin hablar, parando el instante en el que mi mano es besada tras acariciarte. Solos tu belleza, tu naturaleza y yo.
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