La vida se nos va entre suspiros no dados y afectos no recibidos. No quiero que me empujes por el codo para hacerme avanzar, como si fuese un famoso en horas bajas. Quiero que agarres mi mano con fuerza, como si te fueras a caer por un precipicio y yo fuera tu única salvación. Y si no sientes eso cada vez que me acaricias, es mejor que no me acompañes, porque mi vida es una aventura de alegrías, desdichas e imágenes únicas, de esas que no aparecen en las postales. Amo con tanta claridad como pasión, sin preguntas. Y lo sabrás, pues mis ojos no mienten. Quizás, no sé, no soy siempre buena persona. No creo en las personas buenas o malas, sino en los momentos buenos o malos. Y si no me crees, mira mi cuerpo: Está lleno de cicatrices por amor ¿Crees que quiero más? No. Yo ansío el descanso del guerrero. La paz del sexo, una casa en orden. Lo que ninguna mujer me supo dar. Todas buscaban complejidad, de la cual gusto en debates filosóficos, matemáticos, en las fórmulas químicas, pero no en la vida. Todas pasaban tanto tiempo buscándose a sí mismas que descuidaban las artes amatorias, extrañándose luego por mi huida. Que maravilla sería amor mío vivir todos los días la vida de manera sencilla, alimentarse de manera sencilla, hacer el amor de manera sucia. Con momentos que no seríamos capaces de contar ni apuntados con una pistola. Que mi lengua, como extensión de mi cuerpo te traslade a otra dimensión una y otra vez en un día malo. Que no deseemos salir de la cama en un día bueno. Que cada conversación resulte más interesante que la anterior, hasta que nos comuniquemos sin usar las palabras, tapándote los ojos para que tu placer sea infinito, para que la inmensidad de tu felicidad no se escape en forma de lágrimas.
Relatos de ficción "Captar en lo que se ha escrito es síntoma de lo que se ha callado" (Nietzsche)
lunes, 30 de enero de 2017
La vida se nos va
La vida se nos va entre suspiros no dados y afectos no recibidos. No quiero que me empujes por el codo para hacerme avanzar, como si fuese un famoso en horas bajas. Quiero que agarres mi mano con fuerza, como si te fueras a caer por un precipicio y yo fuera tu única salvación. Y si no sientes eso cada vez que me acaricias, es mejor que no me acompañes, porque mi vida es una aventura de alegrías, desdichas e imágenes únicas, de esas que no aparecen en las postales. Amo con tanta claridad como pasión, sin preguntas. Y lo sabrás, pues mis ojos no mienten. Quizás, no sé, no soy siempre buena persona. No creo en las personas buenas o malas, sino en los momentos buenos o malos. Y si no me crees, mira mi cuerpo: Está lleno de cicatrices por amor ¿Crees que quiero más? No. Yo ansío el descanso del guerrero. La paz del sexo, una casa en orden. Lo que ninguna mujer me supo dar. Todas buscaban complejidad, de la cual gusto en debates filosóficos, matemáticos, en las fórmulas químicas, pero no en la vida. Todas pasaban tanto tiempo buscándose a sí mismas que descuidaban las artes amatorias, extrañándose luego por mi huida. Que maravilla sería amor mío vivir todos los días la vida de manera sencilla, alimentarse de manera sencilla, hacer el amor de manera sucia. Con momentos que no seríamos capaces de contar ni apuntados con una pistola. Que mi lengua, como extensión de mi cuerpo te traslade a otra dimensión una y otra vez en un día malo. Que no deseemos salir de la cama en un día bueno. Que cada conversación resulte más interesante que la anterior, hasta que nos comuniquemos sin usar las palabras, tapándote los ojos para que tu placer sea infinito, para que la inmensidad de tu felicidad no se escape en forma de lágrimas.
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