viernes, 7 de agosto de 2020

Me enamoré tres veces (III)

 




  En aquel cumpleaños que no parecía tal, tu nombre griego resonó como una majestuosa obra de arte antigua. Una odisea del espacio, unas navidades anticipadas. Te escuché hablar italiano y se me cayó el alma a los pies, creando esa magia que sólo puede suceder en Madrid. Nos besamos y llegó tu parada. Decidí bajarme contigo en la oscuridad de la noche para seguir disfrutando de tus labios. Pasaron días y meses entre risas, arte y más arte, besos y más besos. Me diste esa felicidad que por mi juventud desconocía, tardes de cine para no ver la película, despedidas de portal que nunca acababan. En nuestro reencuentro, veinte años después, continuamos donde lo dejamos, pero con la calma de la experiencia, esa confianza que sólo da el amarte para siempre. No me rendiré contigo, salvo si eres tan feliz con el del beso semanal y no quieras sentirte tan viva. En tal caso te amaré en silencio hasta el fin de mis días.

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