miércoles, 7 de octubre de 2015

No tengo remedio, ni lo quiero tener

No tengo remedio ni lo quiero tener. Harto, estoy harto. De tu espionaje. De haber arrojado mi alma perdida al mar una noche de agosto. De que no me dejes amar a mi rubia en la paz y sosiego que requieren las artes amatorias. Rubia que es mucho más alta, guapa y lista (esto último no era difícil) que tú. Comenzar la mañana entre coches. El gris del tráfico me distrae. Bloqueados por las nubes, vaya metáfora para un lunes. Nacemos, cada uno, en nuestra burbuja individual -pienso- y evitamos toda cercanía humana. Forzamos la realidad. Me llega, de nuevo, una notificación tuya. La borro sin leer. Principe pío. Me siento como Martin Santos en tiempos de silencio, pero al revés. Me voy por Principe Pío. Me voy de Principe Pío. Harto de mis propios pensamientos, algo tendré que principiar. Ayer tuve tres orgasmos, tres: Huesca, Zaragoza y Teruel. Nunca me dijiste si te gustaba la jota aragonesa, pese a haber visto caer el gordo con dos aproximaciones. Que más da. Que jota aragonesa ni que ostias. Yo estoy con mi rubia y muy contento que estoy con mi rubia, y con los tres orgasmos que me dio ayer. Tres, como el compás de 3 por 4, la métrica de la música barroca, de los scherzos, del Rhythm&Blues. Tu no sabes lo que es un scherzo, y mucho menos entiendes de música Barroca. Bach era un genio. Y Tocata y fuga mi composición favorita de él, como bien pudiste comprobar. Una maravilla. Tras mi huida, en el Taxí, principiando, sonó en mi interior el Allegro molto Vivace de la Estación de Otoño de Antonio Vivaldi. El Otoño comienza, y con él, desaparece tu recuerdo. Las hojas caen, y a tí, se te cayó la careta. En mi interior ahora suena el invierno, la estación de la libertad.


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