Nunca más vuelvas a hacerlo. No me abandones más. No dejes días sin depositar mi amor en tus labios. Me enfadaré como vuelva a estar tanto tiempo sin sentir tu abrazo, sin sentir tu respiración cuando esté dentro de tí. Mostraré enfado por tu ausencia. Ya no hay excusas: Nos amamos sin hablar, en silencio, sin comprender, como sólo se aman los locos y los adolescentes. Sigamos pues, con esta pasión, a ver por que camino nos lleva. Me preguntas "¿Por qué estoy tan agusto contigo?" y yo te respondo sonriendo, sin palabras. Ví el brillo de tus ojos cuando me miraste por primera vez, no me hace falta más explicación que esa. Nunca más vuelvas a preguntarme que si quiero que te quedes. Quédate en mi vida y en mis sueños, los eróticos que me provocas mientras duermo y los de futuro que quiero compartir contigo despierto. Nunca más vuelvas a decirme si me siento bien a tu lado. Lo sabes de sobra al posar tu cabeza sobre mi pecho y oír mi corazón. Pero sé, sé que te gusta escuchar mi felicidad emanando de mis labios cada vez que de tí hablo. Si esa es la razón de tan repetitiva pesquisa, perdonada estás. Más no vuelvas a hacerlo. Nunca más.
Relatos de ficción "Captar en lo que se ha escrito es síntoma de lo que se ha callado" (Nietzsche)
viernes, 30 de octubre de 2015
lunes, 19 de octubre de 2015
La intensidad del amor acorta los momentos
Despertar de la manera más maravillosa posible: Deshaciendo la cama entre bocanadas de aire y dormitar de nuevo, esperando a que el sol de mediodía con su fuerza devuelva a nosotros los amantes al mundo de los vivos. Tu sabes darme la energía para que aprovechemos cada segundo de luz, cada instante de claridad. Nuestros cuerpos hacen el resto. La felicidad son esos minutos entre respiración y respiración. Siento que me miras y que sonríes con los ojos cerrados. Y la intensidad de nuestro amor acorta los minutos. Las manecillas del reloj van muy rápidas, entre conversaciones secretas de enamorados. Parece faltarnos más el tiempo que el aliento. Hace unos minutos era mediodía, y ahora parece que te conozco desde el comienzo. Pronto oscurecerá y la ansiedad hará acto de presencia, consciente de que las almas se entristecen por la ausencia de la persona amada. Pronto oscurecerá y no te tendré entre mis brazos, pero cimentaste mi corazón, perfumaste mís sábanas con tu esencia y ya no duermo sólo, sino con tu recuerdo, mientras tanto las manecillas del reloj vuelven a ralentizarse, esperando la unión de nuestros labios para volver a esprintar.
martes, 13 de octubre de 2015
Todavía hay princesas en castillos
Subiste por la almena de mi corazón, y allí te quedaste abrazada. Parecías disfrutar del sonido de mi respiración y buscabas con ternura mis labios, interrumpiendo mis sueños, que son los tuyos. Todavía hay princesas en castillos, ocultas, sin esperar príncipes que las rescaten, simplemente buscando que un hombre acompañe sus días desde el respeto y las caricias, desde las risas y la alegría de vivir. Otras veces hay que llevar a las princesas a un castillo para que descubran su linaje, para que la magia haga su aparición, pues normalmente no habitan en ellos. Sin más interferencias que las campanas de una lejana iglesia lejana o el ruido de los pájaros, fuimos por momentos dos nobles en su luna de miel, entregados a un hedonismo recalcitrante, y cuando por fin descansamos, el mundo pareció dormir con nosotros. Ni siquiera la luna nos acompañó. Decidió esconderse para no interrumpir nuestras artes amatorias y posterior reposo. Saborear el romanticismo más que sentirlo. Sentir el ardor interior al mirar a los ojos, ese sabor métalico y afrutado de una copa de vino bebida entre sorbos de pasión. ¿Quien amó así nunca? Nadie amó así siempre.
lunes, 12 de octubre de 2015
Castillos reformados
Como quien no quiere la cosa y pareciendo que estaba investigando mis orígenes familiares, me hospedé en un Castillo burgalés reconvertido a hotel, mandado construir por unos señores allá por el siglo XV. Penitenciados por el Santo Oficio, pronto decidieron que más valía convertirse al cristianismo, porque, de lo contrario, les iban a cortar algo más que el prepucio. Eso sí, mantuvieron sus privilegios y señorios (eran unos trepas) hasta su supresión en 1811 por Las Cortes de Cádiz, y reproduciéndose (sobre todo, por el nuevo mundo) como si no hubiera un mañana.
Pese a que quizás fuesen unos marranos en el sentido literal (dicese de los judíos conversos que mantenían los ritos de su religión original) no creo que lo fueran en el figurado. Y mucho menos que gustaran de decorar las habitaciones con cuadros de mujeres desnudas, cutres y de mal gusto (la habitación disponía de 3 de estos cuadros, a cada cual más horrendo) Eso y la música de Alborán en la recepción del hotel me hizo pensar que mis "antepasados lejanos" se estarían revolviendo en su tumba.
No me jodan el medievo, coño.
No me jodan el medievo, coño.
viernes, 9 de octubre de 2015
Invierno y mentiras del amor
El sueño del invierno siempre es el más placentero. Al principio de mi vida, envuelto entre edredones, me creía inmortal. Nada malo podía suceder si allí me quedaba. Fuera nevaba copiosamente, con tono gris centroeuropeo. Cuando crecí descubrí que las palabras más hermosas y más tristes se podían decir en horizontal, y que, las más importantes, también se podían decír bajo de las sábanas, entre susurros. Suelen ser una repetición de falsas promesas, sobre todo cuando les añadimos un para siempre, pues ni somos inmortales ni nuestro amor lo es. A pesar de eso, repetimos una y otra vez las mismas palabras, amante tras amante. Y si hay algo más surrealista que pronunciar un siempre, es pronunciar un nunca. Matadora resulta la combinación de ambas mentiras: "Nunca he amado así a alguien, te querré siempre". La ventaja de haber pasado parte de mi vida entre climas extremos, es que desde el comienzo descubrí lo efímero de la vida. Y si la vida era tan efímera, que no sería el amor. Por eso cuando pasé la primera noche de mi vida llorando por una mujer, incapaz no ya de dormir sino de respirar, no me pilló de sorpresa. Compungido, odié la mirada que me conquistó, las palabras de amor, y las mentiras, refugiándome en la música clásica, varios de los cuales habían sufrido, y mucho, por amor. Beethoven, mandando cartas a su amada, la mujer de un mercader con cuatro hijos, relación que por su propia vergüenza no continuó. Chopin, débil, enfermo y enamorado de una George Sand que le hacía sentir inferior, y que escribió su historia de amor en una novela, donde lo cuidaba "como un gatito enfermo". Mientras el componía las nocturnas, probablemente una de las más bellas composiciones de la historia de la humanidad. "Solo despertará cuando su corazón hoy dominado por la cabeza le produzca demasiado dolor. Que Dios la guíe y la proteja, pues no sabe distinguir entre un afecto verdadero y una adulación". Dijo él.
miércoles, 7 de octubre de 2015
No tengo remedio, ni lo quiero tener
No tengo remedio ni lo quiero tener. Harto, estoy harto. De tu espionaje. De haber arrojado mi alma perdida al mar una noche de agosto. De que no me dejes amar a mi rubia en la paz y sosiego que requieren las artes amatorias. Rubia que es mucho más alta, guapa y lista (esto último no era difícil) que tú. Comenzar la mañana entre coches. El gris del tráfico me distrae. Bloqueados por las nubes, vaya metáfora para un lunes. Nacemos, cada uno, en nuestra burbuja individual -pienso- y evitamos toda cercanía humana. Forzamos la realidad. Me llega, de nuevo, una notificación tuya. La borro sin leer. Principe pío. Me siento como Martin Santos en tiempos de silencio, pero al revés. Me voy por Principe Pío. Me voy de Principe Pío. Harto de mis propios pensamientos, algo tendré que principiar. Ayer tuve tres orgasmos, tres: Huesca, Zaragoza y Teruel. Nunca me dijiste si te gustaba la jota aragonesa, pese a haber visto caer el gordo con dos aproximaciones. Que más da. Que jota aragonesa ni que ostias. Yo estoy con mi rubia y muy contento que estoy con mi rubia, y con los tres orgasmos que me dio ayer. Tres, como el compás de 3 por 4, la métrica de la música barroca, de los scherzos, del Rhythm&Blues. Tu no sabes lo que es un scherzo, y mucho menos entiendes de música Barroca. Bach era un genio. Y Tocata y fuga mi composición favorita de él, como bien pudiste comprobar. Una maravilla. Tras mi huida, en el Taxí, principiando, sonó en mi interior el Allegro molto Vivace de la Estación de Otoño de Antonio Vivaldi. El Otoño comienza, y con él, desaparece tu recuerdo. Las hojas caen, y a tí, se te cayó la careta. En mi interior ahora suena el invierno, la estación de la libertad.
jueves, 1 de octubre de 2015
No me leas más, no quiero que me leas
No me leas más, no quiero que me leas. No quiero que leas mis versos al amor, porque ni siquiera mereces leerlos. Deja de leer mis palabras de madrugada. La noche es para dormir y para hacer el amor, y tu sólo sabes de lo primero. Las tres de la mañana no es hora sino de malas noticias. Deja de despertarte con mis letras. Quisiste hacerme daño causándome calor por fuera mientras me dejabas frío por dentro, pero no lo lograste, y, fracasado tu intento de maldad, me lees como si lo que escribiera fueran epítetos dirigidos a tu persona. No te esfuerces en pedir perdón. Eso sólo está al alcance de las personas nobles, y tu eres más de gases nobles. No me leas más, no me dediques ni un minuto de tu tiempo, no es necesario que recuerdes tus orgasmos fingidos mientras pronunciabas pronombres posesivos y se oían sinfonías oscuras. Mis versos tienen demasiado volumen para que los puedas escuchar, y oídos en susurro resultarían incomprensibles para tu malvada mente. No me leas, no quiero que me leas, aun me quedan vicios por perfeccionar, encontrar todas las razones del mundo en dos letras: Un Tu pero sin tí. Y ¿Sabes? Lo voy a lograr. Voy a lograr todo lo que quiero, porque me quiero, porque la vida es muy corta para acumular ojalás, porque quiero deshechar de mi vida tres cosas: Actitudes que duelen, cosas que confunden y orgullo que distancia. El amor siempre brilla en mi interior, no he de ir en su búsqueda, así que por favor, no me leas más.
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