miércoles, 11 de mayo de 2016

Cortina de lo prohibido, besos que no se deben dar




Es la sensual voz de Etta James la que parece pedirme que te tome con pasión pero sin prisa, así que al cerrar los ojos imagino que estamos en el Nueva York de los cincuenta, que eres mi amante, fumas con pitillera y llevas una ropa ajustada que apenas te desabrochas durante las artes amatorias. Escucho más tus palabras que tus gemidos, aunque poco a poco va siendo al revés. Entonces me adhiero a tu carne, beso a beso, mientras el disco sigue girando, canción tras canción. Y de pronto aparece Ella Fitzgerald y me pide que llore por tí. Y la sigue Diana Krall, hablando de sentimientos y adoraciones, y aún con los ojos cerrados de deseo me pide que te haga confesiones de amor, que te mienta, cuando sólo nos divertimos. Y El repiqueteo de la lluvia mientras hacemos el amor sirve como cortina de lo prohibido, de lo que no se debe de decir. Los labios son para morder y para besar. Ahora toca callar. Y Ella Fitzgerald vuelve para preguntarnos por qué no hay sol en el cielo. Y al abrir los ojos de nuevo  ya no sé que puede hacer este momento más mágico. Las copas de vino que depositamos en el suelo están a medio acabar. Una de ellas tiene tu tanga encima, que tan aceleradamente te quitaste poco después de entrar. Nina Simone me dice que me has hechizado, que soy tuyo. Y yo intento mantener la cordura, porque sólo nos divertimos. Y entonces me doy cuenta que no sólo quiero divertirme contigo, pero sólo quiero divertirme contigo. Huelo tu perfume mientras tu hueles mi miedo. Te has dado cuenta, para ti es un juego pero para mi no lo es. Y sin embargo, jugamos. Pero la partida se ha acabado, dicen de repente tus ojos. Yo también tendré algo que decir ¿No? No es justo. ¿Y que es justo? Nos gustamos, nos damos placer. Cariño, esto no es como las películas, me dices. Te levantas y vistes como se visten las enamoradas cuando se dan cuenta de que el lecho donde el amor toma nombre (¿Que Amor?) es una cama compartida. Yo, impasible, no trato de convencerte de lo contrario, aunque durante minutos me sienta como un gatito en un árbol, perdido, sin saber como ha llegado hasta allí, sin saber como bajar, maullando.  Y no es por que no pueda hacerlo, no es porque no deba hacerlo. Es porque nunca pido imposibles, estoy sentado en el sofa y me siento cansado. Cansado de la vida, del amor y de lo que se debe de hacer y lo que no, con lo fácil que es desear libremente.Y así te vas como llegaste, mirándome a los ojos y pronunciando palabras que no escucho, pues absorto en tu belleza todo lo demás es ruido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario