miércoles, 4 de mayo de 2016

Amor, Dudas y otros vicios


La seguridad que parece destruir el amor, no disipa las dudas del corazón. Cuando cruzas la frontera de la confianza, esa noche en la que te destripas y entregas tus más íntimos secretos, entregas una parte de ti a alguien, y el futuro sin ella ya no existe. Y de repente vas ganando por goleada y el partido deja de tener interés. Todo se vuelve tan oscuro que no alcanzas, que no encuentras el interruptor para despertar de la pesadilla. Ya no es maravillosa, ya no es hermosa. Las canciones no tienen sentido, y sin embargo no quieres dejar de soñar. Y es esa puta angustia, esa soledad la que te hace seguir, cada vez con menos amor, envuelto en una atmósfera de autodestrucción. Y con la mirada, con los gestos, con todo tu ser, comienzas a suplicarle. Dame una razón para seguir amándote. Dame una razón para que no salga corriendo. Un gesto, un pestañeo. Desnúdame y pídeme que te haga el amor en el suelo, si soy el soldado que por ti lucha, dame una batalla, déjame que abrace la victoria una vez más, antes que la rutina se convierta en un agujero negro que haga desaparecer lo nuestro para siempre. Y entonces recuerdas la noche. Aquella noche que le confesaste tus miedos y tus esperanzas. Que tenías miedo a ser padre, como antes lo tuviste a ser hijo. Que eres caballeroso, pero si la materia prima merece la pena, miras el culo a la homenajeada. Que crees que el poder de injerencia en nuestros destinos es muy limitado. Que eres un gilipollas sin remedio. Un gilipollas que a veces atractivo pero gilipollas al fin y al cabo. Y ella sonríe, te mira con cara de ternura y te abraza, para evitar que despiertes, para que sigas soñando.

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