lunes, 2 de mayo de 2016

Nada vale en el amor. Todo vale en el amor


Soy viajero sin destino fijo, culo de mal asiento, mi propio cirujano a la hora de coserme las heridas del amor, general que ha luchado en batallas de emociones perdidas durante años, sin llegar a comprender porque nos atamos a ellas cuando amar debería de ser la máxima expresión de libertad. Soñador despierto, sobre todo cuando una imagen hermosa vuela por mi mente. Hace años descubrí que nada vale en el amor y que todo vale en el amor. Que querer no es una foto fija y que lo construido durante años se puede desvanecer en segundos. Que el egoísmo deja de ser razonable cuando afecta al corazón de terceras personas. Y sobre todo aprendí a degustar el amor despacito, aprendí a cogerte de la mano mientras tu respondías apretando fuerte, como si fueras a echar a correr en cualquier momento, como si escapáramos de la guerra del día a día a nuestro paraíso natural. Tu amor me hizo reaprender la lección de los besos lentos, mordisqueando levemente el labio inferior mientras saboreabas el superior y te acariciaba la cabeza. Dejarte cabalgar en los ritmos verticales, mientras pronunciabas hermosas palabras. Correr por el barrio gótico mientras nos ofrecían toda clase de diversiones prohibidas. Tumbarse en el desierto bajo las estrellas y no querer dormir. Hacer el amor en un prado al pie de una montaña al amanecer, sin más compañía que unos caballos semisalvajes. Comer los mejores Spaguetti a la Vongole del mundo en un callejón de Roma que ni siquiera aparece en los mapas. Volverme en las escaleras del metro, yo siempre un escalón por debajo, y besarte como si el mundo se fuera a acabar. Cantar canciones en un concierto hasta quedarme afónico, morir en los bises, borrachos de felicidad. Visitar las playas más escondidas, más recónditas, y tirarme desde el acantilado, muerto de miedo en el momento de saltar, mientras los lugareños reían, pues ellos lo hacían todos los días. Que un soldado demacrado y al que le faltan varios dientes te apunte con un fusil en una de las fronteras más conflictivas del mundo, por simple diversión y tu me sonrías mientras pone el sello en tu pasaporte, y al cruzarla me abraces hasta dejarme sin respiración, pues has visto pasar la vida en un instante. Que me mires con los ojos abiertos, atenta a la conversación, mientras pronuncio el nombre de ciudades perdidas y palabras desconocidas, de lugares para tí desconocidos pero que quieres visitar tras mi relato, mientras te cuento como las personas sonríen en todos los países, tengan o no tengan, siempre que se sientan libres, siempre que se sientan amados.  Pero como sé que aún me queda mucho por vivir, tan sólo eres una ficción de mi imaginación. Porque nada vale en el amor y todo vale en el amor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario