Tu ausencia se apodera de mi cuerpo como si de una gripe fortísima se tratara: Hay fiebre en mi interior, me cuesta respirar y sollozo. Todo al mismo tiempo. Pero a tí te da igual. Se que que te da igual. ¿Sabes? Voy a esperar tus caricias, voy a congelar tu frialdad haciendo de tus manos la mejor pluma con la que escribir mi piel. A distancia todo es precipicio o paisaje, no puedes diferenciar el horizonte, y es ese desconocimiento, destructor de esperanzas, la definición de melancolía en estado puro. Encontré un imperdible en mi habitación, que te dejaste cuando me sacaste de mi cordura y me llevaste a tu abismo. Desde entonces mido la importancia de las cosas en lo que duelen al apagar la luz, la oscuridad como termómetro de sentimientos. Desde que me viste temblar, y en vez de taparme, te desnudaste conmigo, no hago más que soñar despierto con el trigo de tus cabellos, con la belleza de tus ojos, -los más hermosos que jamás ví, por como miras al mundo- Y en mis recuerdos, huyo de mi mismo y huyo contigo, fuente de mi felicidad. Maldita sea tu ausencia. Horas que se convierten en días, y mi único deseo es cerrar los ojos y que pase el tiempo para susurrarte palabras de amor en privado, y, privados de ropa, oir tu respiración donde siento nostalgia, entregarte mi deseo y hacer desaparecer anhelos. Eres mi emoción, te entrego mi corazón en bandeja de plata.
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