martes, 15 de septiembre de 2015

No hacer desayunos - esta paz ahora esta paz ahora

La habitación olía a vinagre de manzana, Las miradas de deseo y los besos sustituyeron cualquier conversación. Y volví a entrar en el cuerpo de una mujer. Disfrutar de sus caricias sin fin, de los besos, del amor. Sin largas esperas, sin conversaciones anodinas, sin llamadas absurdas, sin mensajes que no llegan. Sin personas que interrumpen. Sólo placer: Desnudar despacio, anudar despacio, respirar de manera entrecortada, realizar movimientos repetitivos y lentamente, acelerar, subir la intensidad del amor, olvidarse de uno mismo, envolverse en el universo del placer. Dejarse llevar. "Donde estaba este cuerpo anhelado tanto tiempo, como lo dejé escapar" . Nuevo, distinto, con aroma floral como si fuera un buen vino. "¿Por qué me dejé engatusar por la perversión de quien no me quería, si podía tener esto? " pensé. Que maravilla. La ropa desperdigada por el suelo, y aquel monumento que parecía cincelado por el mismísimo Miguel Angel, libre como el viento, se entregó en cuerpo y alma a mi querer. Me desintoxicó - Si es que quedaba algo - de la perversión de la mujer anterior, y, entre susurros, -sabedora de su poder- pronunció palabras de amor que probablemente sólo iban a ser verdad durante aquel instante, para acelerar mi pasión. Tras el amor, las conversaciones y las caricias se sucedieron. Breves, con medias sonrisas. Preguntas personales, información que, desnudo por fuera, me desnudaba por dentro. "Eres muy hermosa, rubia" musité. "Gracias" respondió con voz queda. Se tenía que ir. Tenía prisa. "Mejor" respondí, "He decidido no hacer desayunos jamás" "¿Qué?" preguntó ella, sin entender el alcance de mis palabras "No, Nada" respondí. Pasa un buen día. Y pese a la brevedad de aquel encuentro, que aseguro se repetiría, volví
a recordar a Benedetti;

Mi soledad ha aprendido a ostentarte. 
Esta noche, otra noche 
tú estarás 
y volverá a gemir el tiempo giratorio 
y los labios dirán 
esta paz ahora esta paz ahora. 
Ahora puedes venir a reclamarte, 
penetrar en tus sábanas de alegre angustia, 
reconocer tu tibio corazón sin excusas, 
los cuadros persuadidos, 
saberte aquí. 

He conservado intacto tu paisaje 

pero no sé hasta dónde está intacto sin ti, 
sin que tú le prometas horizontes de niebla, 
sin que tú le reclames su ventana de arena. 
Puedes querer el alba cuando ames. 
Debes venir a reclamarte como eras. 
Aunque ya no seas tú, 
aunque contigo traigas 
dolor y otros milagros. 
Aunque seas otro rostro 
de tu cielo hacia mí.



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