Leíste una y otra vez, sílaba a sílaba, incrédula, y rompiste a llorar.
"Como bien sabeís, amor mío, el Conde y Señor de Maella abusa de su poder, por eso encabecé la revuelta contra el, por eso he sido mandado encerrado y ajusticiar. Pero os amo, y os amaré eternamente"
Recibiste mi carta habiendo pasado ya un mes sin que supieras nada de mí, sin que nuestras manos volvieran a encontrarse. En nada encontrabas consuelo. Podías quedarte quieta y esperar mi fatal desenlace, pero fuiste presta al castillo a hablar con el Conde.
- Por favor os lo pido mi Señor, liberad a mi amado. Haré lo que me pidáis.
El Conde vio tu hermosura y de ti quedó prendado. Nunca tal belleza vio.
- Esta bien, pero a cambio quiero que me entreguéis vuestra mano.
Volviste a casa habiendo aceptado el trato sin dudar, y vuestro coraje e inteligencia hizo el resto: Al llegar a casa cogisteis el hacha de vuestro padre y os cortasteis la mano.
El conde al verla exclamó ¡La mano de ella! y sobrecogido ante tal acto de amor, decidió cumplir su palabra y me liberó.
No conocía la leyenda y es impresionante cómo la narras. Conocer las leyendas como conoces la historia enriquece los viajes
ResponderEliminarSí, me la contó mi padre de pequeño, y recientemente la leí de nuevo. España esta llena de ellas.
Eliminar