Me dices que amas los silencios. Que el silencio está infravalorado. Que por tu boca apenas salen palabras, que tú eres de expresar con hechos. Y yo te imagino en una casa reformada en la que se escucha tráfico de fondo, sin apenas dar detalles de tu vida, sólo escuchándome, con una copa de vino en la mano. Tu tímida voz me pregunta tiempos, curiosa, y cada anécdota amorosa parece conseguir desternillarte de risa, cuando ayer te hacía bostezar. Y yo me callo las miles de preguntas que tengo por hacerte, temeroso de que no me gusten las respuestas. Te preguntaría por qué tienes el nombre que me persigue, el por qué de ese pelo, la razón por la que estás sola.. -pues para mi resulta inimaginable que una mujer con tus virtudes esté sola: hablas poco, eres guapa e inteligente, para mí resultas muy atrayente- Y comienzo a soñar despierto con abrazos no dados, pues en los sueños creados por uno mismo el mundo es perfecto y el amor brilla con luz propia, porque el amor y la imaginación son los motores del mundo, y esa energía empieza a fluir en mí y activa mis pensamientos. Cuando era niño miraba las nubes y por cada nube pensaba una idea. Me imaginaba un futuro muy distinto al que me ha tocado vivir, distinto a las vidas que narraban los cuentos y las novelas que caían en mis manos y que terminaba leyendo con linternas. Ahora la noche es distinta. El silencio lo alcanza todo y no parece haber tiempo para nada. Las personas, presas de una agitación constante, sufren por un futuro que no pueden controlar, y para parar de pensar y sufrir, intentan evadirse de la realidad. No disfrutan el ahora, de las pequeñas cosas que nos hacen sonreír, como escuchar tu carcajada al otro lado de la línea, como descubrir mundos nuevos en los que ya estuvimos. Hablar con personas desconocidas que antes habían sido nuestros amantes. Un simple paseo basta para cambiar, un guiño que ofrecemos al destino. Y el destino nos devuelve el guiño, cambiando la percepción de nuestras propias vidas. Y yo degusto el instante como respiro, como si fuera una taza de café, a pequeños sorbos, sintiendo el valor de cada segundo y convirtiéndolo en felicidad.
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