Tengo miedo a cada una de tus palabras. Cada vocablo que salga de tus labios me va a enamorar, lo sé. Tengo pánico a tu silencio, pues no podré evitar mirarte a los ojos y entonces descubrirás lo que siento, ese amor infinito que me atormenta cada noche.Tengo miedo a tu cuerpo desnudo, por eso no dejo de imaginármelo una y otra vez, porque sé que no seré capaz de controlarme, que no podré sino ayudarte en tu desvestir, que la pasión nos hará olvidar las estaciones, el invierno de tu ausencia y el verano tu abrazo. Tengo miedo a tu hechizo, ese que nubla la vista del enamorado, el que provoca dolor por ausencia, el que hiela el corazón. Y es que la belleza, al igual que produce un placer permanente, produce dolor. Nunca te enamores de una mujer hermosa, me decían. Se llevará tu corazón y jamás te lo devolverá. O quizás me estoy equivocando. Eres tú la que tiene miedo a vivir. La que tiene miedo a discusiones que acaban en secretos de alcoba. Miedo a que te lleven la contraria, miedo a salir de tu comodidad, miedo a abandonar las tres posiciones básicas, miedo a hacer el amor entre olivos, con el calor del sol sobre nuestros cuerpos o con la luna como única iluminación. Y es ese miedo que tienes a vivir, a equivocarte, a caer y volver a levantarte, esa obsesión por complacer a tus allegados una soga al cuello que te va apretando cada vez más, que te impide respirar, sentirte libre y disfrutar de los orgasmos sin sensación de culpabilidad, pues eres una canaria enjaulada, con miedo a salir por tener el alpiste seguro. Por miedo a amar o a vivir, que es lo mismo.
Relatos de ficción "Captar en lo que se ha escrito es síntoma de lo que se ha callado" (Nietzsche)
domingo, 11 de diciembre de 2016
Miedo a amar
Tengo miedo a cada una de tus palabras. Cada vocablo que salga de tus labios me va a enamorar, lo sé. Tengo pánico a tu silencio, pues no podré evitar mirarte a los ojos y entonces descubrirás lo que siento, ese amor infinito que me atormenta cada noche.Tengo miedo a tu cuerpo desnudo, por eso no dejo de imaginármelo una y otra vez, porque sé que no seré capaz de controlarme, que no podré sino ayudarte en tu desvestir, que la pasión nos hará olvidar las estaciones, el invierno de tu ausencia y el verano tu abrazo. Tengo miedo a tu hechizo, ese que nubla la vista del enamorado, el que provoca dolor por ausencia, el que hiela el corazón. Y es que la belleza, al igual que produce un placer permanente, produce dolor. Nunca te enamores de una mujer hermosa, me decían. Se llevará tu corazón y jamás te lo devolverá. O quizás me estoy equivocando. Eres tú la que tiene miedo a vivir. La que tiene miedo a discusiones que acaban en secretos de alcoba. Miedo a que te lleven la contraria, miedo a salir de tu comodidad, miedo a abandonar las tres posiciones básicas, miedo a hacer el amor entre olivos, con el calor del sol sobre nuestros cuerpos o con la luna como única iluminación. Y es ese miedo que tienes a vivir, a equivocarte, a caer y volver a levantarte, esa obsesión por complacer a tus allegados una soga al cuello que te va apretando cada vez más, que te impide respirar, sentirte libre y disfrutar de los orgasmos sin sensación de culpabilidad, pues eres una canaria enjaulada, con miedo a salir por tener el alpiste seguro. Por miedo a amar o a vivir, que es lo mismo.
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