lunes, 9 de marzo de 2015

#GenViajero

Los viajeros damos por supuesto que todos tenemos el gen viajero, desear cambiar la vista de tu horizonte constantemente. 


A veces sueño con viajar por los lugares recónditos que faltan en mi mochila. Despierto y miro debajo de mi cama. Cuando leía a Hemingway en mi adolescencia quería poder escribir en una cafetería con la claridad que el lo hacía. 

Y es cierto que el sabor metálico de unas ostras te hacen sentir feliz y con ganas de haber hecho el amor. Tan cierto como que hay playas que tienen recuerdos imborrables. Desiertos llenos de imágenes en nuestra memoria y zonas habitadas por millones de personas que no nos dicen nada. Y sin embargo yo viajo por las personas. Sueño con despertar en un Monasterio Budista en Bhutan, con comer Sushi en Osaka, con alcanzar la serenidad en un atardecer Australiano. Con copular en una Isla griega acompañado tan sólo por el sonido del viento. 

Y ese gen viajero, ese culo inquieto de mi existencia me hace sufrir sentado en mi sofá, haciendo que mi alma se queje a cada minuto pidiendo la adrenalina por lo conocido y desconocido. Canarias, un paraíso tal que atonta los sentidos. Ir de Las Palmas a Tenerife y sentirse descubridor por un día. Reptar dentro de sus cuevas y sentirse protagonista de una novela de Julio Verne. Y es que este mundo es infinito, no hay suficiente vida para viajar a todos los lugares deseados, y, si así fuera, pediría otra vida para repetir.

Pero ningún viaje tan único e irrepetible como enamorarse. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario