La edad que aparece en la caja de una maqueta es siempre superior a la necesaria para montar la misma, así los padres piensan que tienen un pequeño genio en casa. Acabábamos de ver Top Gun por segunda vez, esa película que estrenó nuestro VHS de Phillips con LEDs verdes primitivos que en los ochenta te hacían creer que al rebobinar pilotabas una nave espacial. Montar una maqueta de F-14 parecía lo más apropiado, tarea que se prolongó durante meses: Hay que seleccionar cada pieza con sumo cuidado, pulir los bordes, montar no más de dos por día con una minuciosidad digna de la Capilla Sixtina, esperar, tener cuidado con las alas de geometría variable del aparato, pintar las piezas y añadir las pegatinas. La lentitud del proceso ilusiona y enamora de tal manera que al acabar mi padre fue a la tienda a comprar el Saab 37 Viggen, un caza sueco que sólo conocía el y en el cual yo no participé sino como mero observador. Previamente había preguntado al dueño si tenían un Me-262 Nachtjäger: La cercanía de la segunda guerra mundial provocó en el bávaro una cara de asombro, enfado y reprobación, gesto que acompañó con un arqueo de cejas mientras se quitaba las gafas con una mano y se las volvía a colocar. De pequeño todos los hombres adultos alemanes me parecían iguales: Altos, gordos y con bigote, con gafas de asiduo lector de biblioteca, como un Obélix de difícil carácter. Al final mi padre montó un tercer avión, un MiG-29 de la entonces Unión Soviética, que termino pintando por acontecimientos con los colores de la Luftwaffe. Y es que en este mundo las banderas cambian mucho, y las maquetas también.
Cuantos recuerdos las maquetas... yo tenia una que monté de una Spirefire de la RAF y mi hermano un Stuka que creo que es el avión más bonito que se puede imaginar (con sus cruces gamadas y su carlinga) Recuerdo el trabajo de pintarlos y vez como la hélice giraba, También pintábamos los soldados escala 1/72 y como hacíamos dioramas algo primitivos. Aquellos soldados tenía mucho más detalles que los de plástico barato de los "sobres de guerra" que se vendían en los kioskos
ResponderEliminarEfectivamente, son recuerdos que se graban en la memoria, unen a padre e hijo.
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