Los colores vivos son las ganas de vivir. La tristeza desaparece con la belleza, que produce un placer permanente. Adoramos la simetría de formas, los culos y pechos firmes, las caras redondeadas tiernas, bonitas. La superficialidad no es tal sino la supervivencia de la especie. Flirteamos con la muerte, soñamos con la vida. Nadie quiere la soledad, pero pocos nos aguantan, y en una contradicción constante entre lo que queremos y lo que podemos tener, queremos encontrar nuestro lugar en el mundo. Amamos la belleza idealizada por imposible, y cuando la tenemos, es como un premio millonario difícil de gestionar, la queremos conservar como si fuera una flor, y no depende sino de la naturaleza misma, que, como la vida es cruel, dura, maravillosa y hermosa al mismo tiempo.
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