- ¿Pero has visto? ¡Que vergüenza!
Iba como siempre con su carpeta con documentos del banco, vestido como si fuese el presidente del Real Madrid. Diez minutos antes me había hecho gestos para que entrara en la cafetería repleta de madrugadores involuntarios. Al sentarme le señalé la mano y me contó que le había mordido un perro. Tiene fobia a los perros y el animal -Un perro lobo checo bien conocido- le mordió. No hizo falta que le preguntara que había sucedido, el me lo contó ipso facto, escupiendo las palabras como si fueran una maldición y subiendo o bajando el tono cada vez que decía "Escucha" mientras señalaba con el dedo índice hacia arriba, no sé si advirtiéndome de una intervención divina por nuestros actos.
- Si es que ¡Ya está todo el pescado vendido! ¡Y quieren hacernos creer que están inventando la rueda joder!
Y no queda más remedio que asentir con la cabeza, mientras asentía al ofrecimiento de otra taza de café americano que humeaba en la oscuridad de la mañana. La luz del café era tenue, como para que el despertar de la realidad del día mientras ponen las calles nos resultara suave, como si el mundo nos fuera a lastimar por existir.
- Es que no escuchan, ¡Ya no escuchan!
Y era cierto que así era, la juventud de ahora no escucha, no como la de antes, que era todo oidos, obediente y no contestataria. Lo único que había mejorado desde su juventud era el Real Madrid, gracias a Dios. El, que le rezaba hace dos semanas a Vinicius ahora le reza a Bellingham.
Obvié que el dueño del perro era vecino mío y que tenía además dos animales más, bastante grandes, probablemente adoptados, que juegan con mi hijo que no les tiene miedo. Cuando más grande es el perro, más se acerca mi hijo, que incluso se intenta montar como si fuera su bicicleta de juguete.
El país está hecho un desastre, pero mientras los niños sigan jugando con los perros, todo irá bien.