Te escribo después de tu desaparición. Bien sabes que te quiero desde el primer momento que supe de tu existencia, sé que estabas destinada a ser tan inteligente y hermosa como tú progenitora, con sus hermosos ojos verdes. Sé que te hubiéramos querido con locura, te hubiéramos llevado los domingos al retiro, te compraríamos helado de pistacho, pasaríamos los veranos en Málaga con tus abuelos. Tu madre decía que era demasiado pronto para hablarte, y la tierna estampa de verme contándote estas cosas le hacía reír en silencio. Tu belleza realzó la suya, y cambió su mirada para siempre: La volvió tan tierna que únicamente deseaba abrazarla. Como siempre, pero con aún más ganas, porque fruto de ese amor fuiste creada. Al cielo, dónde seguro está tu alma te pido que me ayudes con ella, para que vuelva a ser la mujer de la que me enamoré, dile que tenemos todo para ser felices, que tiene razón en todo, haz que recupere la felicidad.