El primer beso te lo di con la mirada y tú me lo devolviste girando la cabeza para reírte bobaliconamente, respondiendo con monosílabos y recibiendo a su vez mi silencio como respuesta, ese viejo truco de hacerlas hablar hasta que se ríen de sus propias palabras. Y es que no hay mayor estado de debilidad que el de un enamorado, hasta mi mente dejó de funcionar con cada beso de tus ojos y de tus labios, poco podía decir. Hasta que se encontraron con los míos pasaron minutos infinitos, entre palabras y recuerdos. Luego pasamos a las líneas de tu cuerpo, a las cosas pares, a las curvas peligrosas. A ese viaje sin retorno que es amar, a continuar donde lo habíamos dejado. A confirmar tu belleza imperecedera. Quizás me excedí intensidad, quizás en delicadeza, pero sé que desperté la pasión en ti, esa que nunca debió dormirse, porque la vida es corta y el amor es lo que mejor sabemos hacer, sin el la humanidad está perdida.
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