Nada bueno sucede de madrugada. Ninguna noticia buena se escribe en la oscuridad. Siempre es un lamento por ausencia, una pena que no acaba, un amor no correspondido, o una infidelidad: Nada recto, nada correcto. Tu amante me llamó triste, enfadado, después de que le partieras el corazón. Eso, obviamente no lo decía, pero se leía entre líneas. Su tono era de cabreo profundo y despecho: Otro de tus juguetes destrozados por tu maldad infinita.
- Yo la quiero, me da igual su pasado, me hace feliz. Volveré a estar con ella.
- Te hará feliz hasta que te destroce, como ya está haciendo. Te subirá a un acantilado, te faltará oxígeno y te tirará desde allí. Huye, todavía estás a tiempo. Una persona murió por su culpa. Como actriz dramática no tiene precio, Hazme caso. Afortunadamente me salvaron de ella.
Le expliqué que sufrías el complejo de clitemnestra, el síndrome de infidelidad compulsivo que te hace destruir una pareja tras otra. Ese trastorno narcisista, esa carencia de empatía propia de una infancia de abusos paternos. Algo que descubrí por mis conocimientos psiquiátricos, pero que no es fácil de ver a primera vista. Incapaz de terminar una relación, confundes palabras y conceptos y las vas destruyendo conforme tus parejas descubren tus infidelidades, para luego intentar aparecer como víctima. Quieres el amor pero tienes fobia al mismo e intentas destruir a la persona que te ama, dejando cadáveres por el camino, tal es tu maldad y perversión. En tu propia versión de trastorno, eres un cliché, ofreciéndote en matrimonio a todo el que te acompañe a El Escorial a pasar el día para luego tirarlos cuando te cansas de jugar con ellos. Nunca repites, curiosamente, nombre de hijos, pero sí iglesia.
Se que me llamaba por esa obsesión enfermiza de hablar de tus juguetes inservibles, así que le calmé e intenté explicar la situación: Que todo lo que sucedía era culpa tuya. Que yo tengo una nueva pareja y soy feliz con ella, que no me interesas en absoluto y que lo mejor que podía hacer es no tener contacto contigo de ningún tipo, por su propia salud mental, y sobre todo que no pagara nada. No todos los hombres son tan fuertes como para frenar pasiones desenfrenadas. Yo tuve suerte, esquivé la bala a tiempo. Se enfadó y empezó a insultarme. Creo que se te olvidó comentarle que mido dos metros, que vivimos en la misma ciudad y que asusto con la mirada. Respondí a sus ataques con la verdad, con advertencias sobre tu persona y luego le ignore. Pobre desgraciado, desconoce su destino.
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