viernes, 2 de septiembre de 2016

Ahora que el Reloj va deprisa



Ahora que el reloj va deprisa, voy a acariciar tu mano. Con la yema de mis dedos voy rozando donde dicen está la línea de la vida, en forma de depresión curva, profunda, sin rupturas, como si viajases en un tren sin paradas. Es ese dulce cosquilleo el que te hace sonreír, el que me muestra desnuda tu alma ante mis ojos, el que me enseña la felicidad de los pequeños gestos. Ahora que el tiempo se nos entregó como un regalo, voy agarrarte por la cintura. Bien sabe Dios que es todo un arte: El secreto está en la firmeza sin exceso, sin perder de vista tus ojos. El atractivo del silencio, de las palabras no pronunciadas, pues cuando se ama de corazón cualquier palabra puede convertirse rápidamente en ruido, como un instrumento desafinando en una orquesta. La química secreta confusión. Y estoy tan ciego que no puedo parar de mirarte. Ahora que los sentimientos afloran voy a sincerarme contigo: Quiero viajar a una isla desierta y perderme para siempre, pues me encontré a mi mismo cuando me enamoré de tí. Allí donde el tiempo se pare y no necesitemos relojes, allí estará nuestro hogar para poder amarnos sin horarios que entorpezcan el estudio de nuestros cuerpos. Al amor lo llaman media naranja, y es quizás por eso que tu humor es ácido, oloroso y fresco a la vez, como si fueras un buen vino afrutado. En esta vida nos tocó encontrarnos, esa casualidad que algunos llaman magia, otros destino, y yo parte del camino por recorrer. Te ríes de mi rotacismo, como si fuera un ciudadano francés, como si mi pronunciación incorrecta te atrajese aún más, por mi carácter romántico y por la innumerable cantidad de palabras de amor que contienen dicha letra. Y yo sonrío, satisfecho, pues cuanto más haces reír a una mujer, más le llegas al corazón, más se acelera en su pecho, anhelando besos no dados.

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