Te has declarado incapaz de amar, mientras escuchábamos a Portishead. Que propio, esas canciones tan tétricas mientras argumentas en triste. ¿Quien te ha pedido amor? Yo sólo te pedí que desnudaras tu cuerpo, no tu alma. Yo ya no necesito el amor, el deseo es un buen sustituto. Es mucho más verdadero, proporciona felicidad horas después del orgasmo, y evita la angustia de la distancia, de la ausencia, de los pensamientos encontrados. Tu y yo nunca llegaremos a saber si vemos las cosas de forma diferente. Nunca voy a mirar tu cuerpo desnudo con el hartazgo de la rutina, te miraré siempre como cuando miraba las estrellas por el telescopio de pequeño y me imaginaba viajando a ellas, conociendo otros mundos, sintiendo fascinación por el infinito como definición. Así sera tu belleza para mí, mientras no nos enamoremos, porque en el amor empieza la decadencia de la pasión, hasta que la repetición diaria de los movimientos rítmico-pélvicos destruye la felicidad. ¿Sabes? Una vez comprendí que ese sentido de privatizar el amor es como si tratáramos de privatizar la risa. Tuve una novia un tanto pervertida que me era infiel sólo los días que me pedía que la recogiera en su trabajo. Trabajaba en un museo, con varias entradas y salidas. Ella quedaba conmigo en una salida, mientras por la otra se encontraba con su amante, para besarle previamente. Después salía por donde yo la esperaba e íbamos a su casa a hacer el amor mientras escuchabamos a Portishead. Ya sabes, esas canciones que piden razones para amar, que exigen que los hombres no cometamos ningún error porque no podemos escapar, no podemos oponer resistencia. Un día llegué demasiado pronto, decidí pasear un rato y los descubrí. El chico salió corriendo al verme, y yo me eché a reír, no creyendo lo que mis ojos me mostraban. Ella también se reía, parecía darle placer hacer daño a los demás. Pasé de largo, como si no la hubiera visto, como si el dolor que pretendía causar no hubiera hecho efecto. Me persiguió, enfadada, dando voces, y yo la seguí ignorando, hasta que paré un taxi y cerré la puerta. Incluso golpeó el cristal y me insultó. Imagino que esperaba una reacción por mi parte, y la ausencia de la misma destrozó sus planes. Lejos de ella, comencé a llorar, como si mi mundo se hubiera acabado, como si hubiera dejado de creer en el amor. Te has declarado incapaz de amar, pero sé que eso no me pasaría contigo, porque sólo te pido que desnudes tu cuerpo, no tu alma, que hagamos el amor escuchando a Portishead y que mañana, al salir del museo, me dejes que te recoja en la puerta principal.
Relatos de ficción "Captar en lo que se ha escrito es síntoma de lo que se ha callado" (Nietzsche)
domingo, 15 de mayo de 2016
Incapaz de amar
Te has declarado incapaz de amar, mientras escuchábamos a Portishead. Que propio, esas canciones tan tétricas mientras argumentas en triste. ¿Quien te ha pedido amor? Yo sólo te pedí que desnudaras tu cuerpo, no tu alma. Yo ya no necesito el amor, el deseo es un buen sustituto. Es mucho más verdadero, proporciona felicidad horas después del orgasmo, y evita la angustia de la distancia, de la ausencia, de los pensamientos encontrados. Tu y yo nunca llegaremos a saber si vemos las cosas de forma diferente. Nunca voy a mirar tu cuerpo desnudo con el hartazgo de la rutina, te miraré siempre como cuando miraba las estrellas por el telescopio de pequeño y me imaginaba viajando a ellas, conociendo otros mundos, sintiendo fascinación por el infinito como definición. Así sera tu belleza para mí, mientras no nos enamoremos, porque en el amor empieza la decadencia de la pasión, hasta que la repetición diaria de los movimientos rítmico-pélvicos destruye la felicidad. ¿Sabes? Una vez comprendí que ese sentido de privatizar el amor es como si tratáramos de privatizar la risa. Tuve una novia un tanto pervertida que me era infiel sólo los días que me pedía que la recogiera en su trabajo. Trabajaba en un museo, con varias entradas y salidas. Ella quedaba conmigo en una salida, mientras por la otra se encontraba con su amante, para besarle previamente. Después salía por donde yo la esperaba e íbamos a su casa a hacer el amor mientras escuchabamos a Portishead. Ya sabes, esas canciones que piden razones para amar, que exigen que los hombres no cometamos ningún error porque no podemos escapar, no podemos oponer resistencia. Un día llegué demasiado pronto, decidí pasear un rato y los descubrí. El chico salió corriendo al verme, y yo me eché a reír, no creyendo lo que mis ojos me mostraban. Ella también se reía, parecía darle placer hacer daño a los demás. Pasé de largo, como si no la hubiera visto, como si el dolor que pretendía causar no hubiera hecho efecto. Me persiguió, enfadada, dando voces, y yo la seguí ignorando, hasta que paré un taxi y cerré la puerta. Incluso golpeó el cristal y me insultó. Imagino que esperaba una reacción por mi parte, y la ausencia de la misma destrozó sus planes. Lejos de ella, comencé a llorar, como si mi mundo se hubiera acabado, como si hubiera dejado de creer en el amor. Te has declarado incapaz de amar, pero sé que eso no me pasaría contigo, porque sólo te pido que desnudes tu cuerpo, no tu alma, que hagamos el amor escuchando a Portishead y que mañana, al salir del museo, me dejes que te recoja en la puerta principal.
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