martes, 2 de junio de 2015

I need your love




¿Necesitamos el amor por las canciones? ¿Nos hacen las canciones amar? Mis amores siempre empiezan en otoño y terminan en verano, después de varios ciclos. Al recuperar la libertad sientes, a la vez, alivio y congoja. La incertidumbre se alivia entre copas de vino con amigos. Las risas inundan la estancia al intercambiar experiencias, experiencias que se repiten, una y otra vez, en la boca de los comensales, como el bolero de Ravel. La misma melodía a distintas escalas. Mujeres que te acusan de haberlas dejado embarazadas sin haber estado embarazadas y, a veces, sin haber mantenido relaciones. Mujeres que amenazan con el suicidio si las dejas. Mujeres que forcejean con tu móvil para ver los mensajes, buscando infidelidades. Hablo con Manuel y Oscar, dos viejos amigos cuyo tema de conversación siempre termina siendo el mismo. Frustados, divorciados no de las mujeres sino del amor, en el que vuelven a caer una y otra vez. Me invitan a que les acompañe a un club a seguir con el alterne, y yo insisto que no puedo, que quien de putas gusta y zapatos gasta, siempre va descalzo y nunca tiene nada. Repetimos el consejo de mi viejo, como si fuera un mantra. "¿Por qué pagar para vestir a una mujer cuando puedes pagar por desvestirla?". Nunca lo he aplicado, pero lo entiendo muy bien y me voy a dormir. Cuando, con ocho años descubrí  que mi padre mantenía una relación con nuestra casera, una mejicano-alemana pelirroja y de ojos verdes y profundos, los miré sin entender. Ella estaba sentada en el mueble de la cocina, y el la abrazaba mirándola a los ojos. Mi madre estaba trabajando, y yo miré un sólo segundo y volví a mi habitación. Había ido probablemente a buscar alguna confirmación infantil de esas que piden los niños a sus padres. Horas después, cuando le pregunté a mi padre, el contesto, "Niño, cuando seas adulto comerás huevos". Años después, cuando en mi primera relación estable, y tras años de relación, me enamoré de otra mujer (en mi caso, sin tomar ninguna acción, tan sólo sufrir en silencio) comprendí las palabras de mi padre, y le llamé al teléfono -Nunca respondía- Horas después me llamó el. Estaba lejos -Como casi toda mi vida- Pero sus consejos solían ser bastantes acertados.

- Te ha entrado por los ojos, nos pasa a todos, y te cansas de hacer el amor con la misma mujer. También nos pasa a todos.

- ¿Entonces, por qué la gente se casa, Father? ¿Siempre es así?

- No hijo no, siempre no es así. Pero las parejas que encuentran su media naranja las sacan hasta por televisión. Con las mujeres nada es fácil. Hazme caso.

Y el cabrón del viejo tenía razón.





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