Y si nuestro destino es unir nuestros cuerpos, que así sea, algo más que mirarnos a la cara cada mañana y decirnos hola. Hace ya mucho tiempo que me cansé de días sin, de contar el sexo con los dedos de la mano. Ahora exijo placer e intimidad con más fuerza que en mi juventud, dónde la inexperiencia impedía la felicidad completa. Sí despertándome cada día dentro de tí resultas ser la madre de mis hijos, bienvenido sea, la vida no entiende de futuros, se recorre a una velocidad de vértigo y las canas aparecen sin previo aviso, demostrándonos quién manda. Cada momento postergado ya no vuelve, único. Cada beso dado nos dice que seguimos vivos, en una eternidad en la que nunca dejas de ruborizarte mientras me preguntas por qué miro, por qué fijo mi mirada en el blanco de tu piel mientras pasa el tiempo.
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