martes, 2 de septiembre de 2025

Basilea, el exilio español

Basilea tiene tres salidas en su aeropuerto. Una para Francia, otra para Alemania y otra para la propia Suiza, que es más pequeña que las dos anteriores. En realidad el terreno pertenece a Mulhouse, una ciudad francesa que perteneció a Alemania y da servicio a esta ciudad, a la misma Basilea y a Friburgo. La curiosidad es que por la ciudad suiza se escucha hablar español, y no sólo de cuando el Franco Suizo valía catorce pesetas. Había gente que decía que allí se podía trabajar con el inglés, pero se encontraban tremendamente equivocados. Lo que sucede es que allí se habla el dialecto suizo, que resulta ininteligible para los germanoparlantes, provocando a los foráneos que siempre pedimos que repitan la frase en Alto Alemán (alemán neutro) y que terminemos hablando en inglés para evitar favoritismos. Los suizos probablemente sean las personas más prácticas en este sentido del mundo, utilizando el inglés hasta en el parlamento. Un compañero de entonces estaba convencido de este último punto al extremo de llevar dos décadas trabajando para una empresa Suizo Alemana tan sólo con el inglés como lengua de trabajo. La época en la que nos mandaban al país helvético de lunes a jueves coincidió con su ascenso, que asombró a propios y extraños. No lo celebró ni se alegro por ello: Era una persona de poca expresividad y alma un tanto retorcida. En las reuniones en alemán no se enteraba de nada, así que le enseñé varias frases que alternar para aparentar lo contrario: 

"Ja, Ja" (Sí sí)

"Aber natürlich!/Aber ja"  (por supuesto/ pues claro) 

"Diese Idee gefällt uns nicht, sie reicht nicht aus" (esa idea no nos gusta, es insuficiente)

"So ist es" (así es) 

"Ich weiss es nicht. Ich werde meinen Kollegen fragen" (NPI, se lo voy a preguntar al compañero) Esta última era muy útil cuando le preguntaban algo (Los sajones adoran cuando alguien reconoce que no sabe nada de algo. Les da gustirrinín)

Con dichas expresiones básicas estuvo un año entero sin que se enteraran que el hombre sólo sabía inglés. (Igualmente luego mandaban un resumen de la reunión por correo electrónico en varios idiomas, que el leía  avidamente, y nunca sucedía nada interesante) 

Todo se descubrió el día que una compañera le roneó (algo muy habitual para las féminas en esas latitudes) preguntándole si podían verse después para cenar. El respondió que lo iba a consultar con su compañero (o sea, conmigo) lo cual produjo una confusión enorme. La suiza -una rubia de metro ochenta- que estaba deseando preguntarle porque llevaba un colgante con una figura en el cuello y por qué tenía nombre de mujer (Jose María) si era un hombre se quedó con las ganas y se lo tomó como un rechazo. Igualmente explicarle a una calvinista lo que es la Santina y que Asturias era España y el resto tierra conquistada iba más allá de sus conocimientos lingüisticos. Durante varios días pensaron que el y yo eramos algo más que compañeros. Y no entendí por qué hasta que me explicaron lo sucedido. Les aclaré mi heterosexualidad y que esas cosas en España no se suelen hacer, donde tengas la olla..Que tenemos otros lugares de esparcimiento, conocimiento y roneo en general. Rápidamente alguien convocó una reunión para pedirnos disculpas y mi compañero respondió con otra frase aprendida "que era insuficiente", por lo que avergonzados nos ofrecieron una cena en un restaurante caro al lado del río donde degustar la para ellos deliciosa (sic transit) cocina suiza, básicamente carne con champiñones en salsa, a la que se unieron varios españoles que comimos entre risas y ruido, asustando a los otros comensales, incluido un señor que nos pusieron en la silla que quedó libre de la mesa de ocho y que sólo había pedido una triste sopa. Sic transit. 

domingo, 13 de julio de 2025

Kilometraje impuesto

 Majadahonda es un pueblo. No lo digo de manera peyorativa: No tiene suficientes almas para considerarse una ciudad. Los majariegos de toda la vida, que gracias a Radio Televisión Española y la Universidad Complutense pasaron de ser pastores a clase alta décadas después así lo confirman orgullosos, y la prueba quizás más visible es el cuartel de los guardias, sin reformar probablemente desde que se construyó en 1844, rodeado por edificios de ladrillos de alta gama. Allí entró Dani con su abogado para denunciar a su mujer, algo muy normal por estos lares, tanto como rescatar gatos de las copas de los árboles y su correspondiente artículo en el periódico local. Había aparecido el día anterior en mi casa, con la tristeza y el drama que sólo un argentino puede infundir a la vida, explicando que ella le había robado y destruido los pasaportes, para después insultarlo e humillarlo delante de todo el vecindario. No contenta con eso, había mandado cientos de mensajes a todos los contactos de su móvil, incluyendo su contable en Argentina, aquel que le dijo que no podría volver si no pagaba los impuestos más altos del mundo. Huyó en su coche de los domingos, condujo durante una hora sin rumbo y terminó llamando a mi puerta. Despojado de sus documentos y el móvil poco podía hacer. A mi me preocupaba más que superara el kilómetraje impuesto a aquella pieza de museo que había aparcado en la calle como si fuera un utilitario cualquiera. Me dijo que fue hasta Segovia y volvió. Bastante previsible, tanto como las infidelidades a su mujer. Puse los clásicos de Julio Iglesias mientras me contaba como sucedió todo y de la misma manera que al día siguiente la sargento escuchó con seriedad. A mi me costaba aguantarme la risa con ciertos comentarios, ella debía estar acostumbrada. La infidelidad entre las clases altas no motiva dolor por sentimientos, sino pérdida de calidad de vida. El que dirán, que te señalen por la calle, miedo a que vayas a la farmacia del pueblo y te receten calcio para los cuernos. Se sienten desnudos por la calle, la ropa no tapa sus vergüenzas, las gafas de sol no protegen del Astro Rey, los sépalos no protegen a la flor. "¿Está con vos?" me preguntó ella por teléfono "Sí, tranquila, está conmigo" respondí, mientras comíamos algo sencillo. Estuve a punto de decir que su marido había pedido rabo de toro, pero simplemente la dejé hablar, había improperios nuevos hacia su marido desconocidos para mí, como hijo de mil camiones de putas. Yo soy muy visual y costaba imaginarlo. Estoy más acostumbrado al tontos de carritos o hijo de la gran puta con balcones a la calle. Pasamos a los cafés y ella seguía hablando, aunque dejé de prestarle atención al cuarto de hora. Primero porque mi nivel de atención a frases emocionales concatenadas es bastante reducido. Segundo, porque el café era de gran calidad y para mí un momento de paz. 

viernes, 21 de marzo de 2025

Sueños optimistas


"Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay"  (Saramago)


Tengo varios sueños recurrentes, de esos que te despiertan con congoja e impiden volver a dormir por su intensidad y viveza. Últimamente recuperé uno ya olvidado: El del barco de mi padre. Nunca tuvo un barco, pero en Canarias se aficionó a su alquiler para irse de pesca. Solían ser embarcaciones pequeñas y desgastadas que los lugareños alquilaban en la laguna de Arrecife. Pescar era la excusa, nunca el objetivo: Pasar el día, echar la mañana o la tarde haciendo algo distinto y en silencio. En mi sueño siempre aparecemos temprano, lejos de la costa camino de Fuerteventura, con los vientos alisios meciendo la embarcación como si fuera una gigantesca cuna de madera, siendo esto lo único que hace desaparecer el silencio. Aparece mi hijo, pero mi hijo soy yo, mirando a mi padre de vez en cuando mientras lanzo mi caña de bambú una y otra vez, cuando consigo atrapar una mojarra que devuelvo al mar de nuevo. Una manada de delfines comunes pasa por delante de la embarcación, mi hijo grita "¡mira, mira Papá!" y yo le respondo con el gesto de silencio del dedo índice. Su abuelo ni siquiera se inmuta. Está incluso demasiado callado desde que salimos de Puerto, algo que no aparece en mi sueño pero si en mi memoria como un hecho, no ha contado ninguna anécdota de Saramago, ningún comentario sobre Cesar Manrique. Pasamos Püerto del Carmen y mi padre señala los barcos del puerto deportivo, sin decir palabra, como cuando íbamos en carretera e iba señalando castillos, edificios o el vuelo del un halcón peregrino. Oigo la risa de mi hijo por cualquier razón y por ninguna, desde una ráfaga de aire hasta un delfín común que acaba de dar un salto a nuestro lado a investigarnos. Mi padre grita que es un zifio y yo le replico que los zifios, primero, son huidizos y no se ven y segundo están en la Isla del Hierro (tercero no van en manadas) El replica que parece un zifio. Pregúntale a Saramago, le respondí. Saramago respondió que cerraría todos los zoológicos del mundo. No vió un zifio en su vida porque, básicamente, no pasan por aquí. 

El viejo había hecho sandwiches para la mitad de travesía, envueltos en servilletas en una bolsa de pan de molde. Me dió a mi uno y mi hijo dijo okey quitándomelo de la mano. Eran de foie gras, y mordí una esquina como respuesta. Respeta a tu padre, le dije. vi como el viejo negaba con la cabeza. Los tiempos pasan, los gestos pasan de generación en generación. 

sábado, 8 de febrero de 2025

La muerte no es el final

"Viva el vino de mi tierra                   

que a los muertos resucita                

viva la mujer que tiene                     

un novio paracaidista .                      

Un novio paracaidista                      

porque somos los más machos   

que bebemos vino tinto                    

y nos tiramos de lo alto.                   

Nos tiramos de lo alto                      

sin tener miedo a la muerte              

si la seda no se abre              

vaya hostia que te metes"


La segunda vez que vi morir a un compañero fue en salto paracaidista en San Gregorio. En las maniobras de la OTAN Nos tiraban a todos los almogávares a la vez sobre aquel descampado gigante y helado, como si fuéramos caramelos el día de reyes. Los Aviocar iban pasando uno detrás de otro y los paracaidas se iban abriendo segundos después de salir por aquella minúscula puerta lateral de manera automática, mientras unos se cagaban y otros vomitaban. 

El miedo no desaparece con cada salto, el miedo es el salto. 

Una vez abierto, nuestra obligación era disfrutar de las vistas y avisar si veíamos algún compañero con vela romana, por ejemplo.

- ¡CASARRUBIOS! ¡ME CAGO EN TU PADRE! - Grité

- ¡Y yo en el tuyo! - Respondió

-  ¡VELA ROMANA, TIRA DEL DE EMERGENCIA!

- ¿QUÉ?

Efectivamente, el paracaidas se le había abierto sólo parcialmente y aquel enano, manchego y desgraciado iba a morir por la patria y por gilipollas. 

Varios compañeros le hacían gestos pero el miraba la campana y la veía bien, engañado por el efecto óptico y por la corriente térmica que habíamos pillado, que nos arrastraba meciéndonos lentamente hacia delante. A pesar de eso el iba bajando más rápido que nosotros, y cuando se dió cuenta ya era demasiado tarde. Aterrizó tumbado y murió sin sufrir nos dijo el Sargento Bocanegra. No nos sirvió como consuelo. 

El Pater en la misa funeral dijo "Muchos os preguntareís por qué estáis vivos y el no. Para eso no tenemos respuesta. Sólo Dios sabe.." 

si la seda no se abre, vaya hostia que te metes.

Hincamos la rodilla en la consagración y nos apoyamos en el fusil para volver a ponernos de pie. Nunca hincamos las dos rodillas, porque somos caballeros. 

Los primeros días el silencio y la tristeza es lo único que se oía, y se prolongó hasta que el Cariñena hizo efecto en las almas de los suboficiales. El frío tampoco ayudaba.  

A día de hoy sigo llorando al oir la muerte no es el final, cada doce de octubre. Veo a su majestad poner la corona de flores por los caidos por España, escucho la salva de cañones, el raudo vuelo de la patrulla águila, por la muerte de desconocidos que forman parte de mis recuerdos. 


domingo, 24 de noviembre de 2024

La adolescencia malhumorada

 Los adolescentes no están hechos para la sociedad. Tu cuerpo está en casa de tus padres, pero tu mente está muy, muy lejos de allí. En la libertad, en el sueño de formar tu propia familia para amarla. Dónde al salir por la puerta nadie tenga rango suficiente para preguntarte a donde vas ni por qué. Los padres y los hijos son una paradoja sin solución. Generaciones distintas que han vivido hechos distintos, que sienten y aman de manera distinta - Y lo más importante - que se encuentran en un momento vital completamente diferente. Creo que nací un viejo cascarrabias, porque mi sensación es que mi forma de ser y mi comportamiento ha sido lineal durante toda mi vida (es decir, siempre me ha molestado la mayoría de la gente, el nihilismo, la gente vacía me ha puesto de los nervios) pero la verdad es que no era así, porque la experiencia es un grado y porque no hay experiencia vital como tener hijos para darse cuenta que la vida no es como uno se imaginaba, ni siquiera se le acerca, y que uno no es como cree ser. Mi padre decía que la vida se asemejaba a andar por la calle y que saliera un hijo de puta de detrás de un seto a molestar cada dos o tres pasos. No alcancé a comprender el sentido de esa frase hasta que me hice adulto (me hice adulto hace dos años y medio) porque yo desde que comencé la adolescencia odiaba a mis padres por su egoísmo, por no permitirme estudiar una carrera en una privada o el curso de piloto (dos de las cosas a las que mi mente infantil daba importancia en aquel momento, por mi poco conocimiento del mundo) pero Dios y la vida tenía otro destino para mí. Desde que me hice adulto pido perdón a mi padre todos los días al despertar antes siquiera de levantarme de la cama. Que mundo tan hermoso y a la vez tan horrible, pardiez. 

Mi primera novia era mayor que yo, más guapa y obvia decir que iba dos pasos por delante mía en la vida. Cuando enfermé mi padre no sabía ni siquiera que existía, y en aquel tiempo no existían medios de comunicación para avisar sino de teléfono fijo a teléfono fijo. Al tercer día sin saber de mí llamó a la puerta de mi casa. Mi padre primero dijo que yo no vivía allí, por miedo al terrorismo. Luego afirmó que estaba mintiendo porque su hijo no tenía novia, y después la dijo amablemente que se fuera, cerrándole la puerta en las narices (y llamándole de usted) Ella volvió a llamar e iracunda (su estado natural cuando no se hacía lo que ella quería) insistió hasta que consiguió verme.  (Eso es lo que cuenta ella)

A los padres parece importarles mucho que le presenten mucho a sus parejas y a los adolescentes les parece una locura, tanto como que ahora me parece una locura estar bailando a las tres de la mañana y a mi yo adolescente era idea de felicidad (habiendo un buen sofá y un buen libro, mientras mi hijo hace puzzles que necesidad) me avergoncé bastante de mi padre en ese momento (ni sería el último ni el más grave) pero he de reconocer que los padres son de la tierra y los hijos de la luna. Al presentar a alguien le damos la categoría de definitivo, algo que en la adolescencia que no es sino la búsqueda eterna nos parece terrible, porque nos sentimos seres inmortales con ojeras y muchísimo sueños por cumplir. 



viernes, 15 de noviembre de 2024

Badajoz

La oscuridad va atada al silencio y está a su vez a los escalofríos de la espalda. En pocos lugares del mundo se puede alcanzar un silencio casi absoluto, hasta escuchar la vibración del Big Bang, ese zumbido que nos recuerda que el universo está en continua expansión. Trato de dejar la mente libre para activar la máquina del tiempo del cerebro, esa que te muestra recuerdos aleatorios que se encuentran escondidos en una canción, en una imagen o en un objeto. Momentos que perduran, que deseamos borrar pero que persisten en la memoria que nadie sabe donde está. 

Acababa de ser mi cumpleaños. Noviembre no estaba siendo un mes especialmente diferente del resto: Días cortos y grises, personas grises, ir y venir en maniobras simulando una guerra que jamás iba a suceder.

 Un día formamos por la mañana y nos metieron en un camión. De nuevo nos dijeron sólo que era una emergencia nacional. Habíamos escuchado las noticias de Badajoz, pero sonaban lejanas, ruido de fondo de la radio por la mañana. Un compañero que había gastado todo el saldo del mes en un móvil Airtel llamó a su novia sólo para decirle que la quería, como si fuéramos a la guerra. Decía que con el dramatismo la relación mejoraba a su favor, como una declaración de la renta a devolver.

Cuando llegamos a Badajoz el paisaje era, en efecto, todo lo que esperábamos de un escenario de guerra. Al entrar en una de las calles nos recibió una abuela desde el tejado de su casa, de donde se negaba a bajar. En el suelo, lodo, muebles y coches, todo hecho un burruño, como si fuera el cubo de Rubik de un ser maligno. El Arroyo Calamón había comido todo a su paso. Voraz, había destruido una veintena de vidas de las que cuatro seguían sin aparecer.

Nadie quería bajar del camión porque nos dimos cuenta enseguida para qué estábamos allí. Enfundados en nuestros guantes y trajes NBQ empezamos a buscar entre escombros, mientras la abuela en cuestión seguía atrincherada y nos daba indicaciones:

—Por ahí ya han buscado.
—Señora, ya puede bajar, no se preocupe.

Pero no podía bajar. Tenía más de ochenta años y el arma más poderosa que existe, el miedo, la había paralizado.

- Buscad debajo de los pretile - gritó

Efectivamente, un amasijo de ramas y barro estaban ocultos bajo el pretil del puente. Lo movimos entre varios y despejamos las ramas hasta que unos zapatos asomaron. Todos nos echamos para atrás asustados y el silencio apareció en una lengua de viento.





domingo, 6 de octubre de 2024

La Soledad y La Espera

Hay dos cosas que definen al ejército: La soledad y la espera. Te forman para esperar sin dar ningún tipo de explicación y te dejan sólo durante horas en lugares recónditos para que vigiles cosas que -casi siempre- a nadie importan. No es un trabajo para personas que piensan demasiado, cuyos pensamientos van concatenados desde que nacen hasta que mueren, para aquellos cuya mente no descansa. El tiempo pasa inexorablemente y según la misión (lo importante es la misión) puedes llevar reloj o no. Es agobiante y frustrante.

El relevo de acción de combate dentro de una guardia se realiza cada dos horas, a saltos y obligándote a dormir en el cuerpo de guardia abrazado al arma por si fuera necesaria tu intervención. Nos mandaron patrullar, esto es, dos personas dando vueltas por el cuartel armados con dos cargadores, dos fusiles y dos pistolas. En ningún caso podíamos disparar sin ser disparados primero y debíamos pedir el santo y seña y advertir de dicho disparo al atacante. La primera bala, como siempre, la blanca de fogueo.  Mi binomio durante tres años era Gutierrez, creo que ya hable de el, un señor con poco seso, gran envergadura y amante de los cánticos regionales de Extremadura (los binomios se crean por tamaño y peso, no por gustos musicales)

Eran las tres de la mañana y la parte de atrás del cuartel estaba completamente a oscuras, tanto es así que nos obligaba a activar la mirada híbrida del fusil para ver el camino. Gutierrez se cansó e hizo trampas, activando una varilla luminosa. 

El Puto de Gutierrez cantaba:

"La Virgen de Guadalupe,
Es morena y muy bonita,
Por esos a las extremeñas,
Nos gusta ser morenitas,
Por esos a las extremeñas,
Nos gusta ser morenitas"

- ¡Calla Gutierrez, coño! ¿Has oido eso? 

- Será un gato - respondió. 

- Un gato. Un cojón de mico - Gutierrez siguió cantando:

"No quieras, para casarte,
Un novio de muchas perras,
Más te vale un extremeño,
Que sepa labrar la tierra.
Más te vale un extremeño,
Que sepa labrar la tierra"

De repente paró de cantar, se quedó quieto, cerró la mano derecha y elevó el brazo. o se había vuelto comunista o había oido algo. Se tocó la oreja, giró la cabeza para que mirara y empezó a temblar (la subida de adrenalina es algo espectacular en estos casos) había alguien subiendo la verja, completamente vestido de negro y con pasamontañas. 

- SANTO Y SEÑA - Gritó, sin obtener respuesta y sin dejar de temblar- ¡Santo y seña o disparo!

Me cabreó. Primero porque el Santo y Seña lo tenía que pedir yo, porque soy más antiguo. Segundo porque este hombre era tan imbécil como capaz de disparar (como se comprobó más adelante)

Cargué la primera bala, que no sirve para nada, pero por civismo, como reciclar. 

- Será un gato - dijo Gutierrez, que tendía a imaginar cosas debido a las sustancias psicotrópicas a las que era aficionado - Un gato subiendo la valla, jiji - acompañó su comentario de una risa burlona, probablemente estaba en su mundo viendo unicornios. 

Gutierrez era una caja de sorpresas y le costaba cumplir órdenes, y digo le costaba porque su coeficiente intelectual apenas superaba el 70. Generalmente hacía lo que le salía de los genitales, con la seguridad que da la ignorancia y la completa y absoluta carencia de sentido común, aplicable incluso a su propia existencia. Por eso no me sorprendí cuando sacó el cargador del fusil, metió otro (no sin previo golpeo en el casco) cargó y disparó en dirección al "gato" varios metros hacia la derecha, con el fusil en la cadera. El animal que se identificaba como persona se quedó quieto de repente, asustado pero no maulló, antes bien grito un "¡No disparéis, no disparéis, me cago en mi vida!" mientras por la radio oíamos un grito "¿QUE COJONES HA SIDO ESO?" 

Apuntamos al gato identificado como persona, y mientras esta lloraba de rodillas y no paraba de porfiar, contesté por radio "Gutierrez, mi sargento" y ví como se encendía la luz del cuerpo de guardia donde dormía el Oficial. Ahora sí que estamos jodidos, Gutierrez. De esta nos mandan a pelar patatas a regulares de Melilla. Gutierrez se limitó a encogerse de hombros. 

El oficial de guardia -En riguroso pijama verde con la cruz de Santiago- se adelantó al sargento de guardia, descalzo y cabreado. Ni siquiera preguntó, directamente le dió una patada al que estaba de rodillas y le quitó el pasamontañas. 

- No me jodas, ¡NO ME JODAS! 

Era un compañero que había llegado tarde y que no quería entrar por el cuerpo de guardia e identificarse. 

A Gutierrez y a mí nos dieron dos días de permiso por nuestra valiente actuación, por lo que podía haber sido y no fue.