domingo, 21 de septiembre de 2025

Otoño

 No sé si por haber nacido en Otoño le tengo un cariño especial a dicha Estación. El crujido de las hojas al pisar el Retiro, las preguntas sin escuchar respuesta, como si fuera un lugar de reunión de matrimonios hablándose desde habitaciones distintas. Los niños se saturan con los diferentes colores y huyen de sus progenitores para inmunizarse vestidos de domingo. También es un cementerio de aquellos que lloran amargamente por el sábado anterior, porque no supieron recogerse a tiempo y se olvidaron de la regla de Madrid, que es universalmente conocida: Nada bueno pasa tras la madrugada. Los turistas devoran churros -que han sido extraídos de una inmersión en aceite reciclado- como si no hubieran comido en su vida. los locales compran libros de segunda, tercera y cuarta mano que jamás leerán, que terminarán apilados en cualquier estantería y que años después volverán al mismo lugar una vez no leídos. Lloré mucho con Patria, pero ya no sé a quien se lo regalé, porque nunca presto libros como no presto novias, tal y como me enseñó mi padre. Hay alguien tan, pero tan cursi que se ha traído un conjunto para hacer picnic -cubiertos, platos y mantel a juego- pensando que resultaría romántico. Madrid no tolera dichos comportamientos y la vajilla será atacada por un ejército de hormigas que no perdonan tal afrenta a sus dominios. El metro que lleva al parque es pequeño y antiguo, casi parece de juguete, pero yo echo de menos los vagones con los asientos de madera, cuando Madrid era un pueblo grande formado por personas de pueblos pequeños y nos asombrábamos al ver a alguien de otra provincia. El Madrid de los cuernos con minifaldas en Las Ventas, donde probablemente ví por primera vez el sexo de una mujer, deseosa de que terminara la faena en el ruedo para empezar la suya. Ahora las invitan a un café, antes las ponían un piso en la calle Alcalá, que era donde terminaba Madrid, todo lo demás era campo hasta llegar a Aragón, como se llamaba la carretera.  Se han perdido las buenas costumbres: Eran doncellas que acababan siendo putas pero no por eso dejaban de ser doncellas, simplemente limpiaban sables distintos según el día de la semana. La emetreinta devorada por el Calderón mientras los aficionados cantaban los goles. Desde el mismo estadio podías ver el atasco al finalizar el partido. Viejos recuerdos que asombran a propios y extraños. 

martes, 2 de septiembre de 2025

Basilea, el exilio español

Basilea tiene tres salidas en su aeropuerto. Una para Francia, otra para Alemania y otra para la propia Suiza, que es más pequeña que las dos anteriores. En realidad el terreno pertenece a Mulhouse, una ciudad francesa que perteneció a Alemania y da servicio a esta ciudad, a la misma Basilea y a Friburgo. La curiosidad es que por la ciudad suiza se escucha hablar español, y no sólo de cuando el Franco Suizo valía catorce pesetas. Había gente que decía que allí se podía trabajar con el inglés, pero se encontraban tremendamente equivocados. Lo que sucede es que allí se habla el dialecto suizo, que resulta ininteligible para los germanoparlantes, provocando a los foráneos que siempre pedimos que repitan la frase en Alto Alemán (alemán neutro) y que terminemos hablando en inglés para evitar favoritismos. Los suizos probablemente sean las personas más prácticas en este sentido del mundo, utilizando el inglés hasta en el parlamento. Un compañero de entonces estaba convencido de este último punto al extremo de llevar dos décadas trabajando para una empresa Suizo Alemana tan sólo con el inglés como lengua de trabajo. La época en la que nos mandaban al país helvético de lunes a jueves coincidió con su ascenso, que asombró a propios y extraños. No lo celebró ni se alegro por ello: Era una persona de poca expresividad y alma un tanto retorcida. En las reuniones en alemán no se enteraba de nada, así que le enseñé varias frases que alternar para aparentar lo contrario: 

"Ja, Ja" (Sí sí)

"Aber natürlich!/Aber ja"  (por supuesto/ pues claro) 

"Diese Idee gefällt uns nicht, sie reicht nicht aus" (esa idea no nos gusta, es insuficiente)

"So ist es" (así es) 

"Ich weiss es nicht. Ich werde meinen Kollegen fragen" (NPI, se lo voy a preguntar al compañero) Esta última era muy útil cuando le preguntaban algo (Los sajones adoran cuando alguien reconoce que no sabe nada de algo. Les da gustirrinín)

Con dichas expresiones básicas estuvo un año entero sin que se enteraran que el hombre sólo sabía inglés. (Igualmente luego mandaban un resumen de la reunión por correo electrónico en varios idiomas, que el leía  avidamente, y nunca sucedía nada interesante) 

Todo se descubrió el día que una compañera le roneó (algo muy habitual para las féminas en esas latitudes) preguntándole si podían verse después para cenar. El respondió que lo iba a consultar con su compañero (o sea, conmigo) lo cual produjo una confusión enorme. La suiza -una rubia de metro ochenta- que estaba deseando preguntarle porque llevaba un colgante con una figura en el cuello y por qué tenía nombre de mujer (Jose María) si era un hombre se quedó con las ganas y se lo tomó como un rechazo. Igualmente explicarle a una calvinista lo que es la Santina y que Asturias era España y el resto tierra conquistada iba más allá de sus conocimientos lingüisticos. Durante varios días pensaron que el y yo eramos algo más que compañeros. Y no entendí por qué hasta que me explicaron lo sucedido. Les aclaré mi heterosexualidad y que esas cosas en España no se suelen hacer, donde tengas la olla..Que tenemos otros lugares de esparcimiento, conocimiento y roneo en general. Rápidamente alguien convocó una reunión para pedirnos disculpas y mi compañero respondió con otra frase aprendida "que era insuficiente", por lo que avergonzados nos ofrecieron una cena en un restaurante caro al lado del río donde degustar la para ellos deliciosa (sic transit) cocina suiza, básicamente carne con champiñones en salsa, a la que se unieron varios españoles que comimos entre risas y ruido, asustando a los otros comensales, incluido un señor que nos pusieron en la silla que quedó libre de la mesa de ocho y que sólo había pedido una triste sopa. Sic transit.